De siempre se dieron casos de propietarios de caserías sin descendientes directos que dejasen en herencia todo su patrimonio a la parroquia del pueblo con destino a la ayuda a los más necesitados de la comarca. Esas fincas, con el tiempo, pasaban a llamarse «las del cura» porque era el párroco de turno quien las administraba. Ahora la Iglesia asturiana oferta sus montes abandonados y por tanto improductivos para que trabajen en ellos los parados y consigan un rendimiento que les ayude a paliar su situación familiar. El anuncio hecho por el Arzobispado asturiano no indica el número de hectáreas de monte que ponen a disposición de quienes los quieran trabajar. Pero consta que son muchas aunque en los últimos años el Arzobispado suele vender casas rectorales abandonadas, con sus fincas correspondientes, quizá por estimar que a esos pueblos ya no va a ir a vivir ningún cura que, como los maestros, se marcharon para las capitales del concejo.

Pasaron ya un par de semanas desde que se conoce la oferta arzobispal y al menos por esta comarca de Occidente no se detecta precisamente entusiasmo de acogerse a la ventaja que supone contar con terreno casi como si fuese propio para ponerlo en producción. En verdad, y sin ánimo de ofender a nadie, hay que reconocer que no se podía esperar una reacción favorable a la oferta de los montes de la Iglesia porque la realidad de la situación actual indica que incluso hay parados que son propietarios ellos mismos de terrenos similares a los que aporta el Arzobispado y no les interesa el desbrozarlos.

Estamos, además, ante una etapa que indica, un día si y otro también, que los puestos de trabajo que se ofertan en el sector rural no tienen la más mínima aceptación nada más que entre algunos veteranos que siempre se han dedicado a trabajar en la madera -oficio muy duro por cierto- y ya ni tan siquiera se encuentra mano de obra para esas grandes explotaciones ganaderas en las que hay que atender a diario decenas de vacas por mucha mecanización que exista en las mismas. Este último oficio, además, tiene una gran carga vocacional y esos puestos de trabajo son aceptados mayoritariamente por jóvenes llegados de Rumanía y de algunos países hispanoamericanos. Cuestión de subsistencia.

Es muy loable que la Iglesia asturiana ponga a disposición de los parados los montes de propiedad de aquélla para que el que quiera intentar sacar un rendimiento de los mismos que tenga la oportunidad de hacerlo. Pero cuando ya abundan tanto los paraísos del matorral en nuestros pueblos parece cantado que la oferta arzobispal no sirva para mucho. Trabajar en el monte, aunque te lo regalen, no es nada atractivo. Las fincas del cura seguirán dando escayos todo el año y moras en verano para las abejas.