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La Ventana

Nuestro cine

Navia deja evidencia, una vez más, de que es el oasis del Occidente, que tiene vida, que hay iniciativas, que camina por la senda del progreso, mientras a su alrededor prima la parálisis, cuando no el paso atrás. Saber que se va a recuperar el Cine Fantasio llena de alegría e ilusión, no sólo a la villa de Campoamor, también al resto del municipio y los limítrofes.

Se suele hablar del Séptimo Arte cuando se hace referencia al cine. Su condición de arte no admite discusión y en la actualidad, a la vista de las cifras, goza de preponderancia sobre las otras seis clásicas expresiones artísticas. El cine tiene, y siempre ha tenido, la virtud de estar al alcance de todo el mundo. Cuando la luz de la sala se apaga los espectadores son todos iguales, la imagen proyectada alcanza de idéntica manera a los adinerados que a los más escasos en ingresos. El cine tiene una larga y dilatada historia. Desde aquellas películas insonoras y en blanco y negro, hasta el cine actual de la tecnología más avanzada puesta al servicio del rodaje de las recientes producciones, hay muchos kilómetros de cinta, muchas historias narradas y muchas intrahistorias vividas en las salas de exhibición.

También ha cambiado mucho la forma y el comportamiento del espectador. En las villas de nuestro entorno, en todas, había al menos un cine. Era un lugar estratégico para los pueblos. Cita obligada para los niños las tardes de domingo y para los adultos, era el lugar donde los sueños surgían emanados de la pantalla. Hoy para disfrutar del cine se recurre a la TV o hay que desplazarse a esos monstruosos centros de ocio y de consumo desaforado dejando nuestros pueblos y villas desangelados, tristes y silenciosos. Revertir esta tendencia es lo que se pretende en Navia. La tarea no será fácil y el éxito dependerá tanto del acierto de los promotores como de la complicidad de los vecinos del Occidente.

Al Ayuntamiento de Navia le cabe la posibilidad de pedir asesoramiento a sus colegas de Valdés, que también llevaron a cabo la reconstrucción del Cine Goya. Una vez oídos éstos, el camino certero es claro: hacer todo lo contrario a lo que se hizo en Luarca.

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