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Jesús fernández-Villaverde Economista, catedrático de la Universidad de Pensilvania

“El abismo demográfico al que se enfrenta Asturias es espectacular”

“Hay que reestructurar la sociedad para que volver a tener niños sea más fácil, una opción más atractiva” | “Dentro de medio siglo la región tendrá medio millón de habitantes, concentrados en la ‘Y’ y en los pueblos bonitos de la costa, y un interior totalmente vacío”

Jesús Fernández-Villaverde. Jennifer Vatza

Jesús Fernández-Villaverde es catedrático y profesor de Economía de la Universidad de Pensilvania, donde también dirige la Iniciativa Penn para el Estudio de los Mercados y codirige el Proyecto de Historia Comercial, Económica y Financiera. Tiene 49 años, nació en Madrid de padres de Lena y reside en Filadelfia. Lleva un cuarto de siglo en Estados Unidos. Recientemente escribió en un blog varios artículos sobre el futuro demográfico de la humanidad, en los que incluyó varias referencias al caso de Asturias, la región con mayor tasa de población anciana de España y Europa y que pierde alrededor del uno por ciento de su población cada año.

–¿Existe algún remedio al vaciado del territorio?

–Muy pocos. La población de un territorio depende básicamente de la cantidad de niños que nacen y de los movimientos de población desde y hacia otros territorios. El problema es que en Asturias, en 2021, hubo menos de 5.000 nacimientos y más de 13.000 muertes, y eso implica una fuerte pérdida de población. La única manera de mantener la población sería con inmigrantes, pero ¿cómo se consigue que llegue gente de fuera? Es difícil si no hay oportunidades económicas. Y en la economía moderna las zonas periféricas tienen menos oportunidades.

–Y el envejecimiento de la población, ¿tiene solución o es irreversible como sostienen algunos expertos?

–Es una cuestión meramente matemática. Si nacen menos de 5.000 niños al año, imaginando que esa cifra se mantuviera constante, como la esperanza de vida es, aproximadamente, de 85 años, aplicando la “regla del 85” tendremos 450.000 habitantes. Otra manera de pensarlo es la siguiente: si quisiéramos mantener una población constante de un millón, olvidándonos de la inmigración, tendrían que nacer unos 12.000 niños al año. Faltan 7.000.

–Dado que en demografía los ciclos son largos, de unos 60 años, ¿es la inmigración la única fórmula para ralentizar la despoblación y el envejecimiento a corto plazo?

“El abismo demográfico al que se enfrenta Asturias es espectacular, perderá el 55% de su población”

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–Desde el punto de vista de mera contabilidad, sí. Si traes a 200.000 inmigrantes lo reviertes. Pero hay dos problemas. Uno, hay que convencer a los emigrantes para que vengan a Asturias y no a Madrid o a Barcelona. Preguntarán qué le sacan en claro a vivir en Avilés en vez de en Getafe. Y dos, la gente no es consciente de la cantidad de inmigrantes de la que estamos hablando. Si la población va a pasar de un millón a algo más de 400.000 no hablamos de traer a unos cuantos inmigrantes, sino de que la mayoría de la gente que residiera en Asturias sería de fuera; que los asturianos serían minoría en Asturias. No creo que la mayoría de los votantes quiera convertirse en minoría en su propio país.

–¿Ayudarán el teletrabajo y las nuevas tecnologías a frenar el vaciamiento de las zonas rurales?

–Eso es lo que dice todo el mundo, pero yo nunca lo he entendido. La gente no se muda a Madrid porque se trabaje mejor, sino porque los restaurantes son mejores. ¿Por qué es tan caro vivir en San Francisco o en Nueva York… o en el barrio de Salamanca de Madrid? No es porque no se pueda trabajar igual de bien en Majadahonda, sino porque llega el viernes por la noche y queremos ir a un restaurante bueno. El teletrabajo permitirá, porque de todo hay en la viña del señor, que viva en Ribadesella alguno al que le guste la vida tranquila. Pero de esos hay cuatro.

–El “telebar” no funciona…

–Ni la “telesidra”. El teletrabajo ayudará quizás a sitios como Segovia, que están lo suficientemente cerca de Madrid para ir un par de veces a la semana y el resto teletrabajar. El modelo de mundo al que vamos es uno en el que ya no vas cinco veces por semana al despacho, vas dos o tres. Entonces, en vez de vivir en un barrio caro cerca del centro de la ciudad, puedes ir un poco más a las afueras y aunque ir a trabajar lleve una hora y sea pesado, como solo lo tienes que hacer un par de veces por semana, se hace más fácil. Pero el teletrabajo también va en la otra dirección: si me hacen catedrático de la Universidad de Oviedo puedo vivir en Madrid. Sobre todo con el AVE: voy, doy mis clases y me vuelvo.

–¿No se podrían copiar en Asturias modelos de recuperación demográfica como los aplicados en Escocia o Francia?

–Tuvieron un éxito relativo. El problema es el tamaño del reto. No estamos hablando de que vamos a perder 100.000 personas, sino de que al ritmo actual se perderá el 55 por ciento de la población. No hablamos de traer a 10.000, 20.300 o 30.000 personas, para mantener la población, habría que traer a 550.000. ¿Puedes impulsar alguna iniciativa para traer algo de gente? Pues sí, algo se puede conseguir, pero es un problema de magnitud.

–¿Es el problema demográfico eminentemente económico? ¿Podrían ayudar empleos estables, condiciones laborales adecuadas y salarios dignos?

–No. Lo que vemos es que cuanto más ricos son los países, menos niños tienen. Ese es un cliché típico de los sindicatos. La vida de los mineros asturianos en 1900 era mucho peor que la de ahora, pero tenían cinco niños. La cuestión es que, por una serie de motivos, la sociedad actual ha decidido no tener niños. Y o tenemos más niños o esto no tiene solución.

–¿Debe la lucha contra el ocaso demográfico ser territorial y no sectorial, y actuar de manera global sobre población, actividad económica y servicios?

–El primer paso es darse cuenta de que el problema es gordísimo, de que el abismo demográfico al que se enfrentan regiones como Asturias y Galicia es espectacular. Y la gente aún no lo ha interiorizado. El segundo reto es cómo vamos a hacer para que los asturianos pasen de tener 5.000 niños al año a tener 7.000 u 8.000.

–¿Cómo?

–Sabemos que los países escandinavos tienen estructuras de trabajo que permiten una mejor conciliación de la vida familiar y la vida laboral, y que eso tiene efecto. Sabemos que el reparto del trabajo dentro de la familia entre los distintos esposos también tiene un efecto positivo. Sabemos, aunque no sea algo espectacular, que tiene efectos positivos ayudar a las familias. Hay que reestructurar la sociedad para que volver a tener niños sea más fácil, una opción más atractiva. Así lo mismo conseguimos tener 7.500 niños al año y ralentizar la caída demográfica. No veo un escenario en el que volvamos a tener 12.000 niños al año, pero una cosa es perder 4.000 personas al año y otra muy distinta, como ocurre ahora, que las defunciones sean el triple que los nacimientos.

–¿Deben las políticas demográficas (o económicas) ser selectivas, potenciando las villas y dejando de cierta manera de lado los pueblos y aldeas con menos posibilidades de futuro?

–Me parece jugar demasiado a ser planificador social, y a mí, en general, eso no me gusta. Hay que ser honesto con la gente que vive en poblaciones muy pequeñas y explicar que la capacidad para dar servicios públicos va a ser limitada. Y cada uno que decida lo que quiera hacer. En un concejo con mil personas no puedes dar muchos servicios públicos. ¿Cómo vas a mantener colegios abiertos si no hay niños?

–El Principado presume de mantener aulas con tres alumnos.

–Pues no tiene mucho sentido por los propios muchachos. En Economía de la Educación sabemos que hay un “efecto de pares” muy importante: uno aprende tanto de sus compañeros como de los profesores. Así que no es adecuado para los niños tener una clase de tres personas. Los colegios también son socialización, ¿qué socialización tienes con tres niños?

–En Asturias hay casi un millar de pueblos abandonados. ¿Existe alguna fórmula para, al menos, evitar que el número siga creciendo?

“Tenemos una región en plena decadencia, en la que no hay niños y la economía va mal, y resulta que la prioridad es aprobar la oficialidad: hemos gastado la legislatura entera en una babayada”

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–Si vas teniendo cada año 10.000 personas menos hay que restarlas de algún sitio. Si no dejan un pueblo dejarán otro, porque la gente no va a querer dejar de vivir en Oviedo. ¿Cómo convences a una persona de Oviedo de que se vaya a vivir a Taramundi? Alguno habrá, pero necesitas 20.000 o 30.000. Habrá algunas localidades que por tener una belleza natural muy grande se van a mantener mejor. Ribadesella no se va a vaciar, la caída de la población será mucho más suave, porque es muy bonita. El problema es quién va a vivir en los pueblos del concejo de Laviana.

–Hay expertos que sostienen que buena parte de la zona rural no tiene solución demográfica y abogan por diseñar estrategias de reforestación y declarar parques naturales para que el impacto ambiental sea el mínimo posible y así poder conservar el atractivo de esas zonas. Esto es, ya que el paisanaje se extingue, centrarse en el paisaje. ¿Qué opina?

–No me parece mala idea, pero con moderación, de una manera sensata, sin imponer nada a nadie. En vez de tener la población concentrada en 50 kilómetros cuadrados, intentar concentrarla en 10 y que los otros 40 reviertan a un estado de cuasinaturaleza. Se ha hecho en algunas zonas de Estados Unidos. No puedes tener servicios básicos donde viven tres personas.

–Las pirámides de población de Asturias de 1960 y 2021 son inversas ¿La de hace sesenta años invitaba al optimismo y la actual al pesimismo o se puede extraer algo positivo de una pirámide invertida?

“Dentro de medio siglo Asturias tendrá medio millón de habitantes, concentrados en la ‘Y’ y en los pueblos bonitos de la costa, y un interior totalmente vacío”

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–La disminución de la población tiene ventajas y desventajas. Una población en caída es más fácil de compaginar con el mantenimiento del medio ambiente. Es una ventaja que no hay que despreciar. También a medio plazo la vivienda va a ser mucho más barata. El problema no es tanto que la población caiga ligeramente, sino que te encuentres con un abismo demográfico como el de Asturias. Si se perdieran 2.000 personas al año sería algo manejable y no tendría mayor importancia. Pero estás perdiendo 10.000, y eso es el uno por ciento de la población. Es una caída brutal.

–¿Cómo será Asturias dentro de medio siglo desde el punto de vista demográfico?

–El mundo puede cambiar mucho y todo dependerá de la política migratoria que decidan la Unión Europea y España, pero con un escenario razonable de política de inmigración lo que tendremos será una Asturias con medio millón de habitantes, prácticamente todos concentrados en la “Y” y los pueblos bonitos de la costa, y un interior totalmente vacío.

–¿De quién es la culpa de que Asturias sea la región más envejecida de Europa y que esté sufriendo esta sangría demográfica?

–Básicamente, es que el Principado lleva en decadencia económica desde finales de los ochenta.

–¿Y se miró hacia otro lado?

“Se nos lleva vendiendo desde hace cincuenta años la mentira de que Asturias podría seguir teniendo una economía basada en la siderurgia y en el carbón, cuando ya estaba muy claro en 1975 que no tenían futuro”

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–No solo se miró hacia otro lado, sino que a los asturianos se nos lleva vendiendo desde hace cincuenta años una mentira. La mentira de que Asturias podría seguir siendo una región con una economía basada en la siderurgia y en el carbón, cuando ya estaba muy claro en 1975 que ninguno de los dos tenía futuro. Desde 1975 los políticos no han querido contarles la verdad a los asturianos. Nos vendían: “Es que no tenemos autopista de conexión con la Meseta”, y aunque era verdad, ese no era el problema principal. Nos vendían: “Es que no se apoya a las minas, es que no hay esto, es que nos falta lo otro…”. Y no se hizo nada de lo que se tenía que hacer para transicionar a una economía moderna de alto valor añadido, como han hecho en buena medida en el País Vasco y en otras regiones equivalentes de todo el mundo, como en Pittsburgh.

–¿Venció el victimismo?

–Totalmente. Había un partido muy dominante, que se dio cuenta de que electoralmente era muy rentable montar una estructura clientelar con la que se ganaban las elecciones, pero no se cambiaba nada. Cada tres años había una manifestación en las cuencas mineras, se tiraban piedras contra la Guardia Civil, llegaban los antidisturbios… y al día siguiente Madrid daba equis millones para mantener una estructura productiva que no tenía futuro. En vez de haberse sentado en 1975 y decir “esto hay que cambiarlo”, se fue tirando la pelota hacia adelante. Y la gente que salía diciendo que lo había que hacer de otra manera era inmediatamente tachada de “antiAsturias”, “antimineros”, “antisiderurgia”, de ser lo peor de los peores.

–Ha citado usted a Pittsburgh. ¿Podría Asturias copiar el “renacimiento” de esa ciudad, que vivía del acero y del carbón y se hundió en los años setenta, pero que supo cambiar de rumbo y transformarse en la capital de la robótica y la ingeniería médica de los Estados Unidos?

–Se podría, pero no sé si nos queda tiempo. Esto se debería haber intentado en los noventa. Ahora estamos en el tiempo de descuento, pero lo mismo si pegáramos un buen volantazo… Es muy difícil, y cada día que pasa, más. Lo que he visto es que hemos gastado la legislatura entera en una babayada: tenemos una región en plena decadencia, en la que no hay niños y la economía va mal, y resulta que la prioridad de la legislatura es aprobar la oficialidad (del asturiano). No es que tenga ningún problema con el asturiano, mi padre habla asturiano, mi abuelo hablaba solo asturiano, y no me parecería mal reformar la ley de protección, pero perder la legislatura entera en eso…

–¿Cree que fue una maniobra de distracción?

–Totalmente, y eso es lo que más me repatea. Lo llevo viendo desde que era un guaje: cada vez que hay un problema en Asturias nos sacamos de la manga una historia y se monta una distracción.

–¿Qué futuro le augura para los próximos decenios, con la actual deriva demográfica, a la Universidad de Oviedo?

–Si nacen 4.800 niños, dado que a la Universidad va de media el 50 por ciento, asumiendo que todos se queden en Asturias… ¿cuántos grados puedes ofrecer de una manera solvente con 2.400 alumnos una vez que quitas Derecho, Empresariales y los grados “populares”? No se puede mantener un grado con cinco personas. Pedagógicamente no tiene sentido.

–Me gustaría que explicara varias frases suyas. La primera, que escribió en un artículo sobre demografía: “El valor añadido neto para el Principado del AVE será negativo”. ¿Por qué?

–Porque el AVE significa que es más fácil llegar a Asturias, y eso traerá más turistas, pero también que va a ser más fácil que nunca ser asturiano y vivir en Madrid. O ir de compras a la calle Serrano, en vez de a la calle Uría. O traer un fotógrafo de Madrid para una boda… Lo que hemos visto, no solo en España sino en muchísimos países del mundo, es que las redes de tren de alta velocidad favorecen a las ciudades grandes, no a las pequeñas.

–¿Ocurre lo mismo con las autopistas?

–Sí. Si no hubiese ahora autopista del Huerna mi padre viviría a tiempo completo en Ribadesella. Como la hay, vive al 50 por viento en Madrid. Ahora tarda cuatro horas y media. Cuando yo era pequeño te tirabas el día entero. Y cuando mi padre hacía la carrera en Madrid tenía que hacer noche en León.

–Otra frase: “En España no estamos pensando en detalle sobre nuestro futuro demográfico”.

–Salga usted a la calle y haga una encuesta acientífica. Pregunte cuántos niños nacen en Asturias y cuál será la población de Asturias en 50 años. No lo tenemos interiorizado, así que no nos ajustamos a las consecuencias demográficas que vamos a tener. Las pensiones, por ejemplo: todo el incremento del gasto público desde 2014 hasta 2022 ha sido en pensiones. ¿Cómo es esto sostenible? ¿Quién va a pagar las pensiones dentro de 20 años? Habría que pagar unos impuestos tan desproporcionados que matarían por completo la actividad económica. El problema añadido es que tienes una dinámica política cada vez más nociva, porque cada vez habrá más votantes mayores, que están totalmente en contra de cualquier cambio, con lo que todo se queda atascado.

–Más: “Muchos de mis estudiantes en la Universidad me cuentan que su sueño es vivir en Brooklyn o San Francisco. Todavía no he encontrado a ninguno cuyo sueño sea vivir en el interior de Pensilvania, y eso que es una región preciosa desde el punto de vista de belleza natural”. ¿Es trasladable a España? ¿San Francisco es Madrid y Pensilvania Asturias?

–Totalmente. El interior de Pensilvania se parece muchísimo a Asturias. Los problemas demográficos son idénticos: una población muy envejecida, donde no nacen niños y unos condados donde ya no hay gente. Hay un ejemplo perfecto: Corea del Sur tiene este año 600.000 plazas de primer año en sus universidades, pero solo 500.000 alumnos de 18 años. Ocurre que las universidades que se han quedado vacías no son las peores, sino las de las provincias vacías. Entre ir a una Universidad buena en una ciudad pequeña o a una mala en Seúl los niños prefieren la mala. Porque Seúl es una ciudad superguay, con tiendas y restaurantes y teatros y equipos de fútbol. A los jóvenes les gustan las ciudades modernas y con actividad cultural y de ocio. Les gusta vivir en Brooklyn, porque el interior de Pensilvania no es guay.

–La última: “Con la distribución actual de escaños en el Congreso de los Diputados, la reconversión industrial de los años ochenta, que favoreció principalmente a Asturias y Vizcaya, en detrimento de Sagunto, habría sido bien distinta”.

–El desplome demográfico de Asturias ha provocado que se haya pasado de diez diputados en el Congreso en 1977 a solo siete en 2019. La pérdida de peso político es tremenda. Con diez diputados las variaciones del número de diputados del partido ganador pueden ser grandes, de seis a tres. Pero con siete diputados la Federación Socialista Asturiana sabe que va a sacar casi seguro tres diputados haga lo que haga. Y el PP sabe que sacará dos o tres. Si estoy en Ferraz o en Génova puedo hacer una política que le vaya bien a Alicante u otra que le vaya bien a Asturias. Pero en Alicante lo mismo pierdo tres diputados, mientras en Asturias, como mucho, perderé uno. Es la frustración de la España vaciada: en Zamora, con tres diputados, da igual lo que hagas, el resultado siempre va a ser dos a uno. Así que no le prestan atención. Asturias dejó de ser importante cuando pasó a tener siete diputados, y lo será aún menos cuando tenga seis.

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