Después de unos meses desapacibles en cuanto al tiempo, ha llegado el desquite. Ha bastado que asomaran dos días de tímidos y efímeros rayos de sol para que la gente se sintiera empujada a perder el culo camino de la playa como si el Sol se fuera a ocultar antes de lo deseable y no se presentase otra oportunidad en lo que resta de temporada. Las modas han cambiado tanto que cuando mi bisabuela era jovencita, tenía la precaución de no iniciar sus incursiones en la playa hasta que hubieran transcurrido las fiestas patronales, aunque fuera a mediados de agosto, para poder lucir el blanco del invierno y no parecer a la vista de los demás como si formara parte de una tribu de gitanos. Otro aspecto que nos dice que las modas son cambiantes es que las mujeres, en estos tiempos, prefieren a los hombres con rasgos aniñados y la cabellera teñida de rubio. Ya me parecía a mí que el dicho ése de que el hombre y el oso cuanto más feos más hermosos era una solemne gilipollez.