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Nuria Capdevila-Argüelles | Catedrática de Estudios Hispánicos y Estudios de Género en la Universidad de Exeter (Inglaterra)

"Para lograr un pacto social igualitario, los hombres deben perder privilegios y estar dispuestos a ello"

"Es inaceptable y un insulto a la ciudadanía que el maltrato sea un elemento de batalla político"

Nuria Capdevila-Argüelles, en "La caja de las letras" del Instituto Cervantes de Madrid.

Está Nuria Capdevila-Argüelles (León, 1972) entregada desde hace muchos años a documentar la historia del feminismo español, concretamente, la de aquellas mujeres de hace un siglo aproximadamente que, quizás sin saberlo ni proponérselo, abrieron camino y demostraron que el sexo no es ni debería ser condición que determine qué hacer en la vida: a qué dedicarse, qué vestir, dónde viajar, en qué trabajar, qué leer, qué escribir... Y así con todo, o casi todo. El empeño de esta catedrática de Estudios Hispánicos y Estudios de Género en la Universidad de Exeter (Inglaterra) es que lo logrado por aquella generación -sepultado por las guerras, la dictadura y un relato de la historia básicamente masculino- no se pierda y sea un referente. En ello trabaja con libros como "Autoras inciertas" y el reciente ensayo "El regreso de las modernas" (La Caja Books), entre otros trabajos. Como editora, codirige la colección Biblioteca Elena Fortún (Renacimiento), escritora en la que es especialista.

Nació y se crió en León, pero como ella misma dice se siente "muy asturiana" pese a llevar media vida en el Reino Unido (se doctoró en la Universidad de Edimburgo y realizó su etapa posdoctoral en Oxford). En la tierra de su madre -Arnao, Castrillón- pasó muchos veranos y tiene grandes recuerdos de infancia. Le gusta volver siempre que puede, que no es mucho.

- Perdón por el desconocimiento, ¿qué hace una catedrática de Estudios de Género?

-Tengo una doble cátedra en Estudios Hispánicos y Estudios de Género. Mi labor investigadora y docente pertenece a ambos campos. Llevo ya más de veinte años en activo. Soy una hispanista que analiza la historia, cultura y sociedad españolas de la época moderna desde una perspectiva de género, es decir, partiendo de la premisa de que la experiencia masculina no es representativa de toda la humanidad. Me interesan especialmente la historia del pensamiento y la escritura feminista, la historia de la autoría de la mujer, la autobiografía y la escritura memorialística y también el estudio histórico de la violencia de género y la discriminación.

- ¿La cultura española ha despreciado a las mujeres a lo largo de los siglos?

-La cultura no. El patriarcado sí. Y nos sigue despreciando porque la discriminación no ha dejado de existir y las estadísticas de brecha salarial, por poner un ejemplo, lo demuestran. El patriarcado es dominante. Históricamente ha gestionado los espacios culturales públicos y ha situado a la mujer gestora y productora de cultura en el cuarto de atrás. Esto no es un hecho español. Las mujeres siempre han producido cultura: literatura, arte, filosofía, teatro? Siempre ha habido disidentes. Nuestro deber es sacar estos mundos, contribuciones y genealogías a la luz; hay que desarmarizar, descubrir espacios secretos, ir más allá del silencio y la ausencia de la mujer en el canon. En ello estamos y cada vez somos más.

- ¿Las feministas actuales desprecian o desconocen quizás el legado y las conquistas de sus predecesoras?

-Al contrario. Te diré que mi diálogo como historiadora feminista con el activismo y la política feminista peninsular nunca ha sido tan rico e interdisciplinario como ahora. Y es que tenemos la obligación de diseminar nuestro trabajo de manera efectiva porque el feminismo y la igualdad necesitan de comunicación sólida y discurso bien articulado. Ésas son nuestras mejores armas. Las académicas feministas tenemos que salir del campus. Creo que estamos en un momento de concienciación histórica. Sin la mirada de género, sin la mirada feminista, el estudio de la historia, sociedad y cultura se queda a medias. También hace falta una pedagogía de género para que se entienda que no discriminar redunda en el bien ciudadano. No se pueden admitir las afirmaciones misóginas y esencialistas de ciertos sectores conservadores, como un amplio sector de la Iglesia católica que ignora, además, la contribución de muchas teólogas que trabajan desde una perspectiva de género.

- ¿Cómo ve el movimiento feminista actual en España, fuerte o débil, desorientado, flojo, con mucho o poco poder??

-Fuerte y lo seguirá siendo. Las movilizaciones del 8-M se van a repetir este año. El 15-E ha sido una fecha clave. Esa fuerza, además, es necesaria. Eso sí, la historia nos enseña que las mujeres pagamos cara la fuerza. A mediados del siglo XX María Laffitte, una de nuestras pensadoras feministas, escribió que el patriarcado agonizaba lentamente. Y tanto: no quiere morir. Agonía y muerte no son lo mismo. Yo veo a Vox y a los trillizos que prefiero no nombrar como un resurgir del patriarcado reaccionario agónico, de valores tradicionales que privilegian al varón y nos esencializan a nosotras. Para lograr un pacto social igualitario, los hombres tienen que perder privilegios y tienen que estar dispuestos. No me sirve si en una Universidad un académico ve que discriminan a una colega y no hace nada porque no quiere meterse en líos. Quisiera ver a los hombres protestando por la brecha salarial. El feminismo es acción. Y ellos pueden actuar. Ver la discriminación desde la barrera es perder una oportunidad de erradicarla. Recientemente importantes figuras políticas han llegado a negar el machismo y la violencia de género o a confundir violencia doméstica con violencia de género. Es ética y moralmente injustificable. Tenemos que ser fuertes para poder decir que no se dará ni un paso atrás en materia de igualdad.

- Las Sinsombrero están de moda. ¿Han salido justamente y por fin del armario (en alusión a su propia expresión)?

-Las Sinsombrero o autoras inciertas fueron, ante todo, mujeres modernas. Y la mujer moderna ("flapper", "garzona", "new woman") fue una identidad emblemática dentro de la modernidad y dentro del regeneracionismo español. Resultado de la intersección entre mujer y progreso fue controvertida, tan atractiva y fascinante como criticada y temida. Se temía que esa mujer con su propio dinero, con su independencia y papel en la vida pública, con su falda y pelo más cortos, sin molestas enaguas decimonónicas, amante del deporte, con su lugar en la fábrica o en nuevas profesiones, como la de telefonista, no fuese capaz de ser madre y, por tanto, continuar vinculada al mundo doméstico, ser su pilar, sostener la casa y la familia. ¿Cómo iban a ser madres estas andróginas?, se preguntaban hombres de leyes y ciencias. ¿Qué iba a ser de la sociedad futura? El miedo al feminismo y a la libertad femenina va por ahí. Y también el miedo a la moderna, a la mujer diferente y disidente. La moderna desaparece del imaginario después de la Segunda Guerra Mundial. Yo sostengo que se convierte en una presencia fantasmal. ¡Y a mí siempre me rondan! Soy muy archivera.

- Choca al leer "El regreso de las modernas" la opinión de algunos intelectuales como Ramón y Cajal sobre las mujeres y su temor, crítica más bien, a que salieran del hogar y se labrasen una carrera profesional o un oficio alejadas de hijos y casa.

-Ramón y Cajal se llevaba la palma en misoginia. Aunque hubo un novelista, González Blanco, que insistía en la importancia de dar a las mujeres una buena zurra de vez en cuando. Los aforismos misóginos de don Santiago y sus irritantes escritos cortos, recogidos en el librito "La mujer", rezuman odio y crueldad hacia "el bello sexo". Las páginas misóginas de Marañón, Ortega y otros están ahí. No fueron, la mayoría de las veces, buenos compañeros de generación. Y hoy seguimos teniendo ilustres misóginos, pero no voy a mencionarte ninguno porque ya tienen suficiente propaganda y sus columnas.

- ¿Todas las mujeres queremos y debemos aspirar a tener un "cuarto propio"?

-Todas las personas tienen un cuarto propio, metafórico, en la mente. Pero necesitamos un cuarto propio real, claro que sí, un espacio en el que estar en silencio, poder pensar. Carmen Baroja se daba cuenta de que por las tardes habitaba el tedio como se habita un cuarto propio, porque llenaba su mente. Es una de las partes más tristes pero reveladoras de sus memorias. No quería hacer un cuarto propio de la enfermedad que era para ella la insatisfacción y el aburrimiento de señorita burguesa sin nada que hacer. No quería habitar la tristeza y la debilidad física que acompañaba a su reclusión en el hogar. No quería que esa fatiga, delicadeza femenina, fuese el fundamento de su identidad por ser mujer y por tener una limitada relación con el mundo exterior. No quería y no sabía cómo luchar contra la tradición que le instaba a ser pasiva. Ella se dio cuenta de que la tradición creaba mujeres insatisfechas y tristes. Sabía que la respuesta estaba en el feminismo y la emancipación. Su problema vital no era que la libertad le estuviese vetada por ser mujer y estar vinculada a lo doméstico. Se definió como francamente feminista porque no veía diferencia entre los sexos, más que la dada por la educación y el poder económico, que lamentaba no tener.

- Usted es especialista en la obra de Elena Fortún. ¿Cuál es de alguna forma su actualidad, qué puede aportar su obra hoy en día?

-A través del personaje de Celia y de su saga, Elena Fortún ofrece una relectura de nuestro siglo XX. Aparte del carácter de documento histórico que tienen los libros de Celia y de su humor y belleza literaria, tenemos a la Elena Fortún periodista, autora de artículos fascinantes, y también tenemos la Elena Fortún autora de literatura inédita absolutamente clave para entender la historia de la sexualidad de las modernas, su disidencia de género y su vida íntima, con "Oculto sendero", su autobiografía novelada.

- ¿Puede haber niñas hoy en día como la adorable e inconformista Celia?

-¡Por supuesto! Niñas y niños que cuestionan el mundo de los adultos y exponen sinsentidos e injusticias con una lógica aplastante.

- Violencia de género: ¿cómo se aborda en el Reino Unido? ¿Es un debate tan de actualidad e interés como en España?

-Claro que lo es. El debate es mundial y desde la ONU y la UE nos llegan directrices sobre violencia estructural y coyuntural y también sobre cómo ejercer políticas de igualdad. Tenemos grandes políticas feministas en España. Una de ellas nos ha dejado recientemente, Carmen Alborch, gran maestra. Que la extrema derecha española ose cuestionar la persistencia de la violencia contra las mujeres es una vergüenza y una prueba más de la necesidad de una pedagogía y educación desde una perspectiva de género. Obligatoria. No es adoctrinamiento. Es educación. El argumentario que ciertos y ciertas líderes de la derecha han usado recientemente carece de todo rigor intelectual. Hay una violencia contra las mujeres por el hecho de serlo que es preciso erradicar. Eso no quiere decir que las otras violencias no sean condenables. Por supuesto que lo son. Pero la violencia de género, construida históricamente, recibida por las mujeres por serlo, no puede asimilarse a otros tipos de violencia porque entonces fortalecemos el machismo que la produce. Es así de sencillo.

- El maltrato se ha convertido en un elemento de batalla política en España.

-Es inaceptable y un insulto a la ciudadanía.

- ¿Cómo contempla el debate que hay sobre la ley de violencia de género y su posible carácter discriminatorio?

-Mi alumnado lleva estudiando la ley de 2004 y la de 2007 prácticamente desde que fueron promulgadas. También estudiamos la vorágine legislativa de la Segunda República en materia de género, el Fuero del Trabajo y otros textos para entender el marco legal español a lo largo de los últimos 100 años. La ley no favorece a la mujer sobre el hombre. Con leer la exposición de motivos es suficiente para constatarlo. La ley de 2007 busca paliar una diferencia, discriminación y violencia históricamente construidas. Y lo hace partiendo de que la igualdad está reconocida por nuestra Constitución. El único pero que le pongo a esta ley es que no es punitiva.

- De polémicas como toda la contestación en las calles a la sentencia de "la Manada", ¿qué llega al Reino Unido, si llega algo?

-Fue cubierto por la prensa británica. Recuerdo especialmente el trabajo de Sam Jones en "The Guardian". Se habló de una violación grupal no condenada como tal.

- Discriminación positiva, ¿sí o no?

-Son necesarias las acciones positivas para impulsar la igualdad de facto. No uso el término discriminación positiva. La igualdad lleva demasiado tiempo siendo un objetivo. Ha de ser una realidad y para eso necesita ser impulsada. Tampoco hablo de ideología de género, sino de perspectiva de género. El género no es una ideología, es una construcción histórica. La ideología es el feminismo.

- "Brexit", ¿qué va a pasar?

-Ojalá pudiera aclararlo. No sabemos aún qué va a pasar. Me agarro a esta idea porque ofrece esperanza.

- Como española asentada en Inglaterra, ¿teme algún cambio, algún problema?

-No lo sé. Todavía albergo esperanzas de que no haya "Brexit". La ciudad en la que vivo, como la mayoría de las ciudades universitarias, votó "remain" (permanecer). Mi alumnado siempre se ha considerado europeo y ve el "Brexit" como una faena enorme.

- ¿Piensa regresar a España a trabajar? No sé si se la puede considerar como parte de esa generación que tuvo que irse al no encontrar aquí posibilidades.

-Trabajo mucho en España. Publico la mayoría de mi trabajo en mi país natal y viajo a menudo a dar charlas y conferencias, examinar tesis doctorales, promocionar mi trabajo y colaborar en radio y televisión. La vida siempre me ha sorprendido y quizás me guarde la sorpresa de un regreso. No lo busco activamente. Me gusta mucho tener dos mundos, el anglosajón y el español.

- ¿Cómo ve Asturias, la tierra de su madre? ¿Se nos conoce en el suroeste inglés?

-He leído algunos reportajes en prensa muy buenos y muy completos sobre el Principado. Y varios chefs británicos han hablado de la gastronomía asturiana. La tierra de mi madre tiene una dimensión mítica para mí. Quizás por eso me guste tanto el condado de Devon, donde resido. Tiene un cierto parecido con Asturias. Aquí está el lugar que considero mi pueblo, Arnao, y muchas vivencias importantes de infancia y juventud. Ahora vuelvo de vez en cuando, menos de lo que quisiera. Tengo una muy buena memoria, llena de recuerdos, muchos de ellos con un importante componente verbal porque de niña y adolescente hablé mucho con mis abuelos asturianos. Y se han quedado conmigo mil historias heredadas que me contaron de su generación: el tío Andrés practicando el charlestón agarrado a una mesa mucho antes de la guerra; la tía Juanita, asmática, con sus problemas para respirar y la paradoja de ser un auténtico pulmón para la familia y el clan de hermanas; la tía Luz, seria y pensativa, que tenía solamente un riñón; la tía Teresa, emprendedora; María, muy bella y elegante, como mi abuela? Queda solamente una de ellas viva: Margarita. Y la familia de mi abuelo, hermanos y hermanas con un precioso pelo blanco, enorme merengue en la cabeza? Mi abuelo hacía operaciones de matemáticas en los márgenes de LA NUEVA ESPAÑA. También era un as de los crucigramas. Son personajes novelescos para mí.

- Asturias aparece, además, en su ensayo "El regreso de las modernas".

-Sí. Empiezo mi argumentación con Chechu Álava, gran pintora asturiana residente en París y amiga mía de juventud. Compartimos además esa ansiedad por buscar y representar genealogías femeninas. Desde jóvenes buscábamos referentes femeninos en el pasado y a la vez teníamos un vínculo muy particular con las mujeres de nuestro mundo. Adoro su trabajo.

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