Barcia (Valdés),

Ignacio PULIDO

Una tumba permanece abierta desde 1937. La tierra extraída durante su excavación aún sigue amontonada al lado del hoyo, que nunca llegó a recibir el cuerpo de ningún difunto. Quizá ésta fue la última sepultura excavada en el cementerio musulmán de Barcia (Valdés), donde se sostiene que reposan los restos de medio centenar de soldados de las Tropas Regulares Indígenas fallecidos en el frente de Oviedo durante la Guerra Civil. Tras décadas de abandono, el gobierno de Melilla manifestó en noviembre su intención de rehabilitar el camposanto a lo largo del presente año.

Las Tropas Regulares Indígenas, creadas en 1911, llegaron a Asturias en octubre de 1936 para apoyar el avance de las columnas gallegas en su camino hacia Oviedo. El día 4 llegó a La Cabruñana el primer contingente de tropas musulmanas, el III Tabor (batallón) de Ceuta. A éste se sumarían en días posteriores el IV Tabor de Tetuán, el IV Tabor de Alhucemas, dos Tabores de la Mehal-la, el IV Tabor de Ceuta, el IV Tabor de Larache y el IV Tabor de Melilla.

Tras recibir estos refuerzos, el bando rebelde desistió en su empeño de progresar hacia Oviedo a través de Trubia y optó por abrirse paso a través del concejo de Las Regueras, registrándose cruentos combates, especialmente del 10 al 13 de octubre en el Alto del Escamplero. El papel de las tropas regulares fue decisivo en la ruptura del cerco ovetense. El día 17 el III Tabor de Ceuta y el IV de Tetuán cruzaron el río Nora y ascendieron hasta el pico Paisano, en el Naranco, desde donde se descolgaron para enlazar con las fuerzas sitiadas de Aranda.

Meses más tarde, durante la ofensiva republicana de febrero de 1937 sobre Oviedo, las tropas regulares participaron activamente en la defensa de la línea del frente. Su condición de fuerzas de choque, siempre en primera línea, supuso a las tropas regulares un alto coste en vidas. Se sostiene que 20.000 marroquíes, de entre 16 y 50 años de edad, fallecieron en combate durante la Guerra Civil. Del mismo modo, dejaron tras de sí un rastro de destrucción cuyo recuerdo aún perdura.

Parte de los combatientes regulares fallecidos en Asturias reposa en el cementerio musulmán de Barcia. Se sostiene que la cifra de enterrados ronda el medio centenar. Otras fuentes advierten de que alrededor de trescientos soldados fueron sepultados -con carácter de provisionalidad- en el antiguo cementerio civil de la parroquia sin que llegase a producirse nunca su exhumación. Es posible que la cercanía a la carretera de La Espina fuese una de las razones que animaron al bando rebelde a elegir este enclave, próximo también a Luarca, uno de los centros neurálgicos de la retaguardia.

El periodo de construcción del camposanto no ha trascendido. Ricardo García Parrondo, presidente de la parroquia rural de Barcia-Leiján, afirma que en su construcción participó mano de obra civil de la zona. «Lo hizo gente sin cobrar, algunos a punta de pistola», subraya. El perímetro del cementerio, de planta rectangular, está rodeado por una tapia.

En sus esquinas fueron erigidas cuatro torres y su acceso se práctica a través de un arco de herradura apuntado que en su día poseía una puerta de madera. Asimismo, existe una estructura anexa en forma de «L» en cuyo interior son visibles los restos del recinto donde el alfaquí -encargado de los enterramientos- retiraba la ropa a los cadáveres, que eran lavados y envueltos en un sudario. «Los fallecidos eran transportados en camiones hasta aquí», comenta García.

A continuación, los cuerpos eran enterrados según el rito musulmán en fosas de dos metros de longitud por cincuenta centímetros de ancho. Cada tumba está marcada por dos lajas de pizarra, una a los pies y otra a la cabeza. La identidad de los allí sepultados es un misterio. Cabe tener en cuenta que en algunos documentos, como se observa por ejemplo en el diario del director del hospital militar de Grado, los moros rezan tan sólo como un número. No obstante la difunta Ángeles González, vecina de Barcia, logró concretar tras numerosas investigaciones que los sepultados en el camposanto valdesano eran integrantes del tabor de Melilla.

Éste factor ha sido determinante para que el gobierno melillense decidiese implicarse en la conservación del lugar. Durante los últimos años la parroquia de Barcia-Leiján, propietaria de los terrenos, se ha ocupado de adecentar el cementerio. La ciudad autónoma está dispuesta a invertir 200.000 euros en su rehabilitación. El proyecto, aún por perfilar, prevé la consolidación de las estructuras, la limpieza del camposanto, la construcción de un pequeño aparcamiento y la señalización del lugar. «Los árboles no serán retirados para evitar daños en las tumbas», afirma el presidente parroquial, quien descarta dar cabida a nuevos enterramientos.

Con esta actuación la parroquia pretende dignificar a los fallecidos y rehabilitar un patrimonio de gran importancia en el contexto de la guerra en Asturias. «No sólo se debe recuperar esto, también se debería hacer lo mismo con los cuerpos que hay en las cunetas», concluye García Parrondo.