La ruta del bosque viejo de Báscones, un baño de historia y naturaleza a la vera del río Sama

El recorrido por la localidad de Grado, que se hace en algo más de una hora, ofrece increíbles parajes y muestras del patrimonio más notable de la comarca

Un bosque viejo, antiguos puentes y molinos de agua, una iglesia de origen románico, un torreón y un palacio. Todo sale a la vista en la ruta que puede hacerse en aproximadamente una hora por la localidad de Báscones, en Grado, y cuya descripción no hará probablemente justicia a los increíbles parajes que ofrece esta senda. El recorrido sorprende y maravilla a quien lo realiza por primera vez hasta el punto de preguntarse cómo es posible que no sea más conocido. El camino es apto para cualquier estación. Eso sí, en invierno o con lluvia, mejor un calzado de montaña que evite los resbalones que pueden darse en algunos tramos, donde puede haber barro o musgos en el suelo.

El trayecto, que LA NUEVA ESPAÑA realizó este enero, no tiene excesiva dificultad, aunque sí una pronunciada y continuada subida en una de sus variantes circulares, pues hay varios modos de realizar la ruta. Para llegar a Báscones hay que coger la A-63 (Oviedo- La Espina) si se procede de la capital asturiana y tomar la salida de la autovía en dirección a los Valles del Trubia. Una vez en Trubia se sale por la antigua carretera nacional hacia Grado. En el entorno de Fuejo, se toma un desvío a la izquierda que tiene un indicador hacia Bayo. En este punto se puede buscar un apartadero en la zona de las casas para dejar el coche si se quiere andar un poco más o se puede continuar en vehículo hasta una cantera que aparece más adelante, a la izquierda de la carretera, donde suele haber hueco para dejarlo mientras realizamos la caminata.

Empieza el trayecto a pie. Y desde esta zona de la cantera, a nuestra derecha, empezaremos a ver ya a lo lejos la Torre de Báscones, un impresionante conjunto de torreón, palacio y capilla, entre otras edificaciones, que es una de las joyas del patrimonio local. El recorrido es cuesta abajo por una vía sin apenas tráfico. Desde la carretera se aprecia una casa que comienza a ser devorada por la maleza. Un pequeño sendero a la derecha en el camino permite acceder hasta ella, pero al entrar se descubre algo mejor, el paraje que dibuja la orilla del río, una explosión de naturaleza, verdes de bosque y musgos sobre las piedras del cauce de aguas cristalinas. Es el río Sama o Báscones, al decir de algunos que también así lo llaman a su paso por la localidad. El lugar parece haber tenido molino de agua y siguiendo el pequeño camino entre la hojarasca se llega a la vivienda abandonada que, no obstante, conserva un hórreo en muy buen estado.

Iglesia de Báscones

Iglesia de Báscones / P. T.

Acceder a este lugar es una opción, un alto en el camino principal, y quien lo haya hecho habrá de desandar lo andado para volver a la carretera. Una vez en ella, se sigue recto hasta llegar a un puente que no es antiguo pero tiene en uno de sus frontales la representación en piedra labrada de la cabeza de un caballero protegida por una armadura. Tras cruzarlo, el recorrido sigue cuesta arriba y ya se atisba en lo alto la Torre de Báscones o el Palacio de Ferrera, denominación esta que consta en el panel informativo del Ayuntamiento que se puede leer ante el portón de la propiedad, privada.

A la derecha de la torre desciende un sendero. Bajando hay una buena perspectiva del torreón y el palacio y en el camino acompaña el sonido del río. Al final de este tramo están otros dos de los puntos fuertes de esta ruta: un puente de piedra, paso sobre el cauce, y la iglesia de San Miguel de Báscones, que aún conserva de su fábrica primitiva una sencilla portada románica con decoración ajedrezada. El rincón merece detenerse para contemplarlo en su conjunto. Junto al templo, a un lado, una escalinata de piedra conduce a una puerta que era el acceso del palacio para acudir a los oficios religiosos.

Según la información municipal, esta iglesia aparece citada en el falso Testamento del Rey Ordoño II en el año 921: "...In Uascones ecclesiam Sancti Michaelis cum suis adiacentiis....". La espadaña de dos pisos y tres arcos es del siglo XVIII.

El antiguo puente que sale al paso durante la ruta.

El antiguo puente que sale al paso durante la ruta. / P. T.

Toca cruzar el puente de piedra, antiguo como el bosque que se abre a ambos lados del camino por el que sigue la ruta. En este punto empieza una pronunciada pendiente que se prolonga durante más de medio kilómetro hasta volver a alcanzar la carretera por la que habíamos llegado en coche. Hay que detenerse para recuperar el aliento durante la subida, pero merece la pena para contemplar los árboles viejos, muertos muchos aunque cubiertos de vida por las hiedras y otras vegetaciones crecidas sobre los anchos troncos cuyo diámetro indica que fueron ejemplares muy longevos.

Uno de los árboles que se encuentran en el bosque que forma parte del trazado de la ruta.

Uno de los árboles que se encuentran en el bosque que forma parte del trazado de la ruta. / P. T.

Una vez en la carretera, giramos a la derecha para caminar ya unos metros hacia abajo y regresar a la zona de la cantera donde se dejó el vehículo. El recorrido podría hacerse a la inversa, subiendo unos metros desde la cantera hasta dar con un indicador que señala la dirección a la iglesia y bajar por el bosque hasta el puente y la iglesia. Desde ahí ascender por el camino paralelo a la Torre de Báscones, descender hasta el puente con la cabeza de caballero y a partir de ese punto seguir en línea recta y subiendo hasta llegar a la cantera.

Otra opción si no se quiere caminar es ir con el coche hasta la puerta de la Torre de Báscones, descender a pie por el sendero hasta la iglesia y el puente y desandar luego ese pequeño trecho para volver al vehículo. Eso sí, esta alternativa se pierde el bosque. El trayecto, en realidad, no tiene nombre, pero bien podría ser la ruta del bosque viejo como aquí se antoja por la gran cantidad de ejemplares antiguos ya sin vida pero llenos de musgos, líquenes y hongos de diversas clases que son una de las maravillas de este sorprendente trayecto.