La Coruña,

Salvador RODRÍGUEZ

Se cumplen dos siglos del violento fin de la «revolución industrial» emprendida por Antonio Raimundo Ibáñez, marqués de Sargadelos, hijo ilustre del concejo de Santa Eulalia de Oscos, donde nació y donde se ubica el museo dedicado a su figura. Ibáñez falleció, linchado, el 2 de febrero de 1809. Supuestamente, la turba acabó con él por afrancesado, pero los historiadores apuntan a una venganza por sus logros: la creación del primer complejo industrial de Galicia, que supuso la introducción del capitalismo y la aparición de una clase obrera y de una burguesía. A lo largo de este año, coincidiendo con el bicentenario de su muerte, diversos actos recordarán la figura de Raimundo Ibáñez en Asturias, donde nació, y en Galicia, donde levantó su imperio y halló la muerte.

«Aunque supuestamente lo mataron por afrancesado -opina José Luis Díaz, presidente de la asociación Amigos del Marqués de Sargadelos-, fueron las envidias las que urdieron una trama contra él. El capitalismo que introdujo en la zona no gustaba a la nobleza ni al clero, era un sistema económico nuevo que dio lugar a la burguesía y a la clase trabajadora. Fueron cambios demasiado fuertes que acabaron injustamente con su vida», sostiene.

El marqués de Sargadelos inicia sus actividades mercantiles en el año 1773, cuando viaja a Cádiz e importa vinos, aceite y aguardientes, que distribuye en Asturias y otros puertos cantábricos. Sus primeros beneficios le permiten independizarse y, establecido ya en Ribadeo -su pazo es actualmente la sede de la Casa Consistorial de la villa-, decide ampliar sus actividades comerciales con la importación de materias primas y manufacturas.

La demanda de municiones y pertrechos de hierro por parte de la Armada le movió a realizar, en 1778, las primeras gestiones para instalar en Sargadelos, en el concejo lucense de Cervo, unos altos hornos de hierro para surtir al Ejército y a la población civil. El 15 de febrero de 1791, seguramente con el asesoramiento de su amigo Godoy, el rey Carlos IV aprueba, mediante real célula, la construcción de la Real Fábrica de Sargadelos, que en el año 1793 ya se dedica en exclusiva a la provisión de material militar. Este infatigable emprendedor aún tendría tiempo para abrir dos factorías más en el propio Sargadelos: la fábrica de porcelana, inaugurada en 1806, y la de vidrios y botellas, fundada en el año 1807.

El intelectual gallego Xosé Filgueira Valverde explica que «la Guerra de la Independencia y la caída de Godoy, su mejor apoyo, sorprendieron a Ibáñez en el apogeo de su actividad, pero su actitud fue, sin duda, la de los patriotas: formó parte de la Junta de Gobierno de Ribadeo, regaló los caballos de su berlina al Ejército, equipó soldados por su cuenta, dio subsidios para apoyar el levantamiento, buscó trigo para las tropas nacionales y evitó el trato con los franceses. Sin embargo, la guerra fue al mismo tiempo la revolución de España y él era el odiado señor de Ribadeo y el símbolo de una nueva etapa histórica». De ahí, explican los historiadores, su muerte y el especial ensañamiento con que ésta se produjo.