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El símbolo de la sociedad rural asturiana

La fiebre del hórreo tras la pandemia: más de un año de espera para rehabilitarlos en Asturias

Las 11 empresas de carpintería especializadas no dan abasto

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El hórreo, símbolo de sociedad rural asturiana Ángel González

La fiebre del hórreo

Víctor Manuel Álvarez cuenta que la pandemia le ha venido muy bien al hórreo, pues, tras el confinamiento, “muchos se dieron cuenta de que vivir en un piso era como vivir en una cárcel y vieron las ventajas del pueblo. Y delante de casa tenían el hórreo y decidieron arreglarlo”. Ahora, asegura, los carpinteros especializados en hórreos y paneras “están a tope”. Hay unas once empresas de carpintería y si quieres arreglar el hórreo ahora tienes por lo menos un año de espera. De hecho, el gran problema que hay es que falta mano de obra cualificada”.

El movimiento de reivindicación de hórreos y paneras que encabezó Víctor Manuel también prendió en León, donde se ha creado una asociación hermana que está encabezada por el economista jubilado Anselmo Reguera Pinilla. “León está en un espacio un poco marginal, pero tenemos 360 hórreos. Y ahora estamos intentando poner en valor todo este patrimonio, que ya está catalogado como Bien de Interés Cultural”. Admite que el hórreo ha perdido buena parte de su función primigenia, como despensa de alimentos de la casa, pero mantiene su poder identitario. “Es una solución que inventaron hace muchos años para solventar un problema de conservación, pero ahora es un símbolo, una característica propia de nuestra comarca. Yo soy de un pueblo que se llama Felechas que está en la montaña oriental de León, cerca de Boñar. Y mi pueblo no sería lo que es si no tuviera esos hórreos”.

Hay muchas horas de viaje en camión entre Asturias y Alemania, Austria u otros países centroeuropeos, así que el camionero candasín Víctor Manuel Álvarez en algo tiene que ocupar la cabeza. Allá por 2015, este motero amante de las Harleys empezó a pensar mientras iba al volante que algo había que hacer con los hórreos en Asturias, que eran un símbolo de la vida rural y del paisaje asturiano y estábamos dejando que se cayeran uno tras otro. Porque habían perdido su función tradicional como granero de la casería y, sin uso práctico, parecía que la única salida era el derrumbe. Así, a la vuelta, se puso manos a la obra y creó la Asociación de Amigos del Hórreo Asturiano, que promovió la reforma normativa en marcha en el Principado para legalizar nuevos usos (como vivienda turística, por ejemplo) y que ahora ha creado una alianza con otros defensores de los graneros elevados en Galicia, León, Navarra, País Vasco y el norte de Portugal en orden a lograr una figura de reconocimiento internacional –podría ser la prestigiosa etiqueta de Patrimonio de la Humanidad que concede la Unesco– no solo para las construcciones en sí, también para toda la cultura popular que las rodea e identifica una forma de habitar el campo. En definitiva, buscan el camino para que estos graneros centenarios sobrevivan al siglo XXI.

Víctor Manuel Álvarez y su asociación han conseguido reunir este fin de semana en Candás a los más destacados expertos nacionales e internacionales en este tipo de construcciones. Fue durante el II Encuentro de graneros elevados de la península Ibérica, para debatir sobre la necesaria revalorización de hórreos, paneras y cabazos. Como prólogo a la cita, el jueves, la asociación organizó una visita guiada a lo que Víctor Manuel Álvarez define como “La milla de oro del hórreo asturiano”, con paradas en los pueblos de Cervera y Piedrafita, en Cabranes, donde hay construcciones de los siglos XVI y XVII.

Ángel González

En torno a las diez de la mañana, en un descanso del temporal, en Cervera (Cabranes), la antropóloga Pía Timón Tiemblo, último Premio Nacional de Restauración y Conservación de Bienes Culturales, contempla uno de los hórreos centenarios del pueblo. Es antropóloga jubilada del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE), donde coordinaba los planes nacionales de Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial y de la Arquitectura Tradicional. Recuerda cuando su departamento apoyó y publicó en 1984 las investigaciones, pioneras en Asturias, que hacían Armando Graña y Juaco López, hoy director del Muséu del Pueblu D’Asturies. “Hablaban de una cosa que era una realidad entonces: decían que los propios dueños de los hórreos no valoraban lo que tenían. Ahora, sin embargo, ha ocurrido una cosa que se llama ‘la apropiación’. Es decir, los portadores ahora sí que valoran ese patrimonio. Hemos vuelto a apropiarnos de lo que ya teníamos. Es una buena noticia, un fenómeno moderno, actual, han podido contribuir las transferencias a las comunidades autónomas y quizás otros factores, como el retorno a lo ecológico”.

14.566 hórreos

Esta es la cantidad de hórreos que hay en los catálogos urbanísticos de Asturias, según la Consejería de Cultura

Timón es una entusiasta de los hórreos. “Es una obra de arte en el sentido de destreza, de la habilidad, de conocimiento. No puede ser más perfecto y más adaptado al medio”. Pero lo importante no es el “producto final”, sino la cultura que lleva al hórreo, “el conocimiento” que ha generado ese producto, “cómo tienes que cortar las maderas, cómo tienen que ser los ensambles, qué ancho tienen que tener las vigas… Es una gran cantidad de conocimientos transmitidos de generación en generación que luego los fijas en una obra”. Por eso ella afirma que un hórreo “transmite emoción”. Lo explica: “Si algo tiene todo el patrimonio cultural inmaterial de distinto de otros patrimonios que pueden ser estéticos es que aquí encuentras la emoción de la vinculación con las personas. Este hórreo es también quienes tenían las habilidades y los conocimientos para hacerlo; está vinculado con la familia propietaria; tiene esa carga simbólica y emotiva muy fuerte”.

Detalles de los hórreos del siglo XVI y XVII en Cervera y Piedrafita, en el concejo de Cabranes. | Ángel González

Pía Timón subraya que el hórreo es un patrimonio vivo y, por lo tanto, cambiante. ¿Por qué, entonces, no permitirle nuevos usos para que no acabe fosilizado? “El patrimonio popular siempre está cambiando. Si la gestión del patrimonio cultural inmaterial no se dinamiza, ese patrimonio se pierde. Tenemos que ir cambiando, lógicamente con unos criterios. Yo soy partidaria de que a los hórreos y paneras se les encuentre una nueva funcionalidad. Porque la Unesco, cuando habla del patrimonio cultural inmaterial habla de él como transmitido y recreado”. Y añade Timón: “Este patrimonio lo tienes que ir recreando. Si no, está comprobado que desaparece. Si, por ejemplo, un ritual, que es lo más puro del patrimonio cultural inmaterial, no se va adaptando a las exigencias del momento, se extingue. Imagínese que un ritual prohíba por completo que las mujeres formen parte de él. Pues ese ritual desaparecerá porque son tiempos de igualdad. Pasa un poco lo mismo con los hórreos. Ahora hay demanda turística y cultural, pues habrá que ir adaptándose a esos dos pilares económicos. Ahora, con cuidado y siempre y cuando sean acciones sostenibles, reversibles, con todos los criterios”. Pero cuidado con “fosilizar” este legado: “No se puede decir nunca: esto tiene que seguir así siempre. Esto vale para los monumentos románicos o góticos. Esto es diferente, va en función de las personas. Esto es un patrimonio producto de una actividad, que sigue vivo”.

Juaco López, director del Muséu del Pueblu d’Asturies, uno de los grandes conocedores de los hórreos y paneras asturianos, sostiene que la verdadera clave para mantener este tipo de patrimonio es prestigiarlo. “Lo importante para su conservación no es invertir millones. La clave está en que la gente lo vea como algo de prestigio. Esa es la clave para que tú inviertas en tu propio patrimonio. Que cuando vayas a visitarlos te digan: ven, te voy a enseñar mi hórreo, que es del siglo XVIII. Esa es la idea para conservar un patrimonio que está en uso y que es propiedad privada”. Por eso “es importante que se hagan visitas como estas, o que salga en los medios. Una cosa muy barata sería, por ejemplo, que el presidente del Principado diera una rueda de prensa en un hórreo”.

Detalles de los hórreos del siglo XVI y XVII en Cervera y Piedrafita, en el concejo de Cabranes. | Ángel González

López respalda la tesis de Pía Timón de que es necesario acompasar este patrimonio con los nuevos tiempos. “El problema no es del hórreo y de la sociedad. El problema es la normativa si intentan imponerla diciendo que el hórreo solo puede destinarse a usos tradicionales de granero. Eso no es así porque nunca lo fue. El hórreo, cualquiera que haya entrado en uno lo ha visto, es el sitio donde se guardaban todos los papeles, el grano, una cama... Es un espacio muy bueno para guardar todo tipo de cosas, un espacio polivalente. Es la función que siempre hizo el hórreo. En la descripción que hace Jovellanos de sus funciones pone un montón, entre ellas dormitorio, almacén para guardar los papeles, porque ahí no entraban los ratones y hay un ambiente de humedad muy bueno. Se guardaba todo ahí”. López subraya que “las cosas siempre evolucionaron y siempre se adaptaron” y que la normativa tiene que adecuarse a ello. Y alerta contra la fosilización legal: “Cuando empezamos a descubrir las decoraciones pintadas en los hórreos de estilo Carreño, la Consejería de Cultura, en los años 90, prohibía pintar esa paneras, que siempre pintaron las mujeres de la casa. Pero se prohibía y se veía como algo raro que se pintase, cuando el arte popular siempre busca el color. Era puro desconocimiento o ignorancia”. Más ejemplos. Prohibido poner canalones. “Es un disparate. Antes alrededor había tierra, pero ahora hay asfalto y hormigón. El agua salpica y en muchos sitios se ponen los canalones ¿Qué problema hay?” Más ejemplos: “¿Y esos nuevos materiales que se ponen encima de la madera y debajo de la teja, para aislar y para proteger del agua? Así no tienes que andar todo el día subiendo al tejado a retejar. Si hay una pequeña gotera el material la echa fuera. Yo no le veo problema”, dice López. Si esa normativa ultraconservacionista hubiera estado vigente en el siglo XVII en Asturias, los hórreos del centro de la región seguirían cubiertos de paja y no se habrían permitido las paneras, que responden a más necesidad de espacio para mayor tamaño de las familias en el siglo XIX.

Detalles de los hórreos del siglo XVI y XVII en Cervera y Piedrafita, en el concejo de Cabranes. | Ángel González

El arquitecto Fernando Cerqueira Barros, del Centro de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Oporto, es otro de los expertos que se han unido a la red de defensores de los graneros elevados que se articuló en torno a la Asociación Asturiana de Amigos de los Hórreos. La pequeña tipología de los graneros en el norte de Portugal deja pocas vías para buscar nuevos usos “habitacionales”. Como mucho, pequeño almacén. “Pero tiene una función de importancia identitaria. Porque hablamos de aldeas que tienen su único espacio público en la era, donde están los hórreos”. Y también es importante la transmisión de técnicas, como el trenzado de los canastos de varas para los cabazos, que es una técnica constructiva que podría remontarse a los tiempos castreños”. “El hórreo puede no servir ya para guardar el maíz, pero se puede guardar nuestra cultura, que es lo más importante”, sentencia Sequeira. Insiste en la necesidad de desplegar una protección local y difundir la conexión entre las regiones astur-galaico-portuguesas con estos graneros elevados, pero también apuesta por alcanzar “una valoración internacional” bajo el paraguas de la Unesco, “para que las personas puedan ver que un pequeño elemento que tienen en su finca forma parte de un conjunto que está en toda la parte norte de la Península pero también en otros países, y que es un patrimonio identitario de todos”.

El grupo de expertos en hórreos reunido el jueves en Cabranes, fotografiado en Piedrafita. | Ángel González

Una reforma en marcha para agilizar los permisos para arreglos y restauraciones

Pablo León, director general de Patrimonio del Principado, asegura que “el reto está en darle al hórreo nuevos usos que no alteren su estructura y apariencia”. Para ello, la Consejería de Cultura, con el asesoramiento de la llamada Mesa del Hórreo, está trabajando en una nueva normativa que permita utilizar estos graneros como “alojamiento excepcional “ o “alojamiento singular”, un texto legal que aún está perfilándose. León precisa, no obstante, que en esa reforma están ya trabajando en un borrador de decreto para simplificar los trámites para conseguir las licencias de obra para reparación, de tal manera que los ayuntamientos puedan otorgar los permisos para las obras más frecuentes sin que sea necesario que toda la tramitación pase por Cultura. León asegura que entre los objetivos del Gobierno regional está incrementar la cuantía de las ayudas para la reparación de los hórreos, ahora fijadas en 150.000 euros y que no llegan a cubrir todas las solicitudes presentadas. Tal es la demanda que tampoco hay profesionales suficientes para hacer las obras y, en algunos casos, los solicitantes tienen que renunciar a la ayuda porque nadie puede hacérselas en el plazo fijado para recibir la ayuda.

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