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Fernando Suárez, en su despacho de Madrid, durante la conversación con LA NUEVA ESPAÑAMODEM PRESS

Las memorias del fallecido Fernando Suárez, el último ministro de Franco que quedaba vivo: una Transición con muchos asturianos, la pornografía y el cese de Pío Cabanillas...

"Coinciden Torcuato Fernández-Miranda en el Legislativo, Valentín Silva Melero en el Supremo y Fernández Campo en la Casa del Rey, más Noel Zapico, Juan Velarde y López Cancio", rememoraba en una entrevista con LA NUEVA ESPAÑA

"No presencié las luchas entre los camisas viejas y los camisas nuevas; y yo no tenía formación falangista", aseguraba

Fernando Suárez González, el último ministro de Franco que seguía vivo, catedrático emérito de Derecho del Trabajo en la UNED y ponente de la Ley de Reforma Política que permitió el paso de la dictadura a la democracia, falleció este lunes en Madrid a los 90 años. El leonés, nacido en 1933, tuvo mucha vinculación con Asturias, donde fue profesor de la Universidad de Oviedo. Él mismo se consideraba "medio asturiano abundante". De hecho se crio en el Alto de Pajares, en la frontera asturleonesa. En una conversación con el periodista Javier Morán, compartía sus recuerdos en tres entregas de una entrevista publicada en 2010. Esta es la reproducción íntegra de sus memorias.

Fernando Suárez González (León, 1933) se considera "medio asturiano abundante". Pasó gran parte de su infancia justo en la línea que separa Asturias de León, en el alto de Pajares, donde su familia, los de Valgrande, levantó un hotel en 1927. Esta condición fronteriza ha sido también propia de su carrera pública, hasta tal punto que es el único caso de político presente en las Cortes "por cuatro cauces distintos: procurador por el Tercio Familiar, procurador como ministro, procurador designado por el Rey tras la muerte de Franco y diputado demócrata de AP por la provincia de Madrid". En aquellas Cortes franquistas se fajó como orador y "en 1968 perdió el Gobierno por primera vez una votación en las Cortes desde 1943". Fue cuando Fernando Suárez pidió la retirada de la subvención pública a la Universidad de Navarra, del Opus Dei. El paso por varias épocas le permitió también "ser el único español que ha votado contra dos leyes de Educación: la de Villar Palasí de 1971 y la de Maravall, con el PSOE". Nombrado ministro en marzo de 1975, vivió de cerca los últimos meses de Franco. "Estuvo lúcido hasta mediados de octubre; era un anciano, pero seguía pronunciando sus frases cortas y sentenciosas".

En aquella época Fernando Suárez promulgó la ley de huelga todavía hoy vigente en España en su mayor parte. "Después de que Franco hubiese pronunciado 80 discursos contra las huelgas como la causa de todos los males de la patria, le llevé el decreto ley y se lo expuse durante una hora. Cuando acabé, me dijo: "Ministro, contra la realidad no se puede ir ", y lo firmó". Suárez se opuso en Consejo de Ministros a las últimas cinco penas de muerte dictadas por Franco, y cuando el dictador enfermó supervisó su hospitalización en La Paz. "No hubo ensañamiento; no se le prolongó la vida y, si acaso, se puede discutir sobre la hora de la muerte, pues alguien pudo pensar que no se certificase el 19 de noviembre, sino el 20".

Tras la muerte de Franco, Torcuato Fernández-Miranda, ya presidente de las Cortes, lo llama: ""Quiero que estés en la ponencia de la ley de Reforma Política", me dijo, y agregó: "Si tú aceptas, estaréis en la comisión los que tú quieras, y si no aceptas, no lo tengo pensado"". Aquella frase era tan maravillosa como falsa, porque él lo tenía todo previsto y me propuso los nombres: "Primero, nadie que haya hecho la guerra; segundo, una señora, Belén Landáburu; tercero, un grande de España, Miguel Primo de Rivera; cuarto Noel Zapico, sindicalista (y aperturista asturiano); quinto, Olarte, del cabildo insular de Canarias, y tú".

Mi abuelo materno, Alberto González, fue pintor de las vidrieras de la catedral de León cuando se restauró en 1902

A Fernando Suárez le tocó demostrar ante las Cortes de la reforma que "los principios del Movimiento, declarados permanentes e inalterables por su propia naturaleza, podían ser modificados". Llegadas las elecciones democráticas, "no me presenté a las de 1977, aunque tuve ofertas de la AP de Fraga y de la UCD de Martín Villa, pero entonces nace el error de considerar que la derecha era la de los que habían sido ministros de Franco, y que el centro era de los subsecretarios, y que los modernos eran todos los que habían estado contra el régimen; eso explica que hoy haya estatuas de Largo Caballero y no de Franco". Para Fernando Suárez, "la verdad es que la democracia la trajo el régimen, junto a Juan Carlos, que fue el heredero y sucesor a título de Rey. ¿Es que hay que pedir perdón por haber estado en el régimen?".

Suárez destaca el "papel esencial de los reformistas asturianos durante la transición: Fernández-Miranda en el Legislativo, Silva Melero en el Supremo, Fernández Campo en la Casa del Rey; más Noel Zapico, Juan Velarde, López Cancio...". Ahora relata sus "Memorias" para LA NUEVA ESPAÑA en esta primera entrega, seguida de otras dos, mañana, lunes, y el martes. 

Un hotel en lo alto. "Mi abuelo paterno, José María Suárez, era de Flor de Acebos, un pueblecito cercano a Pajares. Este hombre tenía la ilusión de construir un hotel en lo alto de Pajares y trabajó toda su vida en Gijón para ahorrar y hacer el hotel Valgrande, en el límite de Asturias y León. Lo que fue el hotel Valgrande histórico, antes de que lo vendiera la familia a Turismo para hacer un parador, es esencial en mi historia particular. Mi abuelo murió recién construido el hotel y dejó a su viuda y a sus hijos metidos allí, haciendo frente a la situación. Uno de esos hijos, mi padre, ya se había casado y vivía en León, donde yo nací, pero todos los demás se metieron en el hotel a gestionarlo. Uno de los hermanos era muy joven, un chaval que iba de acá para allá, de Busdongo a Pajares, y viceversa, esquiando a por el pan o a por la leche, porque allí arriba no había, y este joven muchacho fue campeón de España de esquí durante muchas temporadas: Chus Valgrande". 

Apellido Valgrande. "Este Valgrande es el nombre del lugar, con lo que a Jesús y a toda la familia los llamaban los de Valgrande, y él lo incorporó como apellido. Las hermanas de mi padre vivieron en el hotel y luego fueron saliendo y casándose hasta que vendieron el edificio a Turismo, en torno a los años cincuenta. Hasta entonces fui muchísimo al hotel, en verano, en vacaciones, a ver a mi abuela; pasé allí mucho tiempo de mi infancia e iba a las fiestas del pueblo de Pajares. Luego esta familia se trasladó a vivir a Gijón y de nuevo iba mucho a verlos y a veranear a Gijón. Un hermano de padre, el más joven de todos, murió en la defensa de Oviedo. Estudiaba en la Universidad y fue voluntario en la guerra. Lo mataron el día que se liberó Oviedo, en la Argañosa, casi cuando entraban las columnas nacionales. Lo cuenta en una novela Ricardo Vázquez Prada, que fue director de "Región"". 

Pintor de vidrieras. "Mi padre, José María, que era el mayor de los hermanos, había nacido en Gijón. Estuvo en América de joven, en Cuba y Estados Unidos. Volvió y se casó en León. Fue a trabajar allí como intérprete de inglés de los ingenieros que montaron la Telefónica en León. Mis padres se casaron en torno a 1927. Mi madre era hija de uno de los pintores vidrieros que restauraron la catedral de León en el año 1902. Estaba medio hundiéndose y hubo una importantísima restauración en la que trabajaron los mejores arquitectos que había en España en ese momento. Hubo que reponer las vidrieras y la firma del abuelo materno, Alberto González, figura en alguna de ellas. Este pintor se murió muy joven, cuando estaba empezando su carrera y dejó viuda y tres hijas. A comienzos de siglo, quedarse viuda y con tres hijas era una tragedia griega. Pero mi abuelo era amigo del conde de Sagasta, Fernando Merino, un político leonés muy conocido en aquella época, que le dio un estanco a mi abuela, Monserrat González. Lo regentó hasta que se murió y yo iba mucho por el estanco, de modo que me puso muy en contacto con la vida real, con las gentes de León. Con una de las hijas de Monserrat se casa mi padre: Carmen, que era una de las jóvenes operadoras de Telefónica en León. Tuvieron dos hijos y dos hijas". 

Fernando Suárez, en su despacho de Madrid, durante la conversación con LA NUEVA ESPAÑA

Aprender a leer. "Durante la guerra, el hotel lo invadieron los republicanos. Mi abuela y mis tías salieron de allí, pasaron por los montes de Casares y se fueron a León, a zona nacional, porque eran de derechas. Cuando liberaron todo aquello les devolvieron el hotel en pésimas condiciones y tuvieron que ponerlo en orden. Después de la guerra pasé allí mucho tiempo, a causa del hambre y de las dificultades en León. Mi tía María Teresa, una señora muy culta, que había estudiado en Gijón Profesor Mercantil, se preocupaba muchísimo de que aquel niño no iba al colegio. Entonces me enseñó a leer y es una de las pocas cosas de las que presumo: me enseñó a la perfección, a pronunciar, a entender, a leer muy rápido sin cometer un solo error? A mi tía María Teresa le dediqué mi tesis doctoral". 

Estudian los varones. "Empecé en el colegio tarde, a los 8 o 9 años, en los Maristas de León. Hice el Bachillerato con su examen de Estado, para el que venían los catedráticos de Oviedo. Empecé después la carrera de Derecho porque era una de las tres que había en Oviedo. En León había Veterinaria, que a mí no me gustaba nada, pero en Oviedo había Derecho, Letras o Ciencias. Opté por el Derecho, que era la que había hecho mi hermano mayor. Mis padres tuvieron el empeño de que los hijos estudiásemos, los varones, porque a las hijas no pudieron darles lo mismo. Era gente trabajadora y haciendo esfuerzos, que no eran fáciles en aquella época, pudieron darnos la Universidad a los dos hermanos". 

El SEU no se cuestionaba. "Cambiar de León a Oviedo fue para mí absolutamente decisivo. Era otro mundo: la Facultad de Derecho en aquel momento era una gran Facultad, a pesar de la depuración de los profesores tras la guerra. Allí Torcuato Fernández-Miranda, en primer curso, o Ramón Prieto Bances, y profesores importantísimos como Benjamín Ortiz, que era un canónico de la Catedral que daba Derecho Romano. O Valentín Silva, que era un gran penalista. Naturalmente, la Universidad daba una impronta y una cultura a la ciudad. Había muchas conferencias al margen de lo que eran las clases y tuve la suerte de tener amigos muy lectores. Pasábamos las tardes en la Biblioteca Feijoo, al lado del Convento de las Benedictinas. Empecé a leer a los que en el Bachillerato no se leía entonces, Lorca por el ejemplo, y participé mucho en el SEU (Sindicato de Estudiantes Universitarios). En aquella época no se cuestionaba nada el SEU; la Universidad era así y punto. Había un sitio en el que se podía merendar bastante barato, que era el hogar del SEU y allí íbamos con toda naturalidad. Al matricularse en la Universidad había que pagar la cuota del SEU, creo recordar que 48 pesetas al año, y eso daba derecho a usar todas las instalaciones del sindicato, los campos de deporte, por ejemplo. Es decir, que aquello no se cuestionaba". 

No presencié las luchas entre los camisas viejas y los camisas nuevas; y yo no tenía formación falangista

Respaldo del gobernador para Blas de Otero. "El primer año, como los estudiantes no se conocían entre sí, alguien del SEU nombraba al delegado de curso, pero en segundo ya había elecciones y me eligieron delegado. Y empecé a intervenir en temas políticos precisamente a través del SEU; me daba cuenta de que algunas cosas no estaban del todo bien y empecé a intentar arreglarlas. Hicimos mucho teatro y mucha labor cultural en el SEU, que organizó un buen TEU (Teatro Español Universitario) en Oviedo. Representamos a Lorca en 1953. Hay gente que dice ahora que le prohibían representar a Lorca, pero a nosotros no nos lo impidió nada e hicimos "Mariana Pineda" en el Paraninfo. Sí hubo un problema con motivo de una invitación a Blas de Otero, el poeta. Alarcos había abierto el curso hablando de Blas de Otero y quisimos conocerlo. Lo invitamos a dar una conferencia y cuando ya estaba todo organizado hubo un catedrático de la Facultad de Letras que le pareció muy mal porque le consideraba un corruptor de la juventud y unas cosas terribles. El rector, Silva Melero, se asustó y me llamó. Me planteó que la tarde de la conferencia se fuera la luz en la Universidad y le dije que de ninguna manera. Fui a ver al gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Labadie Otermin, y respaldó el acto. El gran Labadie. Cuando hoy oigo contar que se prohibían, resulta que yo me encuentro con que tuve la experiencia contraria: a mí quien me amparó fue el gobernador frente al rector. Era el año 1954 o 1955". 

La crisis de 1956. "El ambiente de la Universidad de Oviedo, dentro de un orden, era razonablemente liberal. No tuve ninguna limitación especial ni sentimos ninguna camisa de fuerza. Hay un dato importante: en 1956 se produce la primera crisis del régimen, con una manifestación en Madrid, pero en Oviedo eso ni se sentía. Oviedo era un sitio tranquilo y apacible. Tuve la suerte enorme de estudiar esos años con mucho aprovechamiento; sabía que en mi casa había dificultades y no podía hacer el vago. Obtuve matrículas de honor y el premio extraordinario fin de carrera. Y, sobre todo, conocí a Torcuato, que fue determinante en vida. Hice la milicia universitaria en Monte La Reina. Fui alférez de complemento y estuve seis meses en el Regimiento del Milán. Cuando acabé la carrera me propuso el director del Colegio Mayor Valdés Salas que fuera su subdirector, con lo que en total estuve seis años en Oviedo. En el curso 1956-1957 me vine a Madrid, porque me nombraron director del Colegio Mayor Santa María, que era del SEU".  

Contrastes dentro del Movimiento. "Hace poco, escuché a Gonzalo Cerezo, que fue secretario y colaborador de Labadie, hablar de algún episodio de contrastes en el Consejo del Movimiento, entre López Cancio, Labadie o Torcuato, pero para mí en aquel momento eran todos iguales. No eran la gente beligerante de la vieja guardia, que estaban más metidos en organizar actos de la Hermandad de Defensores de Oviedo que en la política del momento. Así que no presencié las luchas entre los camisas viejas y los camisas nuevas. Pero es evidente que Torcuato tuvo en Oviedo un gesto muy importante que fue conmemorar el centenario de Clarín. José María Martínez Cachero lo sabe muy bien y fue testigo de ello. Torcuato pronunció la conferencia inaugural del centenario, ortodoxa para ser pronunciada entonces, pero que leída hoy deja ver su mentalidad liberal. Vino a decir que la historia de España era la de todos y que asumíamos todos los valores, estuvieran en la derecha o en la izquierda. Además, ¿cómo iba a ignorar la Universidad de Oviedo a un escritor excepcional?, agregó. En ese ambiente es en el que me moví yo". 

La Centuria 20 pide un colegio mayor. "A Torcuato lo nombró rector Luis Jiménez, cuando yo estaba en segundo y tercer curso. Estuvo poco tiempo porque inmediatamente vino a la Dirección de Enseñanza Media, en el Ministerio. Más tarde reanudamos la relación. He tenido hasta el presente muy buena relación con su familia y, sobre todo, con su viuda, Carmen Lozana, que es de Gijón, una asturiana ilustrísima. Cuando vine a Madrid a dirigir el Colegio Mayor Santamaría, mi intención era hacer el doctorado. Estuve un año de director de este centro, en la calle de Ceán Bermúdez, donde continúa. Y fue un año sólo porque, como consecuencia de la crisis esa de 1956, nombraron a un nuevo jefe del SEU, que fue Aparicio Bernal. Entonces, el sector más ortodoxo, la vieja guardia del SEU, la Centuria 20 la llamaban, de gente muy falangista, se consideró muy mal tratada con aquel nombramiento de Bernal, al que consideraban amigo de Rubio el ministro, y un profesor que no tenía nada que ver con el sindicato. Enfadadísimos, exigieron un colegio mayor para formar minorías dirigentes y entonces me echaron a mí para hacer un colegio de la primera línea de la Falange. Aquello no era para mí porque no milité ni en Falange ni en el Frente de Juventudes. En los Maristas de León no había esas cosas. En cambio, al SEU pertenecía yo con muchísimo gusto, pero ya digo que no tenía esa formación de falangista, y eso que tengo mucha admiración por José Antonio Primo de Rivera. Entonces fue cuando me relevaron y me fui al Colegio Mayor Menéndez Pelayo, un colegio para preparar oposiciones".

  • Fernando Suárez González nace en León en 1933. Se licencia en Derecho en la Universidad de Oviedo con premio extraordinario fin de carrera y después obtiene el doctorado en la Universidad de Bolonia con una tesis sobre la extinción de los contratos laborales. 
  • Dirige dos colegios mayores en Madrid y, particularmente, el Diego de Covarrubias desde 1960 a 1970. Mientras, desempeña la docencia universitaria y en 1969 obtiene la cátedra de Derecho del Trabajo en la Universidad de Oviedo, y posteriormente pasa a la Universidad Complutense de Madrid. 
  • En 1973 fue nombrado director general del Instituto Español de Emigración. Es elegido procurador en Cortes por el Tercio Familiar por la provincia de León y forma parte de la Cámara desde 1967 a 1971. 
  • En marzo de 1975 fue nombrado vicepresidente tercero y ministro de Trabajo en el último Gobierno del general Francisco Franco. Dejó el Ministerio en diciembre de 1975 y a continuación fue designado por el Rey Juan Carlos como procurador en Cortes. 
  • Fue miembro de la ponencia que defendió el proyecto de ley para la reforma política. Sus discursos en el Pleno de las Cortes españolas en defensa de dicho proyecto destacaron por su brillantez. 
  • En 1982 se presentó a las elecciones generales con Alianza Popular por la circunscripción de León. En 1984 fue designado diputado europeo. 
  • Es catedrático emérito de Derecho del Trabajo de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. En 2007 ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

El gran espectáculo de la democracia. "Hice la tesis doctoral en el Colegio de España de Bolonia, en 1957 y 1958, sobre la terminación del contrato de trabajo en las crisis de la empresa, lo que se llaman ahora los ERE. Italia era otro mundo. En la mesa del Colegio teníamos a comer al alcalde comunista y al cardenal Lercaro, Giacomo, aunque le llamaban Giacomino porque era pequeñín. La situación era como la de don Camilo y don Peppone, los personajes de Guareschi. Y había mítines del Partido Comunista en la plaza de Bolonia, que eran una cosa muy importante. Y estaban los socialdemócratas o los democristianos. Era el gran espectáculo de la democracia y reaccionábamos de distinta manera. Había quienes decían que aquello había que traerlo ya a España, pero yo me hacía más cargo. Me preocupaba que se pusieran en marcha movimientos que no se pudieran dominar. Teníamos muy reciente la guerra y los errores de los partidos políticos en los años treinta. Pero aprendimos mucho y entendíamos que España tenía que ser un país normal como los demás. Eso sí que lo traje muy claro de Bolonia".

Director del Covarrubias. "Al volver, Torcuato Fernández-Miranda me nombró director del Colegio Mayor Covarrubias de Madrid en el que estuve diez años, de 1960 a 1970. Al mismo tiempo preparaba las oposiciones a cátedra y era profesor ayudante en la Universidad. Dirigir el Covarrubias fue una de las cosas más importantes de las que he hecho en mi vida. Fui muy exigente con los alumnos y protestaban mucho. Por ejemplo, en el colegio no había televisión porque me parecía que a lo que tenían que dedicarse era a otra cosa. Exigí mucho, pero ahora me están infinitamente agradecidos. Se les exigía estudiar y el ocio inteligente. Quien destacara en esa década en España seguro que estuvo dando conferencias en el Covarrubias, desde Tamames a Cela. Había conciencia crítica. En la biblioteca del colegio podían encontrar lo que quisieran. Eso de que no se podía leer el "Manifiesto comunista" es falso. Pero piedras en la calle, ni una. La Ciudad Universitaria de Madrid estaba muy agitada y el Ministerio de la Gobernación de la época tenía preocupación por controlar la Universidad, y no se le ocurrió mejor idea que algunos jóvenes policías solicitaran ingresar en los colegios mayores. Monté en cólera cuando me enteré de eso y se fue el joven policía del colegio. Le dije al ministro: "De lo que pasa aquí respondo yo o no responde nadie". Por el Covarrubias pasaron Solbes, Borrell, Álvaro Espina, Paco Ramos..., y asturianos como Javier Casielles, que fue alcalde de Pravia, o Guillermo Hevia, arquitecto de Gijón, o los Cossío, de Oviedo".

"En el Colegio Covarrubias se leía el 'Manifiesto comunista', pero piedras en la calle, ni una"

Procurador en Cortes. "Estando allí hubo una pequeña apertura del régimen. Se convocaron las elecciones de 1967, como consecuencia de la ley Orgánica, y se permitió que se eligiera a 102 procuradores en Cortes representantes de las familias, el Tercio Familiar. Me presenté en León y salí elegido. Las oposiciones a cátedras de Derecho del Trabajo se convocaron en 1969 y en 1970 voy a la cátedra de Oviedo. Y en 1971 dejo las Cortes porque, primero, era muy cansado todas las semanas ir y venir a Madrid y, segundo, porque no comprobé que hubiera la verdadera voluntad de apertura que yo pensaba. Las Cortes eran muy apacibles porque la mayoría la tenía el Gobierno. Los familiares hicimos reuniones fuera de la Cámara, para tener iniciativas propias, pero al ir una vez a Ceuta nos prohibió la reunión el gobernador militar. En esas Cortes tuve una actuación espectacular, porque gané la primera votación que perdía el Gobierno de Franco desde 1943. Era una anécdota, que consistía en que el presupuesto de la Universidad de Oviedo era de unos 80 millones de pesetas, pero se subvencionaba a la de Navarra, que era del Opus Dei, con 100 millones. Y no sólo eso, sino que esta Universidad decía en sus publicaciones que no recibía ninguna ayuda del Estado. Me enfadé y presenté una enmienda para que se suprimiera esa línea de ayuda. La ponencia no la suprimió y me dieron derecho a defender la enmienda en la sesión de la comisión correspondiente".

"Un tal Suárez". "Y fue la cosa de que coinciden los astros. Primero, había prisa por aprobar los Presupuestos (era ya marzo) y esa tarde el presidente de las Cortes decidió que se prolongara la sesión después de cenar. No había una sesión nocturna desde la destitución de Alcalá Zamora en las Cortes de la República. Y segundo acontecimiento: Alejandro Fernández Sordo, que era delegado nacional de Prensa del Movimiento, daba una cena a directores de periódicos de Madrid en el hotel Palace. Al acabar, les dijo que las Cortes estaban reunidas esa noche por primera vez en muchos años. Y en presencia de todos los directores de prensa de Madrid me dieron la palabra para defender la enmienda. Acabó la sesión a las ocho de la mañana. Fue un escandalazo porque había pocos procuradores y al ver que la votación se iba a producir suspendieron la sesión para llamar a los que faltaban. Fue una cosa tremenda, pero al final gané la votación. Los titulares del día siguiente decían: "Insólito, sentada en las Cortes" (estaban de moda las sentadas en la Universidad), o "Un tal Suárez", que tituló Rodrigo Royo, director del "SP". Se suprimieron los 100 millones porque era un abuso de poder. Esa subvención no era del ministro de Educación, sino del de Hacienda, que era del Opus. Era una cosa muy estruendosa. Como en aquel momento había la batalla de los tecnócratas del Opus con el Movimiento, se supuso que la enmienda me la había encargado el Movimiento. Pero yo lo había descubierto porque mirando las subvenciones a los colegios mayores, que era lo que me preocupaba, descubrí esa partida. Tiempo después me hice amigo de la Universidad de Navarra, y he pagado para que viva y perviva".

Contra dos leyes de Educación. "Total, que a partir de ese momento fui un procurador en Cortes conocido. En 1971, antes de irme, la ley de Educación de Villar Palasí fue un gran sufrimiento para mí. Tuvo un solo voto en contra en el Pleno, el mío, y es muy duro levantarse para votar "no" con todo el Gobierno enfrente, con Carrero Blanco y todos los ministros; pero lo hice. La "ley Palasí" tenía muchos progresos (elevar la educación obligatoria a los 14 años, o unificar la educación en toda España para dar las mismas oportunidades en los pueblos que en las ciudades), pero tenía mucho de encíclica. Me irritó sobremanera que en el preámbulo de la ley Palasí dijera que una ley de Educación tiene que tener la menor dosis de juridicidad posible. Quería decir que no es cuestión del derecho, sino de la pedagogía y tal. Pero en el tratado de derecho administrativo de Villar Palasí la juridicidad se define como limitación del poder. Por tanto, la menor juridicidad es la menor limitación del poder. Voté en contra y me quedé tan contento. Ricardo Díez-Hochleitner, el subsecretario de Educación, que había venido de la UNESCO con toda clase de novedades, todavía no me lo ha perdonado. No se puede presumir de la educación actual y desde mi punto de vista el origen está en la ley de Villar Palasí. Años después, el ministro Maravall lo arregló del todo. Y como volví a las Cortes en 1982, me cupo el honor de votar en contra. Soy el único español que ha votado contra dos leyes de Educación en las Cortes dos épocas tan diferentes".

Fernando Suárez

Carlos Arias, dubitativo. "Deje las Cortes de Franco en 1971 y estaba en Oviedo muy a gusto, dedicado a mi cátedra. En 1973 me llama Licinio de la Fuente, ministro de Trabajo, para que fuera director general de Emigración. Me tocó principalmente gestionar el regreso de la emigración, que el Gobierno había llevado muy bien desde que España había necesitado colocar a dos millones de trabajadores en el extranjero, porque había mucho paro, y en Europa los necesitaban. Yo discutía las condiciones de los contratos de trabajo con el Instituto Federal de Empleo alemán, que lo centralizaba. En el presente, a la inversa, hay 17 políticas de inmigración, una por cada autonomía, y es un desconcierto. En octubre de 1974, Carlos Arias me pidió que fuera a la Secretaría General de la Presidencia. Fue un momento de intento de apertura, porque, aquí, lo que está claro es que para mi generación política de la derecha la democracia tenía que ser el desenlace del régimen. De vez en cuando el régimen se asustaba de la apertura y vuelta atrás. Arias había pronunciado el discurso del "espíritu del 12 de febrero", en 1974, que nos devuelve la ilusión de que las cosas iban abriéndose. Pero Arias era un personaje dubitativo. Por una parte era consciente del tiempo en que vivíamos, de lo que pasaba en Europa. Pero luego comía con algunos históricos y se asustaba. Le decían que la apertura era "una traición a los muertos" y que volver a los partidos era volver al caos. Total, que le convencías por la mañana de una medida aperturista y luego, por la tarde, decía que tenía que reflexionar y la aplazaba".

Ministros aperturistas. "Se produjo en aquel momento la crisis de Pío Cabanillas, ministro de Información y Turismo. El régimen no entendía: una cosa era apertura política y otra que de pronto hubiera pornografía. Debió de haber un dossier muy gordo sobre revistas que publicaban pornografía y entonces le dijeron a Arias que relevara a Pío, y lo cesan el 29 de octubre de 1974, el mismo día en que yo tomé posesión de la Secretaría de Presidencia, lo cual era una cosa paradójica. "¿No hemos venido a ayudar a la apertura?", me pregunté. A los seis meses se fue Licinio de la Fuente del Ministerio de Trabajo y me llamó Arias. "Presidente, es que aquí no sabemos bien lo que pretendemos; hay que decidir por un camino o por otro". Y entonces me explicó que había conseguido del Generalísimo cesar a los ministros más reaccionarios, y que entrábamos Álvarez de Miranda, asturiano de Grado, un señor excepcional; Fernando Herrero Tejedor, padre de Luis Herrero; José María Sánchez Ventura, José Luis Cerón?, era la apertura dentro del sistema".

Anciano, pero sentencioso. "En los meses que yo le traté, de marzo a octubre de 1975, no puede decirse que Franco no estuviera en condiciones. La cabeza la tenía completa; era un anciano, pero hacía frases cortas y sentenciosas y acertaba en casi todas. El general Franco era un personaje excepcional. Yo le llevé el decreto ley de Huelga, que casi está en vigor porque luego lo modificó Rengifo, el primer Ministro de Trabajo de Adolfo Suárez, pero no se ha aprobado una ley de huelga después de la Constitución. Nadie se ha atrevido. Pues yo, después de que Franco había pronunciado ochenta discursos contra la huelga como la causa de todos los males de la patria, fui un día con el decreto porque había que reconocer la huelga; era imposible negarla, y menos en el marco europeo, y porque estábamos en el aperturismo, por lo menos eso estaba en mi mente. Hablé una hora con Franco, mano a mano, con el texto delante. Me había leído todos los discursos suyos, donde hablaba de los inconvenientes, y estudié la fundamentación. Había garantías: el preaviso, o que no podía haber huelgas de solidaridad. Cuando acabé, me dijo: "Ministro, contra la realidad no se puede ir". Y el decreto ley está firmado por el Generalísimo Franco".

"Debió de haber un dossier muy gordo sobre publicaciones de pornografía y cesan a Pío Cabanillas"

Las últimas penas de muerte. "El terrorismo fue un drama. Franco había indultado en el proceso de Burgos, en 1970, a todos los terroristas de entonces, entre los que también había asesinos. Después de lo cual se produce el asesinato de Carrero, o la bomba de la calle Correo. Después mataron a miembros de la Guardia Civil y se aplicaron las leyes con mucho rigor. Era muy difícil no aplicarlas porque era un momento en el que a Carlos Arias le acusaban de debilidad. Y hubo cinco ejecuciones, las últimas en España, aunque en Europa aplicó penas de muerte después Giscard, en Francia. Yo no estaba de acuerdo, eso lo sabe todo el mundo; no soy partidario de la pena de muerte. Entonces el problema era si dimites o no dimites. De las deliberaciones del Consejo de Ministros no puedo hablar; juré secreto".

La hora de la muerte. "La Residencia de La Paz dependía de mi Ministerio, Trabajo y Seguridad Social, de modo que yo estaba a la puerta de La Paz cuando llegó la ambulancia con el Generalísimo. Yo acudía cada vez que iba la mujer, la hija o los Príncipes. Con los médicos tuve mucho contacto y el marqués de Villaverde se comportó admirablemente desde mi punto de vista. Yo no creo que él vendiera las fotos de Franco en agonía. Lo que yo presencié fue a un marqués de Villaverde dedicado a lo que le hiciera falta a su suegro. Es mentira que hubiera ensañamiento y no se le prolongó la vida. Los doctores de La Paz, muy solventes, respaldaron lo que se hacía. Si acaso?, si acaso, la hora de la muerte? Pudo suceder que alguien pensara que no fuera el 19, sino el 20 de noviembre, porque un 20 de noviembre había muerto José Antonio Primo de Rivera, y entonces se producían dos fechas seguidas de luto, y se pensaba que se iba a conmemorar la muerte de Franco durante mucho tiempo. No sé en qué momento exacto se produjo el fallecimiento. Había un chiste de la época: la suma de los dígitos del 18-07-36 (inicio de la Guerra Civil) más los del 1-04-39 (final de la contienda) daban 19-11-75".

Todos los nombres previstos. "Cesé en diciembre como ministro y me fui muy tranquilo a casa, pero el Rey me nombra procurador en Cortes, de modo que yo he sido el único español que ha acudido por cuatro cauces diferentes a la Carrera de San Jerónimo: procurador nombrado por el Rey, procurador familiar, procurador como ministro, y diputado demócrata en 1982. En aquel momento hubo la batalla interna del nombramiento de Torcuato Fernández-Miranda como presidente de las Cortes. Arias no era muy entusiasta de Torcuato y ahí el Rey debió de emplearse a fondo y fue un acierto, porque en esas circunstancias era más importante la presidencia de las Cortes que la del Gobierno. Torcuato organizó la Reforma Política y me llamó. Había sido profesor mío en Oviedo y era listísimo: "Quiero que estés en la ponencia de la Reforma". "¿Y quiénes son los demás?". Y me dijo una frase tan maravillosa como falsa: "Si tú aceptas, los que quieras; si no aceptas, no lo he pensado". "Bueno, veamos". Él lo tenía todo previsto: "Nadie que haya hecho la guerra". "De acuerdo". "Y una señora: Belén Landáburu, de la Sección Femenina; ¿y qué te parece un grande de España apellidado Primo de Rivera; y Noel Zapico, sindicalista; y Olarte, del Cabildo de Canarias?". Él tenía los nombres muy pensados y yo le dije que "sí" a todos. Noel Zapico, aperturista asturiano, era amigo mío, un tío sano y noble".

Orador y sofista. "Miguel Primo de Rivera presentó la ley de Reforma y cuando subieron a la tribuna los enmendantes a la totalidad, la dialéctica de llevar la contraria me la encargaron a mí. Era francamente lo difícil. Aparte de Blas Piñar, que estuvo brillantísimo, y Raimundo Fernández Cuesta, un gran orador, el más impertinente y el más agrio fue Fernández de la Vega, hermano del padre de María Teresa Fernández de la Vega. Salió bien y se aprobó la Reforma Política con amplia mayoría. Lo difícil era que los principios del Movimiento habían sido declarados "permanentes e inalterables por su propia naturaleza". Claro, desmontar esa afirmación es lo que era muy complicado y ésa fue mi tarea. "Gran orador y por tanto gran sofista", ha dicho después de mí el periodista Abel Hernández".

Error para la reconciliación. "No me presenté a las elecciones de 1977. Tuve ofertas para ser número uno en León por AP, de Fraga, y por UCD, de Rodolfo Martín Villa. Pero yo no sabía ir a León y decir que había que votar a Fraga y no a Rodolfo, o al revés. Para mí era todo lo mismo y me quedé en casa. Esa división fue un error: pensar que la derecha eran los ministros y el centro, los subsecretarios... Eso fue una equivocación absoluta. Los efectos fueron que la reconciliación nacional no fue entre el régimen y los que estaban fuera del régimen, sino de los modernos todos contra el régimen, y eso explica que haya hoy estatuas de Largo Caballero y no las haya de Franco. Cuando la verdad es que la democracia la trajeron el régimen y Juan Carlos, heredero y sucesor a título de Rey. ¿Es que había que pedir perdón por haber estado en el régimen? ¡Qué locura era aquélla! Y entonces ya me cabreé y me pasé a Fraga en 1979, pero no salí elegido por León. Y luego, en 1982, sí fui diputado por Madrid, número dos de Fraga, quien cuenta en sus memorias que Martín Villa no permitió que yo fuera por León".

Redondo vota contra González. "En la oposición di dos o tres momentos de dificultad al PSOE. Conseguí que votara con nosotros Nicolás Redondo, de UGT, contra la ley de Pensiones de González. Tuve que pedir a mi grupo parlamentario que, cuando Redondo se pronunciara en la votación nominal, no armara follón. Como oposición, éramos más serios. Rubalcaba me dijo hace poco que "con vosotros daba gusto". En enero de 1986 entramos en Europa y pedí ser eurodiputado. Me hacía ilusión que mi generación entrara en Europa. Los primeros 60 eurodiputados los nombró el Congreso. Y en las siguientes elecciones españolas Fraga decide que los que estamos en Europa nos quedamos en Europa, sin pedirnos opinión. Así que se quitó a Fernando Suárez de en medio. He tardado muchos años en saber por qué. Había presión contra Fraga por mis "ideas izquierdistas", decía la banca. Me quedé en Europa hasta que Aznar llegó e hizo la lista. Yo no pedí nada. Siempre he tenido jefes superiores a mí en algo: Fraga, Arias, Torcuato, infinitamente más importantes que yo. Pero en el caso de Aznar, no me pareció que fuera jefe para mí. Y se había producido el congreso de Sevilla, el de la refundación, en 1989, cuando sucede que el partido de Fraga era la derecha que no llegaría a ninguna parte y necesitaba a los que habían sido derrotados con toda limpieza en 1982: la UCD. No asistí a ese congreso y fue un acto de manifiesta discrepancia. A partir de ahí ya me desvinculé".

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