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Paco G. Redondo

Libertad sin ira

Los hay obcecados contra el cristianismo y los coches

La animadversión de las izquierdas clásicas a la Iglesia y las manifestaciones religiosas no ha sido por el dogma de la Trinidad, ni querer que las monjas puedan decir misa como los curas. Las izquierdas han tenido durante más de 100 años como dogma ideológico el marxismo, cuyo “Manifiesto Comunista” desde 1848 propugnaba la lucha de clases, guerra civil, incautación violenta de lo ajeno, eliminación de los burgueses o propietarios y dictadura del partido del proletariado. El cristianismo en cambio defiende el humanismo y el pacifismo, la fraternidad y la solidaridad, por eso para los izquierdistas la Iglesia era de derechas. En España y Asturias no hay necesidad ni urgencia alguna de plantear políticas anticristianas ni meter cizaña. La Constitución de 1978, a diferencia de la republicana de 1931, ya establece la plena libertad religiosa.

En cuando a la persecución y acoso a los coches y conductores, el argumento de los atascos y el medio ambiente se diluye. Los coches de ahora contaminan menos que los de antes, y los coches eléctricos en sí casi no contaminarán. Cosa distinta de donde sale la energía, y que ahora estemos pagando por la nuclear de Francia, el carbón de Marruecos, y el gas natural de Argelia y EE UU. ¿Habrá también fobias ideológicas? El coche acaso es percibido como uno de los símbolos del triunfo de la libertad y la prosperidad de las democracias capitalistas. Los que tienen como modelo las dictaduras comunistas ruinosas no pretenden que Corea del Norte o Cuba prosperen; quieren que Canadá, Corea del Sur o España sean como Venezuela o Zimbawbe: estanterías vacías.

Detrás, el planteamiento sofista según el cual lo conservador se opone a lo reformista. La historia en realidad es evolución, por ello la cuestión es qué hay que conservar, si funciona bien, y qué hay que reformar, si se puede mejorar. Así el progresismo auténtico no debería oponerse a la tradición, sino ser la síntesis de lo conservador y lo reformista. Que una nación de historia católica tenga tradiciones religiosas y culturales cristianas no debería molestar a nadie: cada cual es libre de creer, no creer o dudar sobre Dios y de practicar mucho, poco o nada las normas católicas. Que representantes vayan a actos cristianos, como un funeral, la misa del día del patrón, o la cabalgata de Reyes, no significa agraviar a los no cristianos, sino expresión de reconocimiento y cortesía.

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