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El doble sentido de la trayectoria de Asturias en el seno de la Unión

El Principado protagonizó una gran transformación desde su adhesión al "club" europeo a la vez que perdió posiciones en el conjunto español

Escolares de Sama de Langreo, en un homenaje a la bandera de la UE en el exterior del Parlamento asturiano en mayo de 2005. nacho orejas

El 29 de marzo de 1985 los corresponsales de prensa españoles en Bruselas entonaron de madrugada el "Asturias, patria querida" de forma espontánea. Fue un homenaje al avilesino Fernando Morán, ministro socialista de Asuntos Exteriores. España acababa de culminar al alba la negociación que materializó una longeva aspiración nacional: la incorporación del país a la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), la actual Unión Europea (UE).

El tratado de adhesión se firmó dos meses y medio después: el 12 de junio. De ello hizo anteayer 30 años. Seis meses y medio más tarde, el 1 de enero de 1986, España se convirtió en miembro de pleno derecho del "club" europeo, una de las áreas más prósperas y desarrolladas del mundo y la que más ha sabido conciliar la libertad de mercado con las políticas sociales y el Estado de Bienestar. Las tres décadas transcurridas permiten asegurar, con visión retrospectiva, que sí había motivo para la satisfacción y el canto aquella noche.

Desde 1985 España ha protagonizado una de las transformaciones más espectaculares de su historia. Y tanto en términos cuantitativos como cualitativos. La esperanza media de vida pasó de los 76 a los 92 años. La población, de 38 a 47 millones de personas. Pese a la feroz crisis económica iniciada en 2008, hoy España tiene una tasa de actividad del 59,45% frente al 49% de entonces: la población activa saltó de los 13,98 millones a los 22,89 millones actuales. La población ocupada sumaba entonces sólo 11,04 millones de personas. De modo que hoy, pese a la destrucción de empleo de los últimos siete años, pese a que el volumen de parados (5,44 millones según la encuesta de población activa) es superior al de entonces (3,05 millones) y aunque la tasa de paro se sitúa en el 23,78% (frente al 21,5% de hace 30 años), la España de 2015 da ocupación y empleo a 17,45 millones de personas: 6,41 millones más que antes de la entrada en la UE.

La inflación entonces acababa de dejar atrás los dos dígitos pero aún crecía a una tasa superior al 7%. Hoy cae a un ritmo anual del 0,2%. Merced a los ingentes recursos recibidos de la UE (entre 90.000 y 200.000 millones de euros hasta 2013, según distintos cálculos y dependiendo de qué conceptos se contabilicen), España pasó de una dotación en infraestructuras equivalentes al 35% del promedio europeo a situarse en la media del área. Los kilómetros de autovías pasaron de 2,718 a 15.965. Hoy España está a la cabeza en sobrecapacidad por el despliegue de equipamientos: autovías, puertos, aeropuertos y alta velocidad ferroviaria. Es líder en Europa en kilómetros de AVE.

La red española de bibliotecas más que se dobló: pasó de 3.241 a 6.608. Y lo mismo la de museos: saltó de 700 a 1.530 centros. La renta per capita de los españoles estaba en el 50% de la media europea. Hoy se sitúa en el 97%. Del equivalente a 8.000 euros se pasó a 25.000.

En investigación científica y técnica España sigue en la cola pero, aun así, también se ha producido una contundente mejora: entonces el número de patentes por ciudadano apenas representante el 9% del promedio de la Unión. Hoy equivale al 40%.

También ha habido aspectos negativos. Algunos de ellos son la pérdida de peso industrial en una economía que se ha terciarizado muy rápido, pero este comportamiento no es exclusivo de España sino común a los países avanzados, aunque aquí se haya agudizado por la potencialidad del sector turístico y de los servicios.

La insuficiencia de la tecnología y de la innovación e investigación españolas, junto con la levedad relativa del peso de los sectores con alto valor añadido en el PIB nacional, sumado a un modelo de crecimiento basado en la demanda interna como factor predominante, generaron distorsiones, recalentamientos económicos, diferenciales de inflación y las consecuentes pérdidas de competitividad y déficit externos, y la necesidad, para corregirlos, de acudir a las devaluaciones monetarias periódicas mientras sobrevivió la peseta.

Las grandes perversiones en que incurrió la economía española y que llevaron a la actual crisis con todas sus dramáticas secuelas (un desarrollo elefantiásico de la edificación, un endeudamiento privado desmedido y sin precedentes en la historia de España y una deuda externa de la economía nacional en niveles solo superados en términos absolutos por EE UU, y que empezó a agudizarse a partir de 1998) fueron no tanto una consecuencia de la entrada en la UE trece años antes como un efecto de la incorporación de la peseta al Sistema Monetario Europeo en junio de 1989, acrecentado por la creación del euro (1999), su puesta en circulación (enero de 2002) y las relajadas políticas monetarias vigentes desde entonces en Europa y EE UU.

El canto del himno oficial de Asturias en la madrugada del 29 de marzo de 1985, al término de la postrera negociación nocturna que desbloqueó los últimos escollos para la integración de España en Europa, tampoco puede entenderse como un desatino para Asturias a la vista de cómo evolucionó la región desde entonces.

Sin embargo, el saldo para Asturias de estos 30 años de pertenencia europea es menos nítido porque, a diferencia de lo ocurrido en el conjunto del país y en la generalidad de las comunidades autónomas, en Asturias se dan dos tendencias aparentemente contradictorias: una progresión general en la inmensa mayoría de los parámetros, con una mejora notable de los indicadores cualitativos y cuantitativos en términos absolutos, y a la vez una pérdida de posiciones relativa de Asturias respecto al conjunto español, lo que hizo arraigar una sensación de declive hasta fines de los años 90, y de descuelgue (a partir de entonces) del ritmo de avance nacional.

Asturias ha ido a mejor y ha acelerado su progresión y su convergencia con Europa, pero lo ha hecho a menor ritmo que los demás territorios nacionales, por lo que, participando de la mejora general, se ha distanciado del pelotón

Desde la incorporación de España a la UE, Asturias ha sido la región española con menor crecimiento económico. En los 30 años transcurridos, el rimo de avance del producto interior bruto (PIB) de la región sólo fue mejor que el promedio nacional en cinco ejercicios (1992, 1993, 2008, 2010 y 2011 ). Como consecuencia de este desacompasamiento acumulado, el peso de Asturias en el conjunto nacional ha retrocedido en términos de riqueza generada: de aportar el 2,9% del PIB español en 1985, ha pasado a representar en 2,02%.

Esta tendencia tampoco cabe ser atribuida al ingreso en la UE porque Asturias venía protagonizando una merma de su posición relativa en el PIB español desde 1955. Fue con el fin de la autarquía franquista en 1957 y el Plan de Estabilización de 1959 cuando Asturias empezó a desarrollar la doble tendencia -sólo aparentemente contradictoria- por la que, de forma singular respecto a otros territorios, la región mejora y progresa en términos absolutos a la vez que empeora su posición relativa respecto al conjunto.

El empequeñecimiento asturiano no ha sido sólo de contribución a la riqueza nacional. De concentrar el 3% de la población española se ha pasado al 2,25%. Asturias ha sido una de las regiones, junto con el resto del noroeste, que más se ha envejecido y que más se ha despoblado, con una merma de unos 79.000 habitantes (una caída demográfica de casi el 7%), todo lo cual constituye una desafío de sostenibilidad, y más cuando la comunidad arroja una bajísima tasa de actividad (50,12%, la menor de España) y además con tendencia declinante, que ha pasado de representar el 3,15% de la población activa española a suponer sólo el 2%. De ella, la población ocupada asturiana, que era el 3,24% de la del país en 1985, representa hoy el 2,13%.

Antes de los años 80 y de las enormes reconversiones industriales, Asturias tenía una tasa de actividad (porcentaje de población ocupada o parada, pero integrante en ambos casos del mercado laboral, respecto al total de habitantes entre 16 y 65 años) del 50,75%, ligeramente superior al promedio español (50,21%).

Los grandes procesos de prejubilaciones por los ajustes sectoriales mermaron el tamaño del mercado laboral regional por el desalojo de mano de obra relativamente joven: entre los años 80 y 90 desaparecieron 150.000 empleos (100.000 netos) entre la industria y el campo, el 25% de la población ocupada regional. Aunque Asturias logró recuperar en 2004 los niveles de ocupación previos a la reconversión, nunca más consiguió acercarse a la tasa de actividad nacional como consecuencia del abrupto aumento de las clases pasivas por la vía de las prejubilaciones (más de 22.000) más la tendencia natural de las jubilaciones en una sociedad muy envejecida.

Incluso cuando Asturias recuperó el empleo perdido por la magna reestructuración de sus sectores básicos, su distancia del promedio español ya era insalvable. En 2008, con la cifra récord de activos en 493.200 personas (de ellos, 451.500 eran ocupados), la tasa de actividad asturiana fue del 52,7%, 7,1 puntos inferior a la española. Hoy, con una tasa del 50,12%, su descuelgue del promedio es de 9,32 puntos.

La recuperación hasta la crisis de 2008 del tejido económico destruido en los ajustes de los años 80 y 90 permite a Asturias mantenerse hoy por encima del empleo que tenía hace 30 años y ello pese a la gran destrucción laboral acaecida en los siete últimos años. Cuando España firmó su adhesión a la entonces CEE, Asturias tenía 308.400 cotizantes a la Seguridad Social. El mes pasado eran 346.389, el 12,31% más.

Los magnos ajustes de empleo que a partir de 1983 supusieron los procesos de reestructuración de la industria de cabecera asturiana, asentada en sectores básicos ligados a la primera revolución industrial, sólo parcialmente son atribuibles a la pertenencia a la UE y a la exigencia europea de reducir y suprimir las ayudas de Estado a las empresas y los sectores productivos.

En realidad lo que se dio en llamar la reconversión industrial no fue tanto un mandato europeo -se empezó a acometer dos años antes- como la evidencia de la extrema vulnerabilidad de unos sectores productivos (carbón, acero, armamento, aluminio, astilleros, textil y otros) que, agigantados durante el franquismo por las políticas proteccionistas y la "compra" de paz social, habían llegado a los primeros años 80 sobredimensionados, obsoletos tecnológicamente, carentes de competitividad y en muchos casos en una situación de pérdidas crónicas, lo que hubiese abocado en cualquier caso a su derrumbe en una economía cada vez más abierta e internacionalizada, con independencia de que España hubiese entrado o no en la UE.

Algo similar ocurrió con el sector ganadero lácteo. La UE penalizó al vacuno de leche con la imposición de cuotas limitativas de la producción -y además inferiores al consumo nacional- con el propósito de frenar los costosos excedentes europeos acumulados en forma de mantequilla -que España no había generado- y para dar salida hacia el mercado español de los excesos de producción continentales. Esas cuotas (que acaban de suprimirse el 1 de abril) frenaron la capacidad de desarrollo del campo y de la industria láctea asturianos.

Pero, de no haberse producido la entrada en la UE, el sector hubiese tenido que abordar de todos modos la portentosa concentración de explotaciones que acometió Asturias en estos 30 años para sobrevivir en un mercado que en la leche también es global: los precios los determinan la oferta y demanda mundiales. Para reducir costes y mejorar la eficiencia de las explotaciones, Asturias concentró varias decenas de miles de ganaderías en 2.500 de leche y 14.000 de carne, agrupando producción y aumentando el tamaño de las unidades productivas.

Con la reconversión, Asturias perdió peso industrial, aunque aún conserva un perfil alto y superior a la media nacional. La industria aportaba el 44,7% del PIB asturiano hace 30 años y hoy supone el 19%. Ha sido una caída de 25,7 puntos mientras la "desindustrialización" española ha sido de 9,5 puntos en ese tiempo. Pero, pese al mayor ajuste asturiano (lo que, en parte, ha mejorado la competitividad) Asturias sigue superando el peso industrial española en 3 puntos y está a sólo uno del objetivo que pretende alanzar la UE en 2020.

Al ajuste del sector productivo se sumó la gran transformación que supuso la privatización casi total de la industria estatal presente en Asturias, y que llegó a sumar 54.500 empleos, de los que en 1985 aún se conservaban más de 41.000. Hoy sólo pervive en manos del Estado la hullera Hunosa, que en este trance redujo su tamaño de 26.000 mineros a 1.700.

El vuelco espectacular en las infraestructuras y los equipamientos contó con una decisiva contribución europea. Entre 1986 y 2013 Asturias recibió unos 6.360 millones de euros) más del 4% de las ayudas regionales otorgadas por la UE a España, lo que supone una porcentaje de participación que supone el dioble del peso asturiano en el país por población, superficie y contribución al PIB. Este mayúsculo esfuerzo inversor conjunto de la UE y del Estado, sumado al de la comunidad autónoma, hizo de Asturias una de las regiones más favorecidas por los recursos públicos. Hoy, según Eurostat (la oficina estadística europea), Asturias está entre los territorios de la UE con más infraestructuras y fue la 11ª. región europea (de 273) que más las aumentó en este siglo. Pero esta dotación de capital público no se traduce en un aumento paralelo del PIB porque no hay un acompañamiento de la inversión y de la iniciativa privadas en términos análogos a los incrementos de la obra pública, de manera que se está produciendo una atenuación progresiva de los rendimientos esperables de los nuevos equipamientos.

Esta divergencia, delatora del bajo dinamismo de la sociedad civil regional, se refleja también en la disparidad entre el PIB per capita y la renta por habitante. Asturias produce menos riqueza que la media nacional por ciudadano (bajó de casi el 100% de la media española en 1985 al 88,8%) pero disfruta de un nivel de renta superior que el promedio del país. Esto está sostenido en transferencias públicas de los mecanismos de solidaridad nacional, el voluminoso flujo de dinero europeo que llegó a la región, un modelo de financiación autonómica favorable y unas pensiones altas (las terceras mayores tras País Vasco y Madrid) y además numerosas: Asturias tiene el 2,25% de la población española pero el 3,5% de los pensionistas. Todos ellos son factores llamados a declinar, lo que supone un desafío colectivo para los asturianos. Y más cuando, merced a tales recursos externos, Asturias, pese a que lleva estos 30 años creciendo menos que España (y también desde antes), es, con Navarra, la región en la que mejor se vive: el ingreso por persona es el 8,3% superior al promedio nacional y sólo el 4,6% de las familias (el 16,1% en España) tiene dificultades para llegar a fin de mes.

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