Washington,

Orlando LIZAMA (Efe)

Estados Unidos conmemoró ayer el quinto aniversario de la caída de Bagdad inmerso aún en una guerra impopular que ha dividido al país y se ha convertido en el más pesado lastre del Gobierno del presidente George Bush.

El 9 de abril de 2003 soldados estadounidenses derribaron en la plaza Firdus de la capital iraquí una estatua del presidente Sadam Hussein en lo que fue la confirmación de la caída de su régimen.

Ése fue uno de los capítulos de una intervención militar iniciada tres semanas antes para derribar a un Gobierno que, según EE UU, promovía el terrorismo y fabricaba armas de destrucción masiva.

Para el Gobierno de Bush y para muchos partidarios de la intervención, ése era el comienzo del fin de una aventura iniciada pese a la oposición de muchos en la comunidad internacional y de los demócratas en el país.

Cinco años después, y con más de 4.000 soldados estadounidenses muertos, el fin de esa intervención no se ve muy cercano. Y el hombre que debía sustituir en el poder a Hussein, el actual primer ministro Nuri al-Maliki no tiene más poder que Muqtada al-Sadr, el líder de las milicias que combaten la ocupación, según afirma el analista militar teniente coronel Rick Francona en un artículo escrito para la cadena de televisión CNBC.

Tampoco la posibilidad de un vuelco en favor de una finalización del conflicto parece cercana, según admitió el martes ante el Congreso el general David Petraeus, al informar de que proyecta suspender transitoriamente las retiradas de tropas en julio debido a la frágil situación de seguridad que vive el país.

«No hemos visto ninguna luz al final del túnel. La botella de champaña ha sido puesta otra vez en la nevera», señaló ante el Comité de Servicios Armados del Senado. «El progreso, aunque es real, también es frágil y reversible», advirtió.

Para no poner en peligro los avances logrados con un aumento de tropas el año pasado, Petraeus informó de que recomendaría una pausa de 45 días en julio en la retirada de soldados. Después de esa pausa, dijo que evaluaría las condiciones sobre el terreno para determinar si es necesario un aumento del despliegue militar. EE UU mantiene en estos momentos unos 156.000 soldados en Irak.

Según los planes anunciados el año pasado, el Pentágono debería retirar cinco brigadas de combate (unos 20.000 hombres) para mediados de julio, con lo que se volvería al nivel de unos 138.000 existente antes del aumento de enero del año pasado.

Según fuentes militares, cualesquiera que sean los cálculos, en Irak habrá más de 100.000 soldados estadounidenses este año y a comienzos del próximo, cuando Bush abandone la Casa Blanca y deje el destino de la guerra en quien le suceda. Y si fuera por los demócratas Hillary Clinton y Barack Obama, uno de los cuales podría ser ese sucesor, la retirada militar de Iraq debería comenzar muy pronto.

No es ésa la opinión, sin embargo, del candidato republicano, el senador por Arizona John McCain. En su intervención del martes ante el Senado, McCain sostuvo que «el aumento de la seguridad ha llevado a una oportunidad más amplia de solución política en Irak» e insistió en que EE UU debe mantener su presencia militar en Irak para evitar una guerra civil.