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Miguel vilariño | | Sacerdote más joven de Asturias, destinado en Cangas del Narcea

“Muchos jóvenes que se plantean el sacerdocio tienen miedos”

“En Cangas noto mucho las distancias y las carreteras, pero estoy contento; lo importante es lo que puede aportar uno”

Miguel Vilariño, ante la basílica de Cangas del Narcea. | D. Á.

El cura más joven de Asturias, con 28 años, se ordenó en septiembre y el pasado mes de octubre inició su andadura como párroco en su primer destino: Cangas del Narcea. Miguel Vilariño (Oviedo, 1992) forma parte de la Unidad Pastoral de Cangas del Narcea, Degaña e Ibias y dentro de ella tiene asignadas diez parroquias rurales en el concejo cangués. Como diácono ya tuvo una experiencia previa en Moreda, aunque asegura que el Suroccidente es “totalmente diferente”.

–¿Qué le parece Cangas como primer destino?

–Estoy contento. Podría ser cualquier punto de Asturias porque lo que se mira es la necesidad de esa zona y lo que puede aportar cada uno. También estoy con ganas porque en mi primer mes pude tener contacto con mis parroquias, a pesar de que la pandemia está limitando bastante, pude celebrar Todos los Santos y Fieles Difuntos y tener una primera conexión con la gente.

–¿Qué diferencias ha notado respecto a sus experiencias previas?

–Sobre todo en las distancias y las carreteras. En Moreda nos movíamos en distancias de 12 kilómetros y pasábamos por tres parroquias. La diferencia es importante, tanto en distancias como en población, pero no es ingrato, porque la gente de aquí también tiene necesidad, independientemente del sitio en el que estén viviendo.

–Ser sacerdote le atraía desde niño, pero dar el paso le llevó un tiempo.

–Uno no puede decir desde cuándo sintió la llamada, en mi caso creo que es desde siempre, de mis estudios en la Escolanía de Covadonga y luego de mi vinculación con la parroquia. Cuando acabé Bachillerato me planteé el sacerdocio pero no estaba muy seguro y quería tirar por la economía y la enseñanza. Al final el miedo me hizo echarme para atrás, me preguntaba qué iban a decir la gente y mis amigos. Años después se me volvió a plantear la idea, pero no me atrevía a dar el paso hasta que las palabras de un sacerdote me ayudaron a salir de la duda y fui al seminario a contar lo que sentía. Después de hablar con los formadores y el rector decidí empezar en el seminario, que es un proceso de discernimiento.

–¿Hay presión social ante la toma de esta decisión?

–La presión social influye, pero al final creo que uno tiene que liberarse y darse cuenta de lo importante en la vida y de lo que Dios quiere para cada uno. ¿Si es voluntad de Dios por qué voy a echarme para atrás por la presión social? Pero es verdad que está muy condicionado y muchos jóvenes que se plantean el sacerdocio también tienen estos miedos. Al final, la imagen que se da de la Iglesia y las cosas a las que uno tiene que renunciar influyen.

–¿Cómo se puede mejorar la imagen de la Iglesia?

–Creo que la cercanía, la sencillez y la humildad hacen mucho. Al final, la Iglesia es estar con la gente y transmitirles la palabra de Dios. Nosotros venimos a dar a conocer a Dios y a su hijo Jesús, eso es lo importante. ¿Por qué Jesús se rodeaba de tanta gente? Porque era humilde y sencillo.

–Siendo el cura más joven de la Diócesis, ¿nota que tiene la responsabilidad de atraer a los jóvenes a la Iglesia?

–Creo que sigue habiendo jóvenes en la Iglesia, pero no se conoce. Aquí los hay preparando la Confirmación y dando catequesis y es algo que tenemos que cuidar. Pero también hay que ver dónde están los jóvenes en Asturias, porque es imposible que en todas las parroquias haya.

–¿Se pueden atraer vocaciones?

–Eso es un reto. Para que se dé una vocación no hay que hacer algo extraordinario, es en el día a día. En un sitio donde se viva de manera coherente la religiosidad al final los jóvenes se preguntan por la llamada y se da alguna vocación, pero es cosa de Dios.

–¿Qué expectativas tiene?

–Mi expectativa es la santidad, intentar ser como Jesús para llegar a la gente como él llegó.

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