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JUAN IGNACIO PÉREZ | Director de la cátedra de Cultura Científica de Bilbao

"No hay razón para creer que el wifi cause daño"

"Internet se presta al bulo y a las falsas creencias porque carece de métodos de contraste" l "No hay que pensar que cuando - se come un tomate transgénico uno se queda con sus genes"

Juan Ignacio Pérez. javier peláez

Descorazonado por la falta de aprecio al conocimiento que existe en España, Juan Ignacio Pérez (Salamanca, 1960), director de la cátedra de Cultura Científica de Bilbao y exrector de la Universidad del País Vasco, anima a los jóvenes a aprovechar los años de estudio para llegar a la madurez con una mínima base cultural que les haga más críticos para capear los señuelos interesados y los bulos que circulan por internet. La peculiaridad de la cátedra bilbaína es el fuerte apoyo institucional que recibe para promover la cultura científica en la sociedad. En su nuevo papel de propagandista de la ciencia, Pérez organiza seminarios y escribe blogs cargados de erudición que desmontan teorías como la de que la conexión wifi perjudica la salud de los seres humanos. Lamenta que la Universidad no premie a los que más se esfuerzan, pero lanza un mensaje de optimismo, cualidad esencial para ser un buen científico, al asegurar que con la crisis ha mejorado en España la valoración de los que se dedican al "nada arrogante" estudio de la ciencia porque la gente se ha dado cuenta de que produce más bienestar que el ladrillo o el turismo. Sobre la llamativa experiencia vasca trata esta entrevista de Epipress con su director.

-¿Qué recuerdo guarda de su etapa como rector de la Universidad del País Vasco entre 2004 y 2008?

-No guardo un buen recuerdo de aquella época. Fue una tarea muy ingrata y lo cierto es que siempre me he arrepentido de haberme dejado convencer para ser rector.

-Tuvo usted entonces un conflicto con los sindicatos que defendían una subida salarial igual para todos los trabajadores, fueran o no docentes, frente a su propuesta de incentivar a los profesores e investigadores más activos y con más méritos.

-Tuve varios conflictos. La ley vasca ya prevé incentivar a los profesores e investigadores con más méritos, pero los sindicatos querían la homologación salarial y fue todo bastante desagradable. Es una pena que la Universidad no premie al que más se esfuerza. Aquí sirve de poco la meritocracia y ése es uno de los hándicaps de nuestras universidades.

-¿Qué otros hándicaps hay?

-El exceso de burocracia y la endogamia fruto de esa falta de apuesta por la meritocracia. Además, las universidades pecan de localistas y de una excesiva uniformidad que las convierten en clónicas.

-¿Cómo surgió la idea de crear la cátedra de Cultura Científica que usted dirige?

-La idea surgió porque pensamos que es importante promover la cultura científica en la sociedad. Una ciudadanía con cierto nivel de cultura científica tiene siempre más criterio a la hora de tomar decisiones y eso hace que se beneficie toda la sociedad.

-¿Qué es lo que hay que cambiar en la percepción que la sociedad tiene de la ciencia?

-La gente debería de ser consciente de que la ciencia es fuente de progreso y de bienestar. Los que nos dedicamos a la ciencia y a su grandeza vemos que esos conocimientos nos ayudan a entender mejor el mundo. La ciencia es la herramienta del conocimiento, pero no ofrece seguridades ni encuentra la verdad. Los científicos vivimos corrigiéndonos permanentemente y, por lo tanto, nuestras posibilidades de progreso son ilimitadas. Estamos en el comienzo de la infinitud. La ciencia no es arrogante, sino todo lo contrario.

-¿Qué actividades desarrolla la cátedra para acercar la ciencia a los ciudadanos?

-Nos centramos en publicaciones en internet. Son blogs dedicados a la investigación científica. También organizamos conferencias ágiles y divertidas que se graban en vídeo y se cuelgan en la red.

-¿Divulgar aspectos científicos concretos ¿implica también explicar cómo se accede al conocimiento científico?

-Normalmente sí. Nuestra tarea de divulgación no persigue la transmisión de conocimientos porque no hay manera.

-¿Qué persiguen entonces?

-Lo más importante es transmitir los valores de la ciencia.

-¿De qué valores habla?

-Del optimismo intelectual para creer que los problemas intelectuales tienen siempre solución. La ciencia entraña tolerancia porque abre espacios a las ideas nuevas. Es también escepticismo porque no todo vale y humildad. Sin humildad, sin disposición a revisar siempre lo que damos por sabido, no se puede avanzar. La ciencia persigue los mismos valores que tiene una sociedad genuinamente democrática que se basa en el optimismo para pensar que los problemas sociales y económicos son resolubles.

-¿Ve a la sociedad española genuinamente democrática?

-Es menos democrática que la inglesa o que la alemana, pero más que la marroquí o la venezolana. La democracia en España es razonable, pero no suficiente.

-¿Consiguen ustedes mejores resultados en explicar estas cosas a los vascos que cuando usted pretendía justificar mejores incentivos para los científicos más aplicados en la Universidad?

-Son cosas diferentes. Tratar de negociar con los profesores es siempre complicado porque existen intereses muy fuertes que a veces llevan a confundir lo que le interesa a uno con lo que debería de interesar a todos. A la hora de transmitir a la ciudadanía cultura científica nos topamos con la idea de que la ciencia es arrogante y eso es un problema. Luego está el desinterés. Hay gente a la que no le interesa la ciencia en absoluto y no es raro ni nos tenemos que llevar las manos a la cabeza.

-Total, que los españoles en general estamos bajo mínimos en cultura científica.

-No es para tanto. Estamos mejorando bastante. La crisis económica le ha venido bien a la ciencia en cuanto a su consideración social. La gente se ha dado cuenta de que la ciencia proporciona más bienestar que el ladrillo o el turismo, aunque lo hace de una forma más lenta porque requiere mayor esfuerzo.

-¿Echa en falta una mayor cultura del esfuerzo en España?

-La educación es fundamental para asegurar el avance de un país y en España es un desastre por su permanente mutabilidad. Es descorazonador ver cómo cambian los planes de estudio cada vez que cambia el Gobierno.

-¿No tendremos malos alumnos porque tenemos malos profesores?

-No creo. El problema es el escaso aprecio social que existe por la educación en España. Los chavales se quedan por las noches viendo la televisión hasta las tantas, llegan a clase cansados y no rinden. La burbuja inmobiliaria hizo además mucho daño porque sacó a muchos jóvenes del sistema educativo y quitó valor a golpe de buen sueldo a la educación. En mi casa lo fundamental era tener estudios y veo que ahora eso de tener estudios no es algo que se valore.

-¿Trata su cátedra de que la gente tenga un mínimo criterio sobre cuestiones tan abstractas como la nanotecnología, sobre los efectos de las ondas electromagnéticas o sobre las consecuencias de la energía nuclear?

-Habría que tener unas mínimas nociones de todo eso. Por ejemplo, saber que las ondas de radio son menos energéticas que la luz solar. El efecto que tienen sobre la materia viva depende de la energía que portan las ondas.

-¿Qué efectos tienen, por ejemplo, las ondas wifi?

-No sólo no hay pruebas de que las ondas de telefonía causen daño, sino que además no hay razón para que lo causen.

-Así que la conexión wifi no causa daño a las personas...

-Eso no me atrevería a decirlo, pero lo que sí digo, insisto, es que no hay razón para creer que el wifi cause daño.

-Supongo que dan la batalla con iniciativas que van desde las que desarrollan en la Alhóndiga de Bilbao hasta las de posicionar lo mejor posible en internet la cara más científica en detrimento de la basura que inunda la red.

-Sí. Internet es una herramienta poderosísima porque llega a muchísima gente, pero no podemos olvidar que es una herramienta que se presta al bulo, a la conspiranoia y a las falsas creencias porque carece de métodos de contraste. En internet, el más exagerado es el que manda, el que más éxito tiene y nosotros queremos una presencia fuerte en la red para contrarrestar a esos que medran con la exageración.

-Llevar la cultura científica a la ciudadanía es un empeño admirable, pero siempre será a una ciudadanía de clases medias. ¿Cómo llegar a los sectores más marginales?

-Lo ideal sería que no existiesen sectores marginales, pero ése es un trabajo colectivo, no de la cátedra. No se puede pedir lo imposible a una entidad que, al fin y al cabo, soy yo. Nosotros somos propagandistas de la ciencia. La cultura científica depende del sistema educativo y lo que no se aprende durante esos años de estudio es muy difícil que se corrija más adelante. Para participar en los actos que organizamos es necesario tener una base de conocimientos científicos. Yo adquirí la base de mis conocimientos en la escuela y en casa. Depende mucho la cultura de unos padres para que un niño tenga cierto nivel.

-¿Cree usted que las letras siguen siendo primadas en la formación de nuestros jóvenes en detrimento de las ciencias?

-No estoy tan seguro. Creo que están igual de poco primadas. Quizá conozcan los jóvenes más a Cervantes y a Shakespeare que a Newton, Galileo o Einstein. El equivalente a Newton o Galileo no es Cervantes, sino Menéndez Pidal. A los investigadores en el campo de la ciencia no los conoce nadie. Lo cierto es que hay poco nivel cultural en general.

-¿Pero es que seguimos como hace más 50 años cuando Charles Percy Snow advertía del peligro de tener dos culturas que no pueden ni quieren comunicarse?

-Ésta es una realidad que sigue ahí, pero cada vez hay más puentes entre las dos culturas. Mucho de lo que se hace en ciencias cognitivas, en neurociencia, adquisición del lenguaje, procesamiento de la literatura está a caballo entre los dos campos. Hay presentar la ciencia y el arte como parte de un todo.

-La verdad es que en aspectos básicos de asuntos tan familiares como la electricidad, la ecología, los fertilizantes o la genética somos en general muy ignorantes, ¿no?

-Sí, pero no tanto. Es cierto que en los aspectos muy básicos hay poco conocimiento. Lo importante de adquirir un mínimo de cultura científica es que nos ayuda a tener criterio a la hora de tomar decisiones tanto individuales como colectivas. Hay que saber de qué hablamos cuando se debate sobre las antenas o los transgénicos. No hay que pensar que cuando uno come un tomate transgénico se va a quedar con los genes de ese tomate.

-¿Cómo ayuda la ciencia en la toma de decisiones individuales?

-Las decisiones individuales son importantísimas y no somos conscientes de ello. Hay que tener claro qué yogur comprar en el supermercado simplemente en función de las etiquetas. Es importante saber si nos compramos un yogur que está enriquecido en calcio o no porque a lo mejor es mejor comerse una lata de sardinas. No hay que dejarse seducir por los señuelos.

-¿Por qué un investigador como usted se mete primero a rector y ahora a divulgador, aspectos mucho más prosaicos que hacer descubrimientos en el ámbito científico?

-Ése es mi gran pecado. Si no me hubiese embarcado en la aventura de esta cátedra seguiría investigando porque además se me daba muy bien. Ahora estoy preparándome para entrar en el campo de la historia de la ciencia.

-¿Cómo estamos en España culturalmente respecto de nuestro entorno?

-Si hacemos caso a los informes PISA no estamos nada bien. Es un problema que tiene su raíz en el déficit educativo por el escaso aprecio social por la educación que hay en España.

-¿Y Europa respecto de Estados Unidos?

-Parece que en Estados Unidos han bajado algo el nivel.

-Hábleme por favor de los aspectos más gratificantes de su experiencia como director de esta cátedra.

-Lo mejor ha sido el conocer a gente interesantísima como Juan José Gómez Cadenas, Xurxo Mariño, José López Nicolás o José Antonio Pérez, de "Orbita Laika". En el mundo de la educación se mueve gente muy interesante y de mucho talento.

-¿Cómo lo están asimilando en el País Vasco?

-Me dicen que la gente conoce la cátedra y que el trabajo que hacemos es bueno e interesante. Éste es un proyecto de valor estratégico. Estoy contento.

-¿Puede servir esta experiencia vasca para alumbrar al resto de España?

-Cátedras de cultura científica ya existen en otros lugares de España. La singularidad de la nuestra es que cuenta con un apoyo institucional muy fuerte. Para lograr ese apoyo y subvenciones sí que me ha servido mi paso por el rectorado porque siempre tengo claro a qué puerta tocar para pedir lo que necesitamos.

-Hábleme por favor su experiencia como salmantino en Bilbao, inversa a la de Miguel de Unamuno, bilbaíno en Salamanca. ¿Ha meditado alguna vez sobre esa relación?

-Hice el camino contrario al de Miguel de Unamuno. Yo siempre digo que soy un vasco de Salamanca porque soy muy feliz en Bilbao. Nunca sufrí ningún problema de integración, todo lo contrario. Me vine con 10 años y no cambiaría esta ciudad por nada. Bilbao es un sitio ideal para vivir.

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