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Lo que el Rey no vio de Colombres

Un recorrido interior por las historias indianas del "Pueblo Ejemplar", por los salones de las mansiones edificadas por las fortunas de emigrantes con perfiles personales muy divergentes

Lo que el Rey no vio de Colombres

Como una premonición que adelanta el final de esta historia, el almacén de tejidos se llama La Fortuna. Está en Santiago de Cuba y su fundador, Víctor Sánchez Escalante, el mayor de los siete hermanos de una familia de Colombres, se ha retirado del negocio a los 38 años. Ya es rico, ya tiene la fortuna, ha vuelto a casa y ha reformado la vieja vivienda de sus padres en el barrio de El Redondo. Le ha añadido una gran galería-mirador acristalada y una parte, todavía no todo, del patrón arquitectónico ostentoso de eso que pronto se reconocerá como el modelo canónico de una casa de indianos. Estamos en 1882 y casi acaba de empezar la leyenda indiana en la capital de Ribadedeva, este lugar que lleva más de dos siglos exhibiendo a la vista la historia del lujo emigrante, que tiene una casona indiana por cada cien habitantes y es "Pueblo ejemplar" con título desde que ayer fue agasajado por los reyes en el estrambote de los premios "Princesa de Asturias". La comitiva real dio un paseo por la villa, pero la exuberancia del caserío da para más de un recorrido, incluso para uno interior, o íntimo, o escondido, prendido éste a la mirada del fotógrafo gijonés Alejandro Braña, autor y editor de seis libros de imágenes e historias sobre el interior de los edificios y la personalidad indiana. Una incursión a ver qué dicen de sus dueños algunas casas de Colombres.

Remontando el tiempo detrás de todas esas huellas, Alejandro Braña enseña el salón de "Casa Víctor", paredes revestidas de madera, lámpara negra de forja, y escarbando en los recovecos de su memoria vuelve hacia aquel emigrante distinto, precoz en la ida y en la vuelta, que embarcó hacia Cuba con trece años, volvió casado y rico a los 38 y decidió dedicar el resto de su vida a administrar la riqueza que salió de La Fortuna. Se hizo construir además otro lugar de personalidad y financiación indiana y de visita obligada en esta ruta por la Colombres escondida: el cementerio, y en él el monumental panteón de los Sánchez Escalante, con su columnata y su friso a la griega y su evidencia de que el gusto por la ostentación de la propiedad de los indianos traspasó incluso las fronteras de la muerte. Víctor Sánchez es un indiano distinto, el emigrante de codicia limitada que decidió parar, pero que arrastró a sus cuatro hermanos varones en el viaje hacia el éxito de su negocio cubano de tejidos. Todos hicieron las Américas, hasta cinco mansiones levantó la familia en Colombres. Muy cerca de Víctor, Eduardo se hizo la "Casa Roja", que en realidad sólo es roja desde los setenta, cuando ya su propiedad había pasado a la familia alicantina que la tiene en la actualidad, y por cierto en venta. Ana María y sus hijos, continuadores de la fortuna de La Fortuna en Cuba, levantaron la "Casa de Piedra", vecina de finca de "Casa Víctor" y hoy reconvertida en Casa de Cultura, y Francisco y Perfecta, "Los leones", con peculiar cúpula de cinc, y "Las palmeras", "con esa cosa tan indiana del pasillo de palmeras que conduce hasta la puerta principal", retrata Braña. De la familia destaca el fotógrafo además otra condición atípica en la gran emigración afortunada, "mientras otros indianos tienen multitud de negocios, aquí toda la fortuna sale de un almacén de tejidos".

La relativamente modesta fachada de la casa madre de los Sánchez Escalante, hoy pintada de color salmón, podría pasar desapercibida en medio de toda la exuberancia indiana que la rodea hoy, pero importa porque contiene una parte del origen de todo esto. Para el resto, habría que pasar por el enorme salón enmoquetado en rojo, con gramófono y piano, y por el oratorio dedicado a la Virgen de Guadalupe, advocación mexicana por excelencia, que oculta la casona de Íñigo Noriega Mendoza. Tío del Íñigo Noriega Laso que edificó la Quinta Guadalupe, que hoy es la sede del Archivo de Indianos y el gran emblema de la pompa emigrante, Noriega Mendoza levantó esta casa enorme de fachada sobria y sin adornos, pero de colosales interiores que hoy sigue siendo vecina de la Quinta en la plaza central colombrina. La casona pasa por ser la construcción más antigua del conjunto indiano de Colombres (1877) y bien podría contar la fascinante historia del tío que hizo fortuna en México y del sobrino que le siguió y aumentó la apuesta, que fue "sheriff" en Texas y llegó a perder todas sus inmensas posesiones. Noriega Mendoza fue alcalde y benefactor de la villa a su vuelta de su éxito como comerciante de abarrotes, o ultramarinos, en Ciudad de México; Noriega Laso, emigrante reclamado por su tío, contrapunto de la limitada ambición de Sánchez Escalante, se hizo en el país azteca escandalosamente rico con negocios de toda índole antes de perderlo casi todo con la revolución. En Colombres hizo levantar ese gran palacio azul que tampoco era azul en su origen, que llamó Quinta Guadalupe para hacer una gracia a su esposa y que quiso ser y no fue residencia para el exilio del expresidente mexicano Porfirio Díaz, un gran amigo de Noriega que nunca a pisar la villa. Antes que museo de la emigración y después que casa de Noriega, Guadalupe lo mismo fue hospital psiquiátrico privado para "gente bien" que colegio de auxilio social para niños sin recursos...

Y si por definición algunos indianos eran buscavidas de cultura limitada, Manuel Ibáñez Posada y su hermano Luis se escapan. Son "otro tipo de indiano", gente "viajada, muy culta, que participa en multitud de negocios y no se retira a vivir de las rentas". Manuel, primer conde de Ribadedeva, es ese que mira Colombres subido a un pedestal en la plaza y está ahí por la filantropía de una trayectoria de indiano benefactor de libro. Se deben a su intercesión, enumera Braña, "el Ayuntamiento, la traída de aguas, el cementerio, la escuela, la fuente, el lavadero, el arreglo de la iglesia, la plaza donde está su estatua? Lo pagó todo". Su casa es Las Raucas, como su dueño diferente a todas por su "aire regio afrancesado", y allí el fotógrafo se queda entretenido imaginando el revuelo del Colombres de los primeros años del siglo pasado, cuando en estos salones se celebraron "las primeras juntas del Banco Hispanoamericano", fundado por los hermanos y del que Luis llegó a ser presidente.

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