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Javier Antuña

Xixón, política, fútbol y “fox-trot”

En las primeras décadas del siglo XX, la ciudad de Xixón ya presentaba un considerable nivel de industrialización y terciarización de su economía: siderurgia, construcción naval, metal, banca, comercio portuario..., comenzando también a implantarse una oferta de ocio abierto a amplias capas de la sociedad y no exclusivamente a las mejor posicionadas. A la irrupción de las proyecciones de cine hay que añadir la proliferación de salas de espectáculos, teatros, cafés, bares y, en definitiva, cualquier espacio donde la burguesía y el naciente proletariado podían poner en práctica nuevas –y no tanto– formas de diversión. Hay que tener en cuenta que la posición de neutralidad de España durante la Primera Guerra Mundial fue un revulsivo para todo ello, viéndose incrementado conforme la década de los veinte fue asentando un desarrollo empresarial en la ciudad.

El baile, consustancial a la existencia humana, fue sin duda uno de los recursos a “emplear” en los nuevos modos de ocio. Si bien éste ya gozaba en épocas anteriores de bastante predicamento, será en estos años, coincidiendo también con el despegue de los ritmos jazzísticos en todo el orbe cuando alcance cotas de popularidad y mercantilización nunca vistos. En Xixón, ya en tempranas fechas, y en lo que concierne con el baile por antonomasia asociado al jazz en sus primeros estadios: el fox-trot, se fue testigo de su efervescente y animada presencia. En el verano de 1916, podíamos encontrar breves anuncios en la prensa local donde se indicaba: “Se necesita profesora de baile one-step, fox-trot”. En ese mismo verano, y en el exclusivo escenario del “Gijón tennis-club”, la Banda de Gijón presentaba “un escogido programa de bailables, en los que hay bonitos “fox-trot” y “one-step”. Otro tanto sucedía en el pabellón del Real Club de Regatas, donde una orquestina “ejecutó variedad de ‘fox-trot-one step’”. La extraordinaria animación se mantuvo hasta altas horas de la madrugada.

Esta favorable acogida de las modernas danzas americanas, ejercidas junto a otras de procedencia latina y del propio ámbito de nuestra tierra, propició que el fox-trot, con más predicamento eso sí que el one-step o el shimmy, gozase de una gran aceptación entre el público gijonés. Así en el Teatro Dindurra –actual Jovellanos– en 1922, los bailes se anunciaban con un “bonito repertorio, en el que abundan en su mayor número, los divertidos y alegres fox-trot”. No extraña pues, que la repercusión del fox-trot acabase por invadir otros apartados especialmente representativos de la vida gijonesa: la política y el fútbol.

Por lo que se refiere a la política, el término fox-trot fue usado en las proclamas proletarias, asociándose con la frivolidad y la falta de conciencia respecto al conflicto obrero. En este sentido, en un artículo firmado por Roxana en el diario “El Noroeste” en el mes se setiembre de 1917, las mujeres de las clases sociales más acomodadas eran acusadas, en relación con la huelga general de agosto de dicho año, de practicar una vida vanidosa y una elegancia cursi, “donde todo fox-trot encuentra sus parejas”. Con cierta frecuencia, el uso del vocablo “fox-trot” era utilizado también en el argumentario de algunas de las “batallas” locales del Consistorio. Caso del concejal Ramón Fernández Junquera, responsable de los festejos del Ayuntamiento en 1921, al que un sector de la prensa, ante los problemas para poder uniformar a la Banda municipal se le reprochaba con fuerte ironía: “¿Puede oírse con paciencia un “fox-trot cuando los músicos no están uniformados?”.

En el ámbito futbolístico, uno de los protagonistas de la estrecha relación entre este deporte y el fox-trot fue sin duda el Sporting. En los Carnavales de 1917, y dentro del marco de los por aquel entonces famosos bailes de este club, la Banda municipal ejecutaba en ellos algunos fox-trots “compuesto con canciones de Carmen Flores”, la afamada cupletista. Pero sin duda el acontecimiento más destacable de esta unión entre fútbol, fox-trot y pasión rojiblanca, fue la publicación en el diario “El Noroeste” en marzo de 1919 del poema de Luis Fernández Valdés –Ludi– (1895-1937) que con el nombre de “¡¡Sporting Hip Hip Hip!!” y bajo el subtítulo de “Fantasía foxtrotesca”, hacía todo un alegato emancipador de los nuevos hábitos de vida para las jóvenes burguesas de la ciudad, a las que animaba a abandonar su “encierro maldito y voluntario” apostillando “vete del Sporting á los bailes, á marcarte un fox-trot”.

Sería un error pensar que el fox-trot guarda grandes similitudes musicales con algunas de las variantes canónicas jazzísticas consolidadas. Sería más oportuno asociarlo, al menos en sus primeros estadios de implantación en Xixón, con una moderna danza de importación americana en la que se combinaban ritmos sincopados y melodías de ascendencia española en algunos casos, junto a letras de lo más variado: costumbrismo, sátira o mensajes publicitarios. Lo que no cabe duda es que el fox-trot representó en su momento una fértil asociación entre modernidad y baile, en una a su vez febril conjunción entre desprejuiciados movimientos corporales y nuevos sonidos en el contexto de una sociedad en el que el consumismo comenzaba a adquirir forma. No es de extrañar pues, que acontecimientos de tanta trascendencia social como la política o el fútbol en la ciudad de Xixón, se viesen fuertemente impregnados del “sabor” fox. Como anunciaban los diarios locales en 1924, en el café-bar Maison Doree de la calle Corrida se podía disfrutar del agradable y delicioso licor fox-trot, “el más selecto y fino entre los de su clase”.

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