Castrillón (Boal),

Ponticiella (Villayón)

Es el occidente de Asturias un lugar perfecto para la creación y la invención de historias mitológicas y de leyendas. Lo abrupto del paisaje, las carreteras sinuosas, los valles encajonados y el aislamiento al que históricamente ha estado sometida la zona no han hecho más que darle fuerza a la vida de estos relatos. Y, muchas veces, fueron estas historias las que dieron lugar a las supersticiones.

Los concejos de Boal y Villayón concentran la mayor parte de estos cuentos imaginarios, algunos con parte de verdad, otros completamente fantásticos, pero unos y otros aún vigentes en las conversaciones de los habitantes de la zona. Las siguientes son las principales leyendas e historias mitológicas del valle del Navia.

l La Santa Compañía: En fila india caminan los espíritus por las calles de los pueblos. Son las almas de los muertos que regresan a demostrar que su presencia sigue vigente y a recordar a los vivos las consecuencias del pecado. Otras veces, el que encabeza la marcha es el alma de un recién fallecido que se va y avisa de su último viaje. La Santa Compañía es una de las leyendas que más se relatan en esta zona del occidente, principalmente en Villayón. Cuando marcha, se apagan sus antorchas y desaparece para siempre. Los vecinos de Ponticiella cuentan que la Santa Compañía desfilaba sin miedo por las caleyas del pueblo. El terror lo tenían los vivos, que no dormían hasta ver apagarse las teas.

l La «grade» de oro: Cuenta la leyenda que, en el «Pico de Fiel», la enorme piedra que se levanta en mitad del Navia formando un enorme meandro en el río, se les apareció a los moros, en medio del agua, una «grade» (una especie de rastrillo que se pasaba por la tierra después de arar) de oro. Pero el apero era tan grande que, para rescatarlo de entre las aguas, fue necesaria la ayuda de dos bueyes (unos dicen que eran pintos y otros aseguran que rubios). A pesar de los esfuerzos, los dos enormes animales no lograron poder tirar de la «grade» hasta fuera, así que esta sigue bajo las aguas esperando a que alguien se haga con ella. En los últimos años también ha ido creciendo la leyenda de que las «xanas» salen a lavar sus cabellos cada noche de San Juan en las inmediaciones del «Pico de Fiel», donde, después, se esconden durante el invierno.

l El Cristo de Monaso: Dice la leyenda que un día un hombre caminaba borracho por la carretera que une las localidades de Castrillón y Sarceda, en el concejo de Boal, y que, en mitad del camino, se topó con una cruz de madera, la cual deshizo a palos. Arrepentido, el hombre acudió al día siguiente a confesarse al cura de la parroquia, quien que le impuso la penitencia de levantar en el mismo lugar una cruz que fuese tan sólida que nadie pudiese derribarla ni destruirla a palos, tal y como él mismo había hecho con la anterior. Sea verdad o leyenda, lo cierto es que, al borde de la carretera, se levanta esta cruz de piedra que, además, siempre se encuentra rodeada de flores, que le regala la gente que pasa por el lugar.

l La leyenda del Palacio de Prelo: Prelo, uno de los pueblos más grandes del concejo de Boal, tiene un palacio que fue construido entre los siglos XV y XVL. Dicen las gentes del lugar que siempre hubo «el cuento» de que, un día, el señor del palacio se fue a cazar y dio orden al cura de no decir misa hasta que él no llegase del monte. Pero el sacerdote, cansado de esperar, decidió comenzar la homilía sin esperar por el Señor, quien, cuando llegó y vio que el párroco había desobedecido a sus órdenes, no dudo en dispararle con su arma hasta matarle. El cura se desplomó, sin vida, en el altar. Por este crimen se trasladó la parroquia a Boal y Prelo dejó de ser capital municipal.