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FIDEL GARCIA

La señora de Begoña y del Apocalipsis

En ese libro misterioso llamado "El Apocalipsis" y atribuido a San Juan, el discípulo preferido de Jesús (que Hollywood manipula a su antojo para sembrar el tremendismo del final de los tiempos en que según agoreos y nigromantes revestidos de expertos estaría ya aquí según se deduce de la Agenda Mundial 2020-2030), se narra una visión singular nada feminista al uso, y muy profética: una mujer con el Sol por vestido, la Luna bajo sus pies, coronada con doce estrellas, mantiene una lucha total contra el Dragón infernal, que quiere arrebatarle su Hijo, que es llevado junto al trono del Altísimo. Este texto bíblico es la base de la Festividad de la Asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma al Cielo, dogma de fe católica definido por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950. Todos los grandes pintores (Durero, Greco, Rafael, Rubens...) han intentado a su manera y como han podido plasmar en cuadros espectaculares ese gran dogma mariano. Esta festividad de La Asunción es el mentís más rotundo contra los maniqueos, tan viejos como los antiguos que atacan a la Iglesia Católica con mentiras sobre la dignidad y la corporalidad del ser humano, que Dios lo creó varón y mujer, diferentes pero complementarios en su radical dignidad.

Esta festividad se celebra en Gijón con el nombre de Nuestra Señora de Begoña, con toda seguridad por influencia de pescadores vascos llegados a la Villa de Jovellanos, quienes levantaron una ermita en lo que es el actual paseo del mismo nombre. Después de tiempos de dura de pandemia que no cesa, quiere el Gijón del alma volver a lo que llaman nueva normalidad, que de esto tiene poco, pese al activismo oficialista que ha decretado en toda la ciudad el movimiento continuo y a todas horas.

Se otea la noche más esperada de todo el año: la del fuego artificial brillante, pero caduco, que volverá a seducir a miles de personas llegadas de todas las partes en torno a la bahía de San Lorenzo. Los aficionados a los toros han recibido una cornada casi definitiva: las tardes de corridas con sangre en el coso y clarines al viento, para regocijo de sus detractores, pueden darse por perdidas en la ciudad si no se producen los cambios que solicitan quienes quieren sentarse en el sillón del ordeno y mando.

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