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Turquía, un actor clave que aún no alarma a las empresas españolas

La imagen de Turquía como ejemplo de compatibilidad entre el islamismo y la democracia está ruidosamente en entredicho desde el golpe de Estado del 15 de julio y la réplica posterior del Gobierno de Recep Tayyip Erdogan. Europa, convienen los diplomáticos reunidos por LA NUEVA ESPAÑA, mira con curiosidad y alguna inquietud hacia el eterno aspirante que llama a las puertas de la UE, que pasa por ser "un país emergente en política exterior" con decisiones pendientes que dibujan incertidumbres en relación, por ejemplo, a la decisión de si los turcos se apartan o mantienen su compromiso con la Unión respecto al programa de acogida a refugiados.

Sin que algunos de los convocados, como Eva Martínez, tengan claro el componente islamista o ideológico de los pasos de Erdogan, Luis Arias añade que en su día el presidente turco "envió a su hija a estudiar a Estados Unidos no para occidentalizarla, sino porque allí sí le permitían llevar velo y en su país no". El caso es que si se resfría Turquía puede toser Europa y por extensión España, que tiene cerca de 125 empresas con intereses en el país, afirma Javier Sangro, cuyo departamento sigue con "enorme interés" los movimientos alrededor del Bósforo y de una nación que además de su carácter estratégico "ofrece enormes posibilidades desde el punto de vista económico y comercial". Su impresión, tras sondear sus estados de ánimo, concluye que "la situación es fluida, pero no alarmante" para los intereses comerciales de España en la zona.

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