Desde diversos puntos de la parroquia de San Cucao se observa en el horizonte un enorme palacio con dos grandes torres. La construcción, que hasta de lejos impresiona por su tamaño, se alza majestuosa a la vista de quien la contempla desde perspectivas como la que se ofrece desde la parte trasera de la iglesia parroquial de San Cucao. Se trata del palacio de Villanueva, cuyos orígenes algunos autores datan en el siglo XVII. La edificación es monumento histórico, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1995.

Se trata de una construcción palaciega de carácter rural y estilo barroco, “realizada en mampostería y sillar, cuyo desarrollo en planta y en alzado sigue los esquemas clasicistas de otros palacios semejantes de la zona central Asturias”, refiere Ramón Rodríguez en su libro sobre el concejo de Llanera. Este explica que el edificio fue construido por una de las ramas de la familia de los Valdés, propietarios de la Torre de los Valdés (conocida ahora como Palacio de San Cucao tras la apertura de un lugar para celebración de bodas y eventos).

“Del matrimonio formado por Ana María de Valdés, natural de Gendín, en la parroquia de Arlós, con Pedro Díaz de Villanueva, a finales del siglo XVI, nace Andrés Díaz de Villanueva o Díaz de Valdés. Este se casó con María Alonso de Quirós y fueron creadores del mayorazgo de Villanueva y fundadores del palacio conocido como las Torres Nuevas. Su nieto, el capitán Álvaro de Valdés Quirós y Navia Osorio, renovó el mayorazgo de Villanueva en 1709 y 1723 y fue quien probablemente remodeló el palacio y colocó los escudos de armas de los Valdés, los Bernaldo de Quirós y los Navia-Osorio”, detalla Rodríguez.

Habitada hasta inicios de los años ochenta del siglo XX atravesó posteriormente etapas de gran deterioro que hicieron temer por su ruina. Aunque no está rehabilitado,  cuenta con los tejados renovados, circunstancia que ha contribuido a frenar el avance de los daños. Con todo, el conjunto es tan impresionante que merece la pena visita y rodear la localidad de Villanueva para observarlo desde distintos puntos de vista y poder verlo también desde su parte trasera.

El paraje en el que fue levantado es de una gran belleza y el edificio se alza en mitad de grandes y verdes praderías con ganado y en un entorno rural con pocas viviendas en el que destaca sobremanera. El palacio y sus alrededores, que parecieran sacados de un cuento, sigue llamando hoy la atención de quien pasa por la zona. Ya lo hizo, como es fácil de suponer, cuando lucía en todo su esplendor. Jovellanos lo cita en sus “diarios” al relatar una excursión en la que la vuelta se produce por Llanera un lunes 5 de septiembre de 1796: “Vuelta a las cuatro y media por Llanera; vimos las torres viejas y nuevas de San Cucao. Buen país y buen camino; mucho arbolado; un gran cráter; Cayés; viejo puente de Lugones. A la carretera y a casa”, dice describiendo el recorrido.