Parecerá extraño, pero en buena medida el futuro del Partido Popular se va a decidir en el occidente asturiano. Un territorio que pide mimarlo, no vaya a ser que sus escasos votos tengan mucha más influencia de la que se suponía. Hay un número de votantes que, pase lo que pase, siempre votará al PP. Pero una mayoría de votos es fluctuante y su destino final dependerá de quienes formen las candidaturas en cuestión.

En el PP, sabedores de que su situación actual es alarmante, sin más dilación, han puesto en marcha la maquinaria electoral aunque todavía hay un año de margen. Al PP se le han perdonado muchos fallos, muchas medidas erráticas, ni la corrupción les ha hecho mella, pero el cúmulo de tanto desatino, culminado con lo acaecido en Madrid, está a punto de dar al traste con una notoria trayectoria.

La tradicional apuesta de Mariano Rajoy de esperar a que las cosas se vayan solucionando solas ya no tiene validez porque al tradicional votante de derechas se le abre la alternativa de prestar su voto a Ciudadanos sin que ello les provoque un trauma ideológico.

Rajoy sabe que no puede convocar elecciones. De adelantarlas sufriría un batacazo que significaría su final y dejaría al partido en situación límite. Solo le queda esperar las autonómicas y locales y que el resultado en ellas le pueda salvar la situación. Un PP insignificante en Cataluña y en Euskadi tiene que recuperar aliento en territorios como Asturias.

En el Principado las elecciones autonómicas de 2019 estarán muy reñidas. El PP no ganará, pero es posible que hasta pueda entrar en el gobierno, aunque a lo más que puede aspirar es a mantenerse.

Suponiendo que Foro desaparecerá, lo mismo que URAS allí donde existe, todo el voto de la derecha se lo disputarán PP y Ciudadanos. Cherines sabe que en el Occidente Ciudadanos no cuenta con bases para ofrecer resistencia, entre otras cosas porque el tradicional conservadurismo de la zona hace que las novedades siempre llegan más tarde que en el resto. Es hora de apresurarse y evitar que los naranjas puedan captar a esas personas capaces y dispuestas y al tiempo evitar la fuga de militantes hacia el novel partido.

No será fácil porque las peleas internas existen, no alcanzan la notoriedad de la sucedido en Madrid, pero son feroces y tendrán consecuencias.