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Jardineros de campos y bosques

Las abejas y otros insectos, diversos grupos de aves y los murciélagos frugívoros intervienen en los procesos de polinización y dispersión de semillas, vitales para los sistemas naturales y los cultivos

Jardineros de campos y bosques

La polinización es un proceso biológico esencial para el mantenimiento de las comunidades vegetales y para la producción agrícola, pues sin la transferencia de polen masculino a los órganos femeninos de las flores no habría granos ni frutos. Asimismo, es importante que las semillas se dispersen para que las plantas prosperen y para que las comunidades vegetales se renueven. Algunas especies vegetales pueden cumplir esos objetivos por sí mismas o con ayuda del viento, pero muchas otras necesitan el concurso de un intermediario, algún animal que se encargue de transferir el polen de una flor a otra y de esparcir las semillas. Los insectos son los polinizadores más conocidos (llevan desempeñando esa función desde el Cretácico, hace 125 millones de años), pero también hay grupos de aves y de mamíferos muy eficaces en ese cometido, y entre ellos se encuentran, asimismo, los principales dispersores de semillas. Los recicladores de materia orgánica (escarabajos peloteros) cierran el círculo de jardineros de la naturaleza, los cuidadores de campos y bosques.

Sin duda, las polinizadoras por antonomasia, y con todo merecimiento, son las abejas y, en particular, la abeja melífera. Estos himenópteros representan entre el 60 y el 95 por ciento de las comunidades de polinizadores en las regiones de clima templado y de ellos depende la fructificación de una gran parte de la flora silvestre y cultivada. Las mariposas, escarabajos y moscas con un papel ecológico análogo poseen mayor protagonismo en climas tropicales. Todos estos insectos poseen una importancia capital en los sistemas naturales y en las explotaciones agrarias, y todos están disminuyendo como consecuencia del uso masivo de insecticidas y otros productos fitosanitarios, así como por las transformaciones en el hábitat con fines agrícolas y urbanísticos (recientemente se han sumado a esas amenazas diversas patologías, cada vez más difíciles de tratar, así como algunas especies invasoras, caso de la avispa asiática, que diezma las colmenas).

Varios grupos de aves intervienen también en la polinización; el más importante es el de los colibríes, una familia de distribución americana que comprende 368 especies y de la que dependen en exclusiva miles de plantas. La relación entre unos y otras se basa en un mutuo beneficio: la planta consigue reproducirse y a cambio paga un precio en forma de néctar, un energético combinado de azúcares, proteínas, lípidos, aminoácidos y antioxidantes, que las flores segregan mediante unos órganos especializados (nectarios) sin otra utilidad que la de premiar a sus polinizadores. Además, las flores han adquirido colores y estructuras atractivos para los pájaros, y éstos han acomodado su pico para acceder mejor al néctar de distintos tipos de flores. En el Viejo Mundo asumen un papel equivalente los nectarínidos y en Australasia, los melífagos.

Los murciélagos de la fruta, que incluyen los quirópteros más grandes del mundo (zorros voladores), actúan como "agentes dobles": son polinizadores, pero también dispersores de semillas, y su concurso resulta particularmente valioso en los ecosistemas de las islas del Pacífico. Sin embargo, esa labor está poco valorada y más de la mitad de las 60 especies actuales están amenazadas por la persecución humana (para limitar su impacto en los cultivos o para el consumo de su carne). En Madagascar, donde no hay murciélagos, los sustituyen los lémures, unos primates endémicos de la isla africana.

La participación de las aves en la dispersión de semillas es muy amplia; un ejemplo destacado son los cálaos (en Asia y, en menor grado, en África), que seleccionan frutos nuevos sin daños de insectos, garantizando así la calidad de la semilla, y que, al moverse a largas distancias, tienen gran eficacia como dispersores. En Europa los zorzales dispersan semillas de varios árboles, haciendo aumentar los bosques, y el arrendajo euroasiático contribuye al mismo objetivo con las bellotas que entierra.

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