La siempre controvertida relación del Reino Unido con Europa centró el segundo debate televisado de los tres candidatos a primer ministro en el Reino Unido, que terminó sin un ganador claro, según las primeras encuestas de opinión.

Frente a la incontestable victoria del liberal demócrata, Nick Clegg, ante al laborista Gordon Brown y el conservador David Cameron en el debate de hace una semana, el enfrentamiento celebrado hoy dejó margen para la discusión, porque los sondeos posteriores no se pusieron de acuerdo a la hora de proclamar un vencedor.

Una encuesta elaborada para el diario "The Sun" dio la victoria a Cameron, que no obstante figuró como el perdedor en otras dos, de las cadenas de televisión ITV y Channel 4, que situaron a Clegg como el vencedor, y a Cameron y a Brown prácticamente empatados.

Clegg era el que más presión afrontaba tras convertirse en la gran sorpresa de la campaña para las elecciones del 6 de mayo y porque es el que menos problemas tiene para hablar bien de Europa, un término que a veces parece ajeno en el Reino Unido.

El asunto es delicado, porque puede restar más votos de lo que da y los tres líderes midieron con mucho cuidado sus palabras.

Brown defendió que "hay tres millones de razones por las que debemos ser parte de la Unión Europea, tres millones de empleos que dependen de nuestra pertenencia a la UE" y recordó que "la mitad del comercio del Reino Unido y 750.000 empresas dependen de Europa".

"La idea de que deberíamos volver a aislarnos, estar en los márgenes y no en la corriente central de Europa sería un error terrible", dijo en alusión al líder conservador, que ha alineado a su partido en Bruselas junto a los grupos más euro-escépticos.

"No nos permitamos ser una silla vacía en Europa. Mi miedo es que las políticas de David nos pondría en esa situación", afirmó.

Cameron respondió afirmando que defiende la presencia del Reino Unido en la UE -"porque somos una nación comercial"-, pero criticó que el Parlamento de Westminster "haya transferido muchos poderes a Bruselas" y abogó por recuperar esos poderes para los británicos.

"Quiero que estemos en Europa, pero no gobernados por Europa", añadió el líder conservador, que fue claro con respecto a la adhesión británica al euro: "no quiero que nos unamos al euro. Quiero que mantengamos la libra como nuestra moneda".

El más europeísta de los tres es Clegg, que trabajó un tiempo en Bruselas y que evitó durante el debate mostrarse excesivamente entusiasta con el proyecto común europeo, afirmando que "la UE no es perfecta", pero que hace al Reino Unido "más fuerte" en el mundo.

Dando una de cal y una de arena, admitió que "un club que tarda 15 años en definir el concepto de chocolate no es un modelo de eficacia democrática", al tiempo que insistió en que Londres sólo no puede hacer frente a problemas globales como la inmigración, el crimen internacional, el cambio climático o la crisis financiera.

Clegg ha sido criticado en los últimos días por la prensa más anti-europea de este país por tener una esposa española, una madre holandesa y un padre medio ruso, y se esforzó por mostrarse como una persona que fue criada siempre con "valores británicos".

Personificando el origen de estos ataques en los principios que defiende el Partido Conservador, contraatacó acusando a Cameron de juntar a sus euro-parlamentarios con "locos, anti-semitas, gente que niega que el cambio climático exista y con homófobos".

Europa hizo saltar chispas, pero también la inmigración, un asunto que Brown y Cameron emplearon para hacer frente común contra Clegg por sus propuestas de regularizar la situación de los más de 800.000 inmigrantes sin papeles que hay en este país.

El laborista y el "tory" defendieron reglas más restrictivas para frenar la inmigración y Clegg se esforzó en vano para que le respondieran qué se debía hacer con esos 800.000 "sin papeles".

El impacto del primer debate, que convirtió a Clegg en el protagonista de la campaña, estuvo presente en el inicio del debate, con el reconocimiento de Brown de que no estuvo a la altura y el llamamiento a que las elecciones no se conviertan en un "concurso de popularidad", porque es mucho lo que está en juego.

Cameron, el gran perjudicado por la sorprendente irrupción del líder liberal demócrata, reconoció que los votantes demostraron tras el primer debate sus ansias de cambio, pero indicó que el único cambio real será un Gobierno "tory" con una sólida mayoría, no un Parlamento sin una fuerza política claramente predominante.

Clegg, por su parte, evitó el triunfalismo y se limitó a subrayar que si el 6 de mayo las urnas producen el fin del bipartidismo que apuntan las encuestas servirá para que el Reino Unido vuelva a sentirse una vez más orgulloso de su talante y su espíritu.

El liberal demócrata, que vio como el primer enfrentamiento le dio un empujón de hasta 12 puntos a su partido hace una semana, llegó al debate de hoy en Bristol (sur de Inglaterra) después de que distintos medios publicaran informaciones que ponen en duda la limpieza de la financiación de su partido y de sus propias cuentas.

Clegg las despreció, refiriéndose a estas informaciones como "una historia sin sentido" y una "absoluta basura", e insistió en su mensaje de que el 6 de mayo "podemos hacer algo diferente".

"No repitamos los errores del pasado. No dejen que les digan que esta vez no será diferente. Puede serlo", manifestó.