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PALOMA URÍA | Pionera del movimiento feminista

"Mayo del 68 fue una inyección de ánimo a la lucha antifranquista"

"Las revueltas en Francia fueron un movimiento contra toda la cultura represiva que coartaba la libertad individual y social"

Paloma Uría, en su domicilio de Oviedo. LUCÍA TORRADO

En mayo de 1968, cuando estalla en Francia la revolución obrera y estudiantil, Paloma Uría Ríos, histórica activista política y del feminismo, tenía 25 años, acababa de casarse y había empezado a trabajar como profesora en Gijón. Y, pese a su juventud, ya tenía una biografía poco común en la España de entonces, sobre todo para una mujer. Esa biografía incluía estancias en Inglaterra y en Francia; militancia en el antifranquismo, primero en la Juventud Estudiantil Católica (JEC), durante los tres primeros cursos en la Universidad de Oviedo, y más tarde, ya en Madrid, en el Frente de Liberación Popular (FLP, popularmente conocido como Felipe), y una expulsión de la Universidad Complutense por participar en unas elecciones del Sindicato Libre y en una asamblea. De vuelta a su Oviedo natal, finaliza los estudios de Filología Románica e inicia una nueva etapa vital, estrechamente vinculada al Movimiento Comunista (MC), del que sería una de sus dirigentes, a Lliberación y a la Asociación Feminista de Asturias (AFA), de la que es cofundadora.

Doctora por la Universidad de Oviedo, lectora voraz, Paloma Uría siempre combinó la enseñanza -es profesora ya jubilada de Lengua y Literatura españolas de Enseñanza Media- con el activismo y la escritura de libros y artículos. Es autora, entre otros títulos, de "En tiempos de Antoñita la fantástica", su tesis doctoral, y "El feminismo que no llegó al poder". Fue diputada de IU en la Junta General (2004-2007). Hoy continúa vinculada al movimiento feminista. Observadora de la actualidad, aconseja "más análisis, educación, pensamiento crítico, reflexión y cultura para combatir las tendencias populistas".

- Suele decir que tuvo mucha suerte con su familia, culta, liberal y de clase media, y que eso ha cimentado su formación.

-Así es. A mi abuelo materno le gustaba mucho la cultura inglesa y mi madre había viajado bastante. Cuando era niña, tendría 12 o 14 años, mi abuelo me animó a aprender inglés en unos cursos de radio que hacia la BBC y que duraban un cuarto de hora. Quería que los siguiera y me ponía un duro al lado de la radio, como premio. A los 15 años, cuando terminé el Bachiller en las Ursulinas, estaba cansada del colegio, era agobiante. Mi madre me propuso irme a Inglaterra y me pareció una buena idea. Me vino muy bien. A mi vuelta, continué los estudios en el Instituto Femenino.

- Empieza Filología Románica en Oviedo, ¿qué le lleva más tarde a los estudios de Filosofía Pura en la Universidad Complutense?

-Mi idea inicial, que había hablado con mi madre, era hacer Filología Inglesa en Madrid, pero entonces ella se puso enferma y como no podía irme me matriculé en Oviedo en Románicas. Empecé la carrera en el curso 1961-62 y mi primer contacto con la política fue en las huelgas del 63, en la JEC. En 1964 muere mi madre, con sólo 51 años, y eso nos dejó hechos polvo a todos. Mi reacción, no sé si absurda, fue marchar a estudiar Filosofía Pura a Madrid. Me fui en octubre de 1965 y en diciembre ya me habían expulsado. Volví e hice en Oviedo cuarto y quinto de Románicas en poco más de un curso, terminé en febrero del año siguiente.

- En mayo de 1968 trabajaba en Gijón. ¿Siguió los acontecimientos de Francia?

-Estaba ya en el Felipe. Cheni, mi hermano, y su grupo de amigos seguían lo que sucedía, teníamos bastante relación con el mundo francés, estábamos suscritos a "Le Nouvelle Observateur". Pero nosotros estábamos muy metidos en la lucha antifranquista y Mayo del 68 sirvió para dar una inyección de ánimo a la lucha antifranquista. También dio mucho aliento a los grupos de izquierda que no eran del PC, porque ya sabe que el PC se opuso; en cambio, a grupos como el FLP o los que se consideraban antiburocráticos les dio mucho empuje y fueron los que llevaron la iniciativa de las movilizaciones, fundamentalmente antifranquistas.

- Visto con el paso del tiempo, ¿qué significó Mayo del 68?

-Creo que fue un movimiento político, pero sobre todo contracultural. Más que las consignas políticas de cambio de sistema, que eran muy genéricas, era sobre todo contra la cultura represiva y que coartaba la libertad individual y social. Creo que eso es lo que más quedó y lo que más llegó.

- ¿Y desde el punto de vista feminista?

-El feminismo no entró para nada en Mayo del 68, en ese momento no existía como movimiento organizado ni en Francia ni aquí, tampoco había consignas ni preocupación, yo creo que la preocupación era la revolución en general; ahora bien, las mujeres, tanto en Francia como en España, tenían un peso importante en la Universidad, había muchas, no tantas como ahora, pero estaban presentes y las había muy luchadoras. Estaban en las asambleas y, si se fija, en las fotos de la barricadas también se ven mujeres. Sin embargo, hablábamos muy poco en las asambleas, participamos pero no dirigíamos las movilizaciones.

- En esas movilizaciones se combatía la represión sexual, que más tarde sería una de las banderas feministas.

-La revolución sexual fue un rasgo significativo de Mayo del 68. Lo que en la movilización americana fue "sexo, droga y rock and roll", en Francia fue la liberación sexual. En Mayo del 68 la represión era el enemigo principal y se empezó a hablar de represión sexual. En 1970 se funda en Francia el Movimiento por la Liberación de la Mujer (MLF, siglas en francés) y ahí están las mujeres que participaron en Mayo del 68. Recuerdo que en el verano de 1966, que estuve en Francia, manejé, aunque no lo llegué a comprar, "El segundo sexo", de Simone de Beauvoir, un libro de 1949; yo lo tengo en una edición argentina del año 1954 y en el colegio mayor hablaba con mis amigas de ese libro. Un cierto debate o ambiente sobre las mujeres ya había.

- ¿Para alguien que, como usted, ha estado en el origen del movimiento feminista español, qué significó la multitudinaria movilización y la huelga del pasado 8 de marzo?

-Me sorprendió, me alegró y lo disfruté. El feminismo como movilización estaba bastante flojo en los últimos años. Hubo tres hitos que indicaron que algo se movía en la retaguardia. Uno de ellos fueron las Jornadas de Granada de 2011, en las que apareció una cantidad de gente joven que nos dejó muy sorprendidas, gente con enfoques diferentes, más novedosos, más relacionados con el transgénero; el segundo fue el "tren de la libertad", un movimiento que nació en Asturias, de un núcleo muy concreto de mujeres vinculadas al PSOE y que fue otro éxito importante, y, el tercero, que indicaba que la gente estaba muy inquieta, fueron todas las movilizaciones que se gestaron en torno a la agresión de Pamplona. Por otra parte, la famosa campaña del "Me Too", interesante aunque habría mucho que discutir sobre ella, con el polémico manifiesto de las francesas, puso el acento en los abusos sexuales. Además, el que la consigna fuese internacional y el apoyo de los medios fueron decisivos.

- ¿Y esa conexión del movimiento con la juventud, mujeres pero también bastantes hombres?

-También tiene que ver el gran descontento social. Hubo más gente joven que nunca porque está hasta la coronilla. Hablo de la situación económica, de esa desigualdad que se va profundizando y está creando un ambiente de inquietud, de desasosiego y de descontento. Y hablo también de síntomas bastante preocupantes de retroceso de la democracia, de esa creciente tendencia a solucionar los problemas sociales y políticos con el Código Penal. Creo que todo ello influyó en la respuesta.

- ¿Qué opina de la sentencia en primera instancia contra los integrantes del grupo conocido como "la Manada" y de la posterior reacción popular?

-Es una sentencia que en su redacción sigue el relato de la Fiscalía, de la acusación particular y de los peritos de la defensa, es decir, de la víctima; la leí muy detenidamente, pero me sorprendió ese giro final poco comprensible, la condena por abuso, no por violación o agresión. En realidad, en el Código, si aplican el artículo 178 tampoco lo hubiesen llamado violación sino agresión. La palabra abuso parece poca cosa para la gravedad de los hechos e indica falta de sensibilidad ante los problemas sociales y, en este caso, los problemas de las mujeres y la importancia que para la mujer y para la sociedad en general tienen las palabras. A una agresión la puedes llamar violación, a un abuso no. La indignación popular tiene que ver con eso. La sentencia resta importancia a un hecho muy violento que tal y como se relata en los hechos probados te pone los pelos de punta. Al llamarlo abuso dejan a las mujeres con la sensación de que para que te reconozcan que has sido violada tienes que resistirte y te tienen que pegar, cosa que no dice la sentencia pero que lo da a entender.

- En estos últimos años, los hombres se han ido incorporando a las reivindicaciones feministas. ¿Son bien recibidos en el movimiento feminista?

-Me parece muy bien que las mujeres reaccionemos ante cualquier agresión o injusticia contra otra mujer, pero no sólo contra otra mujer, no hay ninguna razón para pensar que si un tipo mata a su pareja yo me sienta más indignada que, por ejemplo, mi marido. ¿Por qué? Se da por hecho que las injusticias que se hacen a las mujeres sólo las sienten más las mujeres. A mí me horroriza tanto que maten a una mujer como que maten a un mendigo los ultras, por ejemplo. La solidaridad es solidaridad humana, y eso el feminismo no lo fomentó. Ahí hay un problema difícil de resolver. El movimiento feminista, sobre todo en sus orígenes, tenía que ser de mujeres y, por lo tanto, tenía que crear lazos y vínculos entre las mujeres porque la unión hace la fuerza. Se consiguió algo muy positivo como la solidaridad, pero no supimos incorporar a esa solidaridad a los hombres honestos y progresistas. Una feminista radical le dirá que ellos defienden sus privilegios, pero yo creo que no porque según eso los blancos no pueden apoyar a los negros y una persona en buena posición económica no puede solidarizarse con un obrero. Si haces esas distinciones por qué las de género van a ser más profundas que las que separan a ricos y pobres. Es un poco el problema de la identidad.

- Es uno de los debates en este momento de cierto sector feminista. ¿Es un movimiento identitario?

-Uno de los problemas del feminismo es que se ha convertido en un movimiento identitario, está siguiendo la corriente posmoderna de la valoración de la identidad, como los nacionalismos. El movimiento feminista surge como forma de agrupar y de solidaridad con las mujeres, pero al ser sólo un movimiento de mujeres y centrarse tanto y exclusivamente en sus problemas, y a pesar de que fue siempre solidario, presupone una identidad diferente, contraria, que es la masculina, y acentúa la diferencia de género política y socialmente. Hoy día no responde a la necesaria integración y solidaridad de todas las personas contra los oprimidos, contra las injusticias.

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