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Fantasmas del paraíso natural

Cuatro mamíferos y tres aves han desaparecido de Asturias en tiempos históricos a causa de la presión humana y de los cambios ambientales

Fantasmas del paraíso natural

Asturias puede presumir de la riqueza de su fauna. Pero a su diverso y complejo mosaico de especies le faltan piezas. Sin contar las bajas prehistóricas (los dinosaurios y la gran fauna glacial, principalmente), en los dos milenios de historia se han perdido varias especies de aves y de mamíferos, aunque sólo una se ha extinguido en todo el mundo: el alca gigante. El resto son "extinciones locales", animales que han dejado de formar parte de nuestra naturaleza, pero que subsisten en otras áreas. En esta categoría entran seis especies. Además, una veintena larga de aves ha dejado de criar en nuestra región, aunque sigue frecuentándola en los pasos migratorios, en invierno o en sus movimientos dispersivos desde otras regiones peninsulares.

El alca gigante, prima colosal y no voladora de la actual alca común, se extinguió a mediados del siglo XIX a causa de la caza brutal a la que fue sometida. Habitaba en las costas atlánticas de Canadá y el noreste de Estados Unidos, en el oeste de Groenlandia, en Islandia, en las islas Británicas y en Escandinavia, y en invierno, cuando se desplazaba hacia el Sur siguiendo los bancos de peces, llegaba hasta Florida, Gibraltar y Sicilia. Su presencia en Asturias está acreditada sólo por unos restos óseos aparecidos en el yacimiento romano de la Campa Torres, en Gijón, datados hacia el siglo IV, que constituyen también la única evidencia histórica de la especie en España (sí aparece en yacimientos prehistóricos, con una antigüedad de entre 32.000 y 3.800 años, repartidos entre Guipúzcoa, Gibraltar y Almería). El hecho de que únicamente se tenga noticia de un ave aislada sugiere que su llegada fue accidental, producto de un extravío; probablemente se vio arrastrada por condiciones meteorológicas adversas durante un desplazamiento invernal particularmente largo. Esta propuesta encaja con los crudos inviernos que se registraron en Europa entre los siglos I y IV.

También se ha perdido para siempre la subespecie del noroeste peninsular de la cabra montés o íbice ibérico, el mueyu, aunque la especie -endémica de España y Portugal- pervive y mantiene saludables poblaciones de otras dos razas (una cuarta, el bucardo, de distribución pirenaica, se extinguió en 2000). Este bóvido desapareció de Asturias en 1853 y hacia 1890 se extinguió en su último bastión, la sierra portuguesa de Gerés. Según la información recogida en el "Diccionario Geográfico-Histórico" de Martínez Marina, el mueyu habitaba en toda la cordillera Cantábrica y en los Picos de Europa, "en particular en los concejos de Amieva y Cabrales", que fueron su último reducto regional. Aunque se movía por "los despeñaderos más inaccesibles", no pudo escapar a las armas de fuego. Fue perseguido por su carne y por sus cuernos, cuyas vainas se utilizaron para elaborar frascos de pólvora y bocinas. Se trató de reintroducir, sin éxito, en el antiguo Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, a iniciativa del marqués de Villaviciosa, y una segunda tentativa parece haber dejado cierta herencia genética en algunas cabras de los Picos de Europa, pero el mueyu nunca regresó. Sí cuajó posteriormente su reintroducción en Riaño (León).

La persecución humana también erradicó de nuestra comunidad a la ballena franca glacial o ballena de los vascos, cuya caza fue la base de la prosperidad de los puertos medievales asturianos entre los siglos XIII y XVI. Desapareció en el siglo XVIII; en el País Vasco aún se cazaron cuatro en el siglo XIX y un último ejemplar, en 1901. Protegida desde 1937, su población se ha recuperado, pero apenas suma unos pocos cientos de ejemplares. Aún más crítica es la situación del zarapito fino, una limícola siberiana que probablemente no llegue hoy a los cincuenta individuos. De su paso por Asturias (invernaba en el norte de África) tenemos noticia a través de la captura de dos ejemplares, en 1901 y en 1910, y de supuestas observaciones en el concejo de Valdés hacia esa misma época. La información disponible sugiere que era regular en el paso otoñal y en invierno en el sur de la península Ibérica y en Baleares aún a mediados del siglo XIX. A partir de la década de 1940 sufrió un declive brusco y acelerado.

Al lagópodo alpino lo expulsó de nuestras montañas el cambio climático que sucedió a las glaciaciones que lo trajeron hasta ellas en el Pleistoceno. Sobrevivió hasta los años treinta del siglo XX, cuando todavía se recogen referencias de "perdices blancas" en el macizo de Ubiña. Esta misma zona ha revelado la identidad del lince que habitó en Asturias en tiempos históricos, hasta finales del siglo XIX o principios del XX. Se trataba del lince boreal, al que corresponde un esqueleto de pocos siglos de antigüedad hallado en una sima de Quirós. Aún hoy se citan observaciones del "gato veto" en esas montañas.

El meloncillo, presumiblemente introducido por los árabes en la península Ibérica, parece haber habitado en el sur de la región, donde constan dos citas en el siglo XIX. Al otro lado de la cordillera se ha mantenido hasta la actualidad una pequeña población.

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