Nick Clegg, líder del Partido Liberal Demócrata, ha pasado de ser el gran desconocido de la política británica a convertirse en el segundo hombre más poderoso del Reino Unido tras su nombramiento como viceprimer ministro del Gobierno de coalición dirigido por el conservador David Cameron.

Horas después de la designación de Cameron como nuevo primer ministro, el 10 de Downing Street confirmó que Clegg será viceprimer ministro y que otros cuatro miembros de su partido, pese a tener sólo 57 de los 650 escaños de la Cámara de los Comunes, se sentarán en la mesa del futuro Gobierno de coalición.

Hace unos dos meses, Clegg sólo era conocido por uno de cada tres votantes británicos, pero en ese periodo logró romper el tradicional binomio de poder entre laboristas y conservadores, gracias sobre todo a una brillante intervención en el primer debate televisivo que mantuvieron los tres candidatos a primer ministro el 15 de abril.

Ese debate le puso en el punto de mira de la escena política en la que hasta entonces pasaba prácticamente inadvertido en la Cámara de los Comunes y le convirtió en el gran protagonista de la campaña electoral, pese a que las urnas pincharon en última instancia lo que los medios definieron como "el fenómeno Clegg".

A él se refirió la prensa con calificativos rimbombantes como el "Obama británico" o el "Nuevo Churchill", y lo cierto es que su arrolladora irrupción en el panorama político marcó un antes y un después en la formación que lidera desde el año 2007.

No sólo robó protagonismo al discurso del conservador David Cameron, hasta entonces abanderado del "cambio", sino que se erigió en la opción más fresca ante las elecciones del pasado día 6.

La "Cleggmanía" puso además un punto final a la "carrera de dos" en que consistían tradicionalmente las elecciones británicas.

La resurrección de su partido en la geografía política del Reino Unido presentó nuevos planteamientos y su irrefrenable incremento en popularidad planteó por primera vez en décadas la posibilidad, ahora realidad, de un Gobierno de coalición.

Con la misma edad que Cameron, 43 años, Nick Clegg es un eurófilo convencido, en cuyo árbol genealógico abunda la mezcla de orígenes y un marcado cosmopolitismo.

Recibió una educación privilegiada -fue alumno del Colegio de Westminster- y su padre, un banquero conservador, tiene ascendencia rusa e inglesa, siendo su madre holandesa.

Está casado con la española Miriam González, con la que tiene tres hijos -Antonio, Miguel y Manuel-, y su asesor de imagen es alemán.

Su perfecto dominio de cinco idiomas (además del inglés, habla español, alemán, francés y holandés) fue aprovechado por el diario conservador "Daily Mail" para preguntar a los votantes si realmente pensaban que Clegg pondría a los británicos como "prioridad", una puya venenosa contra el líder liberal demócrata.

Agnóstico declarado, aunque educa a sus hijos en el catolicismo por una promesa hecha a su mujer, estudió Antropología en Cambridge, donde desarrolló, además, un gran interés por el teatro, y completó su formación en Minnesota (EEUU), donde acudió a clases de filosofía política y se convirtió en incondicional del músico Prince.

Su carrera comenzó animada por un eminente tory, el conservador Leon Brittan, cuando éste último era comisario europeo.

En el año 2006, Paddy Ashdown, primer líder del Partido Liberal Demócrata, instó al ex periodista Clegg a presentar su candidatura al liderazgo de la formación, aprovechando la dimisión de Charles Kennedy por sus problemas con el alcohol, algo que Clegg rehusó.

No fue hasta que el veterano Menzies Campbell, su antecesor, dejó el puesto en el 2007, cuando Clegg se postuló como candidato a líder y ganó al imponerse, por un margen estrecho, a Chris Huhne.

Antes del pasado día 6, la pregunta que se hacía todo el mundo era si el aplastante triunfo mediático de Clegg y su vertiginoso aumento en los índices de popularidad tenían fundamento o eran simplemente un fenómeno pasajero.

La respuesta es que durarán lo que dure la unidad y la reputación de un Gobierno de coalición que afronta una complicada situación económica, pero que de momento le han convertido en una de las personalidades políticas más influyentes del mundo occidental.