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Sariego

Epístolas a “Bilbo”

José Manuel Sariego

Prodigios del lenguaje

No hace mucho, escribía Antonio Muñoz Molina en uno de esos suplementos semanales de papel que persigo por los chigres con la esperanza de encontrar joyas ocultas, que no es necesario bucear de continuo en los libros para que el lenguaje nos sorprenda. Decía que la prosa periodística, a poco que nos detengamos en ella, esconde tesoros fabulosos en las crónicas ordinarias, en los reportajes, reseñas, entrevistas, en los artículos de opinión, en los editoriales incluso. Tan de cuerdo estoy con esa apreciación del afamado escritor sobre la valía literaria de los textos periodísticos que hubo épocas en que me dio por encuadernar suplementos. Durante los confinamientos padecidos me propuse, sin conseguirlo, repasar los siete volúmenes encuadernados que fui acopiando.

Tampoco ha tanto tiempo, en uno de tales suplementos descubrí la preciosa colaboración de Katya Adaui, cuentista y novelista peruana que ignoraba. Se trata de un artículo sorprendente, intenso, trepidante, magnífico del que escojo unos cachos para rumoreártelos a la oreja. No hace falta que te esmeres en interpretar al dedillo su significado exacto, Bilbo. Basta con que te dejes llevar por la sonoridad de los fonemas, la cadencia de las frases, los lirismos sinuosos, la modulación de mi voz.

“Rumia el lenguaje el adentro de las cosas, su relieve, decimos precipicio y la montaña surge, decimos lluvia y el recuerdo se empapa y abomba, [...] decimos viene para quedarse, no puedo vivir sin ti, ayuda a tu hermanito, no te pases, estás de amanecida, [...] decimos rumia el lenguaje el adentro de las cosas, su contorno, el lenguaje se orilla, aletea, se encamina, remorea, se aquieta y recupera, se marchita y desbroza, [...] decimos este es mi país porque conozco los nombres de sus muertos, ayer hablé con el guardián del cementerio para que cuide tu tumba, decimos ponte el alma, decimos hay días en los que no tengo ganas de ponerme los ojos, cómo llamarlo, pero cómo llamarlo, una perplejidad, una resistencia, un olvido, un reconocimiento, una trampa, decimos, [...] dijiste, yo me acuerdo, dijiste ven y fui, dijiste escucha, presta atención, estas cosas se dicen una sola vez en voz alta, rocío del lugar al que no has vuelto, altar, susurro, remolino, raíz, carcajada, ardor, leyenda, sacrilegio, el calco de una pisada en la ceniza, cocada, tono, catarata, la cumbre soleada, sedimento, cal, monte, sillar, turquesa, cacao, bocanada, [...] rumia el amor el lenguaje de las cosas, las inventa, las repara, pero también se puede callar, elegir una mudez sonora, el silencio sacude o desbarata, fosiliza o calatea o, pero siempre, siempre, casi siempre alguien tiene la última palabra y cuál es y a quién abraza y qué abraza”.

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