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Agustín Guzmán Sancho

Jovellanos, al frente de la sanidad en Sevilla

La incursión del prócer en asuntos de medicina, una materia de la que leyó y en la que tuvo responsabilidades

Se puede decir de Jovellanos lo que Sancho decía de Don Quijote: que en todo metía la cuchara. Y así nos sorprende Jovino teniendo que ver con la medicina, materia sobre la que no solo leyó un tanto, sino en la que tuvo alta responsabilidad.

No tenía aún los treinta años cuando fue nombrado subdelegado del Real Protomedicato en Sevilla, al tiempo que era ascendido a oidor de la Audiencia sevillana. Se ha dicho que el Protomedicato ha sido en España un organismo análogo a lo que fue después la Dirección General de Sanidad. Se puede decir, por tanto, que Jovellanos fue la máxima autoridad sanitaria en Sevilla hasta su partida de aquella ciudad en 1778.

El tribunal del Real Protomedicato, fue creado por los Reyes Católicos como tribunal único de la salud pública. En el siglo XVIII, se crearon subdelegaciones del Protomedicato en ciudades alejadas de la Corte como Sevilla. Al frente de la subdelegación se nombraba a un oidor de la Audiencia.

Como subdelegado, Jovellanos tenía la responsabilidad de presidir y nombrar a los facultativos que habrían de formar el tribunal examinador de médicos, cirujanos y boticarios. Entonces no bastaba el titulo académico para el ejercicio de la medicina. Los que querían ejercer debían ser examinados por este tribunal que también tenía facultad para prohibir el ejercicio de la medicina a quienes no encontrara capacitados. Y conocía también de las infracciones y delitos de intrusismo profesional.

Jovellanos tuvo que enfrentarse a un sector de la clase médica sevillana, encabezada por el doctor Bonifacio Jiménez de Lorite, persona influyente en la ciudad. Fue uno de los facultativos asesores en cuanto a la enseñanza de la medicina en el nuevo de Plan de reformas universitarias que sin éxito pretendió llevar a cabo Olavide.

Lorite y sus seguidores querían que el nuevo subdelegado siguiera la costumbre establecida por su antecesor de nombrar para examinadores del tribunal exclusivamente a miembros de la Real Sociedad de Medicina de Sevilla. Jovellanos, aunque al principio nombró entre otros a Lorite, luego dejó de hacerlo y designó a quienes le parecieron más idóneos, incluso a su propio médico particular, el doctor Diego de Castro, que no era miembro de aquella Sociedad, aunque al decir de Jovellanos «de la primera reputación». Y aunque recibió presiones por parte del doctor Amar, presidente del Real Protomedicato, se resistió dispuesto a renunciar al cargo, que además era gratuito. Consideraba Jovino, en respuesta al doctor Amar, que las facultades de su cargo no podían moralmente restringirse: «Deben ser inviolables, porque no recompensando el Tribunal el celo y las tareas [más] que con el honor y confianzas que les hace, exige que no se les disminuya este premio». E insiste en que nunca nombraría a Lorite.

Cinco meses después de esta carta Jovellanos es nombrado alcalde de Casa Corte y se traslada a Madrid. Si se tiene en cuenta que partió de Sevilla a su pesar, derramando lágrimas según dice su amigo y biógrafo Ceán Bermúdez, creemos que quienes se planteen las causas de su partida de aquella ciudad deberán tener en cuenta cuanto llevamos dicho y cuanto a esto se refiera.

Fue Jovellanos implacable en perseguir el intrusismo profesional. El Real Protomedicato había observado algunas irregularidades en la certificación por un tal Carlos Lohor, con la que pretendía acreditar la realización de las prácticas requeridas para la obtención del título de cirujano. De dos modos se obtenían este título: a través del estudio en la universidad y a los que así lo obtenían se le denominaba cirujanos latinos, o mediante la práctica de la cirugía durante cuatro años en un hospital o cinco al lado de un cirujano acreditado y a los que así lo obtenían se les denominaba cirujanos romancistas. Se trataba en este caso de un romancista cuyas supuestas prácticas se habían realizado en Sevilla con el cirujano José Fernández. Por ello el expediente es enviado a Jovellanos para que investigue la verdad de los hechos.

Resultó que no había realizado las practicas, sino que tanto el José Fernández como los testigos habían querido hacer un favor al Carlos Lohor. Jovellanos no solo se irritó por lo que llama «malicioso espíritu de caridad», sino que, yendo más allá de lo que se le requirió, pide a sus superiores el expediente para proceder él contra el cirujano certificante, contra los testigos y demás que resultasen culpados porque «no debe quedar sin castigo la facilidad con que han quebrantado la religión del juramento».

Por otro lado, ignoramos en qué acabó la instancia que el doctor Lorite dirigió a Jovellanos pidiéndole que «en cumplimiento de su instituto y en fuerza del celo por la salud pública», prohibiera el ejercicio de la medicina al doctor Pedro del Castillo, persona que, a pesar de ser «hombre notoriamente desmentado» tenía una numerosa clientela. Decía Lorite en su escrito que la Sociedad de Medicina de Sevilla no tenía fondos para atender a la subsistencia del doctor en caso de ser inhabilitado, lo que parece indicar que correspondería a Jovellanos como juez subdelegado proveer al respecto.

Conocemos dos informes de Jovellanos emitidos cuando era subdelegado del Real Protomedicato. Uno es el «Informe sobre el estado de la Sociedad Médica de Sevilla y del estudio de la Medicina en su universidad». En él llega a la conclusión de que ambas instituciones, Universidad Literaria y Sociedad Médica eran necesarias y complementarias; lo aprendido en las aulas debe ampliarse y perfeccionarse con experimentos y otras actividades que no puede proporcionar la universidad. El otro es el «Discurso acerca de la situación y división interior de los hospicios con respecto a su salubridad». Este discurso se incorporó casi al pie de la letra al «Informe sobre hospicios que hizo al Consejo la Real Sociedad Patriótica en la ciudad y reino de Sevilla».

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