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CRUCE DE CAMINOS.| VIAJES FOTOGRÁFICOS POR LA ASTURIANÍA AMERICANA

Chorizo Bowl, fútbol astur en USA

Emigrantes de la región fueron pioneros del balompié en San Luis (Misuri), donde cada 1 de enero se sigue celebrando un partido que ellos organizaban desde los años 40

Jugadores del García Football Club en los años 20 del pasado siglo. MARY ANN RODRÍGUEZ

Este momento invisible que ahora relato ocurrió hace muchos años en algún salón comedor del Medio Oeste americano. Alguien acciona un magnetófono para registrar las voces de las hermanas Alice, Dora y Mildred, que disfrutan de una agradable reunión familiar. Esa tarde de finales de los setenta, las tres hermanas consiguen viajar en el tiempo hasta la época en la que aún eran Alicia, Adoración y Milagros Fernández y vivían entre centenares de inmigrantes asturianos asentados en el área metropolitana de San Luis, Misuri, a orillas del río Misisipi. Hablan un "spanglish" con acento muy marcado mientras buscan el estribillo desde el que saltar a la olvidada letra. "Siéntate aquí, sit down". A su hermano Chic, antaño Benito, se le escucha incómodo ante la máquina grabadora. "Yo nun canto", dice con voz decana entre el coro de abuelas que finalmente entona a viva voz en español: "Es el club de los García / el que llama la atención / a donde quiera que vayan / para jugar el balón? / Dan buenos pases / de pies y de cabeza / con tanta ligereza /que es una admiración / ¡Viva el balón! / Que lleva a última hora / que lleva a última hora / buena sensación". La grabación atraviesa una zona turbulenta antes de que el himno entre en su estrofa final: "Aquí en tierras ajenas / están conquistando honores / demostrando que de España / salen buenos jugadores. / Dan buenos pases / de pies y de cabeza?". Terminado el estribillo, se escucha el clic final de aquella maravillosa píldora sonora que cuarenta y tres años después la nieta de Dora, Marybeth Neradka volvería a reproducir para mí en un cuidado radiocasete de doble pletina.

En contra de lo que comúnmente se piensa, el deporte del balompié desembarcó en los Estados Unidos mucho antes de que se practicara en ciudades europeas de histórica tradición futbolera. Los emigrantes irlandeses y escoceses lo llevaron consigo en su versión inglesa más arcaica. En las hemerotecas de San Luis, pongo por caso, hay registros de un partido, Rubios contra Morenos, disputado el 28 de mayo de 1875 por abogados de la ciudad que recaudaban fondos con el fin de crear un hogar para huérfanos repartidores de periódicos. A pesar de que el rugby prestaba varias reglas al juego, había que meter el gol con el pie en una portería. Ganaron los Rubios, 4-3. Mientras la segunda gran oleada de emigrantes inundaba las calles de la ciudad, cuando los asturianos respondían al efecto llamada para incorporarse a la infernal industria metalúrgica de Misuri o Illinois, ya existían en San Luis una federación, varias ligas bien organizadas, miles de aficionados en las gradas o incluso partidos de exhibición muy aplaudidos que tuvieron lugar durante los terceros Juegos Olímpicos de la era moderna, celebrados allí en 1904. Uno de los equipos de fútbol pioneros en la ciudad fue el Club Asturias, creado en 1907 por jóvenes obreros contratados por la Edgar Zinc Company, en la zona sur de la ciudad. Dos años después, mientras Menéndez, Busto, Prado y Díaz daban patadas al balón en los descampados colindantes a las fábricas, el padre de aquellas ancianas cantarinas arribaba a la ciudad dejando a su esposa y vástagos en Santa María del Mar, Asturias.

Seis años tardó Vicente Fernández en reunir el dinero para poder abrazar nuevamente a Vicenta y a sus trece hijos. Entre ellos, el adolescente Benito Fernández fue quien más se interesaría por el balón una vez llegado a Misuri, en 1915. En la foto, posa sentado con la mano entre las piernas, en el extremo izquierdo de la fila intermedia. Cuenta ya 21 años de edad, y quizás en ese mismo momento glorioso se esté dando cuenta de que sus remates a puerta no le sacarán de la fundición en la que trabaja al otro lado del río, en el Estado de Illinois. García Football Club había ganado el campeonato municipal de East St. Louis en la temporada 1920-21. Era un equipo amateur patrocinado por la empresa de transportes de otro paisano asturiano. Entre los jugadores solamente había un García, Armando, al que sus compañeros apodaban "Yanqui" por haber nacido ya en el Nuevo Mundo. Ironías de la vida, en esta foto es el único jugador que no lleva rotulado el pecho. Igual que los padres del Yanqui, el resto procedía de los alrededores de Arnao, en Castrillón, con más experiencia fabril que futbolística. Tirso Díaz (tendido bajo Benito); sus hermanos Enrique y José, gemelos; Amelio Cueto? Son los únicos nombres que Mary Ann Rodríguez, la dueña de la fotografía, es capaz de recordar a día de hoy. Al igual que aquella grabación, la memoria sufre bruscas turbulencias con la edad.

En contra del himno que cantaban las hermanas Fernández, el García Football Club no fue un equipo que sobresaliera del resto de formaciones en las que peloteaban otros inmigrantes. En 1927, Benito y su cuñado Prudencio fundarían en San Luis la Sociedad Española, un centro social y de recreo que también contó con su triunfal equipo de fútbol. Su humilde edificio ha acogido múltiples y legendarias historias futboleras: el mismísimo Pelé pasaría por allí en 1973 para regalar el par de botas que reposa en una vitrina repleta de trofeos. Hoy sigue sirviendo de refugio tanto a los descendientes de aquellos emigrantes como a las sucesivas generaciones de expatriados que siguen llegando a la ciudad. Con el paso del tiempo, el club ha ido sucumbiendo ante otras formas de vida, otras costumbres, otros deportes más yanquis. El fútbol se vive y disfruta hoy en la vieja sede de la Spanish Society a través de las pantallas de plasma de su cantina, como espectáculo televisado. Hasta que llega uno de los eventos tradicionales del año: el Chorizo Bowl. Desde un primer partido disputado a finales de los años 40, en el que los asturianos de San Luis se batieron con los de East St. Louis y Fairmont City, cada 1 de enero se ha repetido ese encuentro sin tener en cuenta la nieve, la lluvia, la resaca de Año Nuevo, la destreza ni la nacionalidad de los jugadores. Sea cual sea el resultado final en una orilla u otra del Misisipi, futbolistas y público acaban compartiendo un tercer tiempo donde los bocadillos de chorizo ahumado siempre salen vencedores.

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