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Pablo Vázquez Otero

De Salamanca a Asturias

El regreso del prócer a casa desde tierras charras y a través de Zamora, donde se para a contemplar varias poblaciones, que describe con detalle en su diario

El 14 de noviembre de 1791, inicia nuestro protagonista el regreso hacia Asturias tras los trámites y visitas pertinentes desarrolladas en Salamanca con el fin de mejorar en todos los sentidos la situación de los colegios de Órdenes Militares en la ciudad salmantina.

Sin duda que el trayecto que le hará retornar a tierras asturianas le permitirá pasar por lugares del máximo interés histórico, artístico o etnográfico, y como es menester nosotros le seguiremos en su caminar. El mismo día 14 nos dice lo siguiente: "Salí de Salamanca a las seis y media de la mañana en compañía del maestro Díaz y Zurro, y tomamos el camino de Zamora. A una legua está Aldeaseca, pueblo de la Armuña, lugar humilde, aunque de buen terreno, pero sólo cultivado de trigo y cebada, sin árboles ni otra frondosidad; antes de llegar está el prado de Panaderos, de abundante pasto, despoblado, que antes fue labrantío y ahora lo trae arrendado el lugar de los Villares, que está sobre el costado derecho de Aldeaseca, y un cuarto más allá el lugar de Monterrubio de Armuña, en cuyo pueblo hay algún viñedo, aunque escaso. Al lado izquierdo Villamayor, de igual terreno, y el cultivo, viñedo y granos en abundancia; Calzada de Valdunciel: el lugar, dos leguas de Aldeaseca; terreno árido y de regular cultivo; de bastante población, aunque pobre; el párroco de este pueblo se titula arcipreste de Armuña; los Huelmos: despoblado que se trata repoblar y traen arrendado los de Calzada, de cuyo lugar dista una legua; está en un valle próximo a un arroyo sin puente, de difícil vado en tiempo de crecientes; buen pasto y buena labor, aunque el cultivo no es esmerado".

El primer tramo del recorrido es claro, sale de Salamanca al amanecer y pasa por Aldeaseca, llegando a transitar por Calzada de Valdunciel. Y es que Jovellanos está recorriendo La Armuña, que es una comarca de gran atractivo histórico, con pequeñas poblaciones, pero con mucha historia tras de sí que se remonta a épocas con presencia romana en la zona. Es digno de mención en la comarca el cultivo de lentejas que aúna fama y calidad.

En calzada de Valdunciel hay que destacar su propio nombre ya que la presencia romana es evidente en restos encontrados, identificados como miliarios, pero sin epigrafía y que habían sido reutilizados para otras obras más modernas.

A continuación nos indica esto en su diario: "Como a media legua, la villa de Villanueva de Cañedo, en que hay un castillo antiguo bien reparado y alhajado, y es casa solar de los marqueses de este título, que hoy posee el marqués de Alcañices, como conde de Grajal".

Interesante lugar Villanueva de Cañedo, población hoy desaparecida pero donde el castillo mencionado por nuestro ilustrado aún existe con sus remodelaciones pertinentes. Es el llamado castillo del Buen Amor, y ostenta una curiosa historia detrás. El castillo hunde sus raíces allá por el siglo XI como base estratégica militar para salvaguardar estas zonas en el avance de la reconquista. Pero será en el siglo XV cuando su historia cambie por completo, ya que los Reyes Católicos lo hicieron pasar a su propiedad como lugar para avituallarse en la toma de Toro, durante la guerra de sucesión castellana, en sus enfrentamientos con las tropas afines a Juana la Beltraneja.

A finales del mismo siglo XV pasa a manos del que fuera obispo de Cuenca, Ávila y Osma, y acérrimo partidario de Isabel la Católica, Alonso Ulloa de Fonseca y Quijada, que lo transforma en una auténtica fortaleza, no exenta de lujos arquitectónicos y artísticos, y lo acaba convirtiendo en su vivienda habitual, para convivir, lejos de las habladurías y de los chismes, con la que fuera su amor y amante Teresa de las Cuevas. De esta relación nacerán varios descendientes, pero el primogénito fue un niño llamado Gutierre de Fonseca que será reconocido por los propios Reyes como el primer señor de Villanueva de Cañedo.

En 1615, fue Felipe III quien otorgó el título de conde de Villanueva de Cañedo a Antonio de Fonseca y Enríquez, de ahí las referencias que hace Jovellanos a sus propietarios nobles. Y debo añadir que el propietario en el momento en el que Jovellanos pasa por allí y que menciona, era Manuel José Pérez Osorio y Fernández de Velasco, X conde de Grajal y XIV de Alcañices, como bien referencia nuestro viajero.

Con esta historia de trasfondo el castillo pasa a ser denominado, casi con toque legendario, el castillo del Buen Amor. Tras estos curiosos avatares el castillo caerá en el abandono y la dejadez siendo incluso un granero y almacén agrícola, hasta que ya en el siglo XX la familia Trocóniz la convirtió en lo que hoy es, una hermosa y evocadora posada.

Este lugar está en la provincia de Salamanca, pero casi en el límite con Zamora, tal es así que Jovellanos dice a continuación lo siguiente en su Diario: "El Cubo, lugar ya de la provincia de Zamora; la mitad de él es de la religión de San Juan, y la otra mitad del monasterio de Valparaíso, lugar miserable, de poca labor y poca población. A este lugar, cercado de monte y situado en un llano poco descubierto, llegamos a comer a las once; el mesón muy malo, y tuvimos que ir a comer en casa de una conocida de Zurro, labradora bastante aseada, pero muy habladora. Nos trató bien, y estuvimos hasta las dos y media en su casa, por no haber querido el calesero Maza llevarnos a Zamora aquella noche".

El Cubo de la Tierra del Vino es ya tierra zamorana y menciona aspectos curiosos don Gaspar, como su dependencia del monasterio de Valparaíso. Este monasterio fue creado en el siglo XII por el que fue su primer abad, el eremita Martín Cid, tras la concesión dada por el Rey Alfonso VIII en 1137.

Tal vez su esplendor lo alcanzó en el siglo siguiente por ser lugar de nacimiento del rey Fernando III el Santo. Incluso ya en el siglo XVIII recibió como donación una reliquia del propio rey Fernando que le dio aún más fama.

El mismo Martín Cid tuvo allí una pequeña iglesia donde sus restos descansaban, aunque hoy día están en la catedral de Zamora tras su traslado después de la desamortización de Mendizábal. Así fue que con la desamortización su longeva historia finalizó y hasta hoy, ya que tan solo quedan unos vestigios ruinosos pegados a la carretera nacional 630, que nos recuerdan su pasado glorioso pero ya olvidado. De hecho el propio Jovellanos pasa por el monasterio tras la comida y lo define así: "Salimos del Cubo y entramos en una legua de monte más espeso y robusto que el anterior. Valparaíso, monasterio de bernardos con jurisdicción en el monte anterior y todo aquel terreno, situado en un bajo triste y sombrío, aunque regularmente poblado de árboles; edificio de mala arquitectura y situado sin punto de vista; monasterio rico, como lo manifiesta una cerca de medio cuarto de legua de largo, bien construida; dentro apacientan mucho ganado, y es el más apreciable pasto de aquella circunferencia; mal camino, aunque recién reparado".

El viaje prosigue en aquel día muy activo y llega a otras dos poblaciones muy cercanas, Peleas de Arriba y Corrales del Vino, donde pernoctará, y lo cuenta así: "Peleas de Arriba, lugar pobre por estar inmediato al monasterio, con aguas y proporcionado para ser rico. Hasta Corrales una legua de buen terreno. Corrales: una ermita con su capellán antes de llegar, de mala arquitectura, aunque muy capaz; un vía crucis nuevo, y un mal mesón al caño; la mesonera una furia, y un moribundo en el único cuarto que había; Zurro salió a buscar una casa, y fuimos a la de un labrador acomodado y capaz, que nos agasajó bien. Iba bien molestado de la tos, y me acosté luego en una buena cama, y el maestro Díaz en otra, y dormí regularmente; el labrador Antonio Casaseca nos dio conversación, y su mujer y una hija nos asistieron, y don Justo se fue a dormir en casa de un teniente de cura".

Finaliza el día allí, lo que acontece a continuación lo vemos en el próximo capítulo.

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