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El Suroccidente esconde un tesoro barroco

Una investigación del historiador Pelayo Fernández saca a la luz la importancia de los retablos y la imaginería religiosa de los siglos XVII y XVIII en Cangas del Narcea, Salime, Allande, Tineo, Ibias y Pesoz

El Suroccidente esconde un tesoro barroco p. f.

El suroccidente asturiano guarda un gran tesoro barroco formado, sobre todo, por retablos e imaginería religiosa de los siglos XVII y XVIII. La dificultad de acceso a la zona hizo que la gran mayoría de las obras sobreviviera a los incendios en iglesias y conventos de otros lugares de Asturias durante la Revolución de Octubre y la Guerra Civil, como sucedió en Gijón, donde no se conserva casi nada, o en las cuencas mineras. "En el Suroccidente se conserva todo casi íntegro, porque el acceso por las montañas era mucho más difícil", afirma Pelayo Fernández Fernández, licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo y autor del estudio "Retablo y la escultura barroca en el suroccidental de Asturias".

Pelayo Fernández ha dedicado los últimos 9 años de sus 34 de vida a catalogar las obras religiosas de esta etapa artística en esta zona asturiana. El pasado mes de junio presentó la tesis doctoral en la Universidad de Oviedo, dirigida por el profesor de Historia del Arte Javier González Santos.

Eligió ese territorio porque estaba poco estudiado, sobre todo en comparación con Oviedo, donde también se conservan obras destacadas de ese periodo. "El suroccidente de Asturias es una zona muy rica culturalmente y creí que se merecía un estudio general de todas las manifestaciones. La gente, en general, valora más lo medieval y hay muchos más estudios en ese campo. Desde el siglo XVIII se consideró el Barroco un arte decadente", señala.

La conservación de un gran número de obras no es sinónimo de su buen estado. "Las hay mal conservadas, otras a punto de perderse y otras en buen estado. También hubo buenas y malas restauraciones". El historiador ovetense no cree que, por el momento, vayan a ser restauradas. "Hoy en día está complicado. Restaurar es muy caro". En su opinión, este estudio debería llevarse a "todas las manifestaciones, no solamente escultóricas, sino de todo el arte mueble, órganos, mobiliario?".

La investigación para su tesis se centró en piezas de los concejos de Tineo, Cangas de Narcea, Allande, Ibias, Degaña, Grandas de Salime y Pesoz. Muchas son de producción local. Manuel de Ron, vecino de Cangas del Narcea, realizó la traza del retablo mayor del santuario de Nuestra Señora del Acebo. Sobre ese diseño realizó el retablo el escultor Francisco Arias entre 1687 y 1691. Esta obra recogía las novedades del estilo Barroco decorativo de los retablos del monasterio de San Juan Bautista de Corias, la mayor obra del Barroco asturiano, la preferida de Pelayo Fernández.

En el Suroccidente también hay obras de importación "costeadas por nobles o por mecenas que las traían directamente de fuera de Asturias para adornar capillas o iglesias y que son de más calidad". Muchas venían de Villafranca del Bierzo (León), que tenía muy buenos maestros, como el arquitecto Francisco González y el escultor Pedro del Valle, autores del retablo mayor y los colaterales del monasterio de Corias. Los dos eran grandes maestros cualificados que habían trabajado en las catedrales de Astorga y de Santiago de Compostela.

También hay obras que fueron donadas, como el Niño Jesús de la colegiata de Grandas de Salime, que data del primer cuarto del siglo XVII. Es una importación sevillana que está relacionada con el Niño Jesús de la Hermandad Sacramental de la catedral de Sevilla, hecho por Juan Martínez Montañés y policromado por el pintor Gaspar Raxis.

Pelayo Fernández menciona dos talleres que fueron estudiados por primera vez por el catedrático de Historia del Arte Germán Ramallo en los ochenta. Ramallo es el primer historiador de la escultura barroca en Asturias, en su tesis "Escultura barroca en Asturias", publicada por el Instituto de Estudios Asturianos en 1985.

Del taller de Cangas salió el retablo mayor de la colegiata de Santa María Magdalena, hecho entre 1642 y 1647 por Pedro Sánchez de Agrela. También el retablo mayor de la colegiata de San Salvador de Salime, realizado entre 1628 y 1631 por el escultor Juan de Castro y que supuso el inicio de la actividad del taller. Ambos retablos fueron policromados por Pedro Díaz de Villabrille.

El otro taller de la zona es el de Corias. El retablo mayor del santuario de Nuestra Señora de la Encarnación de la ría de Cangas, de José Bernardo de la Maena, en 1771, y que terminó con el barroco decorativo, fue su último trabajo. "En estos talleres había un maestro o dos y, después, los aprendices y oficiales. Allí se hacía la obra, se labraban los retablos, las imágenes?".

En una primera fase, el estudio de Pelayo Fernández se documentó en el Archivo Histórico de Asturias, el Archivo Histórico Diocesano y el Municipal de Oviedo, los archivos familiares del Conde de Toreno y el Archivo Histórico Nacional de Madrid. "No fue difícil acceder a la documentación. Se conserva bastante, aunque no tanto como esperaba, sobre artistas y esculturas en general. Se perdió mucha documentación en la Guerra Civil", declara Pelayo Fernández.

La siguiente fase fue realizar un trabajo de campo que consistió en visitar y fotografiar todas las obras que se conservan. Así hasta terminar una tesis que ha conseguido catalogar cada obra, con su autor, la cronología, las medidas y las restauraciones.

Al historiador Pelayo Fernández le gustaría poder continuar con la investigación de esta época en otros lugares de Asturias. "Aún queda mucho por hacer en la zona oriental y en la zona de la costa occidental".

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