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San Pietro in Vincoli

La basílica, construida para guardar las reliquias de las cadenas de San Pedro, acoge el "Moisés" de Miguel Ángel, ira contenida hecha mármol

San Pietro in Vincoli

La basílica de San Pietro in Vincoli fue construida a mediados del siglo V para guardar las reliquias de las cadenas con las que sujetaron a San Pedro cuando estuvo encarcelado en Jerusalén. Cuenta la leyenda que la emperatriz Eudoxia se las regaló al Papa León I, y que cuando éste las intentó comparar con las que San Pedro había estado prisionero en Roma, las dos cadenas se unieron milagrosamente.

El edificio, que sufrió varias reformas, es visitado cada día por miles de turistas. Turistas que curiosamente no les mueve el deseo de contemplar las cadenas del apóstol San Pedro, sino la magna figura del "Moisés" de Miguel Ángel.

Recuerdo que en mi primera visita a Roma acudí a verlo y he vuelto unas cuantas veces. Y, como siempre, he buscado la señal en la rodilla de Moisés donde se dice que Miguel Ángel, una vez terminada la escultura y viéndola tan real, la golpeó con un martillo a la vez que le decía, "¡Ahora, háblame!".

Si esta reacción del artista fue verdadera o no, poco importa; lo cierto es que al "Moisés", que mide casi dos metros y medio, no le falta nada más que eso para ser real. Es una escultura que cuanto más la observas más te asombra. Asombra que estando esculpida en el mismo material, mármol de Carrara, la textura se muestre distinta según las partes de la escultura. La tela de su túnica parece de verdad y el mármol se adelgaza en sus venas hinchadas. Me asombra la fuerza colosal de esta figura que invita a recordar el terrible enfado de Moisés al bajar del Sinaí y encontrar a los suyos adorando el becerro de oro. Todo en él es fuerza... Otra de las evocaciones que suscita esta escultura es el enfado, la ira contenida, que bien podría sentir el Papa Julio II, aquí enterrado, o su autor Miguel Ángel, en sus discusiones y enfrentamientos habituales.

"El tormento y el éxtasis" era el título de aquella película que tan bien reflejaba la difícil relación entre ellos. Se llevaban mal, no se soportaban, pero el Papa admiraba y creía en el artista. Deseaba sacar lo mejor de él. Por ello lo eligió para diseñar su mausoleo.

Y si en vida se llevaban mal, lo siguieron haciendo de forma simbólica después de muerto el Papa, porque los descendientes de Julio II hubieron de pleitear con Miguel Ángel durante más de 20 años para que la tumba fuera una realidad.

Lo cierto es que la realización del mausoleo fue el primer encargo que el Papa le hizo. El proyecto que ideó Miguel Ángel era impresionante, más de cuarenta esculturas, y tanto él como Julio II pensaron instalarlo en la antigua basílica del Vaticano, aunque para ello fuera necesario realizar una pequeña modificación en el templo. Enterado Bramante de la reforma que pensaban llevar a efecto, convenció al Pontífice para que acometiera la edificación de una nueva basílica, con lo cual los fondos que Julio II tenía destinados a su mausoleo se fueron al nuevo proyecto.

El enfado de Miguel Ángel tuvo que ser importante, pero continuó su relación con el Pontífice, que le encarga la decoración de la cúpula de la capilla Sixtina, que termina en 1512. Un año después muere Julio II.

Al no tener la tumba terminada, el Papa fue embalsamado y su cuerpo quedó expuesto en la capilla del coro de la basílica de San Pedro. En ella permaneció hasta después del Saco de Roma. Más tarde lo llevaron a la capilla Della Rovere de Santa María del Popolo, que pertenecía a su familia.

En todo este tiempo los herederos, para encontrar una solución y también para abaratar el presupuesto inicial, pidieron a Miguel Ángel que simplificara el proyecto del mausoleo, cosa que hizo, pero el excesivo trabajo del escultor le impedía terminarlo. Eran encargos que debía acometer de inmediato y como la mayoría o casi todos los trabajos que se le encomendaban eran de parte del Pontífice reinante, a los herederos no les quedaba otro remedio que esperar. Y así iban pasando los años.

Cuando Miguel Ángel terminó el "Juicio final" de la Sixtina, el propio Papa Paulo III tuvo que intervenir con la familia Della Rovere para que no llevaran a Miguel Ángel a los tribunales. Lo consiguió pero exigieron, para asegurarse de que iba a terminar, que otros escultores participasen en el trabajo, aunque la dirección la desempeñase Miguel Ángel.

Por fin, en 1545, los restos del Papa Julio II llegaron al lugar definitivo. La iglesia elegida, San Pietro in Vincoli, que era de la familia Della Rovere.

Confieso que siempre pensé que el mausoleo completo era obra de Miguel Ángel, sin embargo el artista florentino no realizó la arquitectura del segundo cuerpo, ni esculpió la figura de Julio II, que aparece en él tumbado con la tiara papal y los ojos semicerrados, que es obra de Tommaso Boscoli; ni a la Virgen con el Niño, de Rafaello de Montelupo. Las otras dos figuras de este cuerpo superior, la Sibila y el Profeta, según las últimas investigaciones, son obra de Miguel Ángel, que sí creó la totalidad del primer cuerpo con Moisés y las dos figuras femeninas laterales, Lea y Raquel, que representan la vida contemplativa y la vida activa. Eran hermanas y las dos fueron esposas de Jacob.

Uno de los aspectos de la escultura de Moisés que llama la atención son los pequeños cuernos que aparecen en su cabeza. En la Biblia original, escrita en hebreo, se decía que: "Moisés se encontró con Dios en la montaña, de su rostro salían rayos de luz". Se piensa que un error en la traducción hecha al latín por San Jerónimo en el siglo IV pueda ser la causa de que no sólo Miguel Ángel, sino otros artistas también lo hayan plasmado así.

En cuanto a la figura del Papa Julio II, desconcierta un poco su postura. Dudo que a él le gustara. De lo que estoy segura es de su enfado, al ver que Miguel no fue quien le inmortalizó en mármol. Un enfado más, como los muchos que tuvieron, pero a buen seguro que se lo perdonaría al ver la belleza real del "Moisés" que contribuye a perpetuar en la Historia, para siempre, el nombre de Miguel Ángel, pero también el suyo, Julio II, un Papa que sin duda amaba el arte.

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