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Javier Gómez Cuesta

Palabras con silencios

Javier Gómez Cuesta

Detrás del balón de Qatar

Está presto a rodar el balón del 22.º Campeonato Mundial de fútbol, deporte rey que mueve las pasiones y entretiene a ingentes multitudes de toda raza, lengua y nación, que podrán ver más de 5.000 millones de telespectadores y que ha volcado en las arcas de la FIFA más de 6.000 millones de dólares. La designación del pequeño y riquísimo país por el gas y petróleo obtuvo la adjudicación con una elección poco transparente y para cuya celebración lleva invertidos más de 220 mil millones de dólares en los distintos estadios e infraestructuras deportivas. El problema es que un país poco mayor que Asturias y con una población semejante a Gijón necesitó más de un millón de migrantes venidos de India, Nepal, Pakistán, Kenia... Filipinas. Esta situación ha provocado el mayor número de críticas y denuncias, desde la OIT hasta el Vaticano por la conculcación de los derechos humanos y laborales. Salarios más que mínimos, jornada de 16 horas a 50 grados al sol, sin días de descanso, que causó, además de muchas discapacidades, unos 7.000 trabajadores muertos. La ley "kefala" con la que han sido contratados estos trabajadores se censura como la forma renovada de esclavitud. Numerosas ONGs han denunciado este ultraje y hubo países que dudaron de la participación de su selección. Pero lo de Quevedo: "¡Poderoso caballero es don dinero!".

¿Podrán santiguarse los jugadores? El emirato qatarí se rige por la ley Sharia y exige su cumplimiento con rigor, imponiendo penas graves incluso por su desconsideración. No puede hacerse ninguna manifestación pública de otra religión. Podrán hacerlo los musulmanes, pero no Vinicius, Messi, Keilor Navas... que vemos en cada partido expresar algún signo o musitar una breve oración. La inmigración ha obligado al emir Altani a ceder un espacio religioso a las afueras de Doha para las diversas religiones. Lo católica edificó una Iglesia, la primera desde el siglo VII, dedicada a la Virgen del Rosario en 2008, con capacidad de 2.000 asistentes pero sin ningún exterior en su arquitectura, ni cruces, ni campanas, ni campanarios. Surgen expectativas y esperanzas que estos grandes acontecimientos, con una asistencia y convocatoria tan plural, puede servir para derribar muros de intransigencia y saber respetar y valorar otras costumbres, tradiciones y las diversas formas de expresión religiosa y avanzar hacia la tolerancia y el respeto.

Deseo que sea campeona la selección española y recuerdo lo del poeta romano Juvenal, pero en su versión original: "Orandum est ut mens sana in corpore sano". Sin lo primero es más difícil lo segundo.

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