La sentencia que obliga al Ayuntamiento a recuperar el doble sentido de circulación en el Muro en cuanto los demandantes presenten un aval de casi 48.000 euros no sólo implica la supresión del espacio peatonal conocido popularmente como el “cascayu”, sino que también ha motivado la paralización por parte del gobierno local de la reforma definitiva del paseo, cuyas obras estaba previsto comenzar a finales de este año, mientras el Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA) no se pronuncie sobre el recurso planteado por los servicios jurídicos municipales. Este cambio en las fechas supone un reconocimiento implícito de que el anteproyecto podría vulnerar el planeamiento urbanístico del eje marítimo, ya que prevé la construcción de un único carril de circulación del centro a la zona este destinado a autobuses, taxis, transporte de mercancías y dueños de los garajes (si bien es cierto que con la posibilidad de abrir un segundo con facilidad gracias a una gran plataforma única, con la calzada al mismo nivel que las aceras). Y, sobre todo, demuestra que el debate sobre la transformación de esta zona icónica de la ciudad, lejos de haberse cerrado, sigue muy abierto.

Que nada hay decidido lo vino a demostrar ayer mismo el líder del PSOE gijonés, José Ramón García, Monchu, al señalar que la reforma definitiva del Muro podría contemplar la habilitación de dos carriles. Y también lo dejó caer el edil de Obras Públicas, Olmo Ron, días antes en el Pleno, cuando afirmó que el documento “está sujeto a debate”. El paseo se encuentra por lo tanto en un punto muerto que bien podría ser aprovechado por el gobierno local para intensificar las conversaciones con los colectivos sociales y profesionales con el propósito, sin prisa pero sin pausa, de cerrar un diseño definitivo y consensuado, teniendo en cuenta dos premisas básicas: una técnica y otra política.

La técnica es que la actual normativa urbanística recoge sin ningún género de dudas que los coches deben circular por el paseo en ambos sentidos, así que o se acata esta premisa o se cambia mediante un proceso administrativo que llevaría casi dos años. Y la política, que la inmensa mayoría de los gijoneses está a favor de reformar el Muro, pero con sensibilidades diferentes; así que el diálogo pausado debe ser una condición irrenunciable antes de que se tome la decisión final que zanje de una vez por todas esta larga e improductiva polémica.