La película "Ferrari" llegó a los cines nacionales el 8 de febrero de 2024. Michael Mann, creador de películas como "Ladrón", "Hunter", "Collateral", "El Dilema" y, posiblemente, la más aclamada de su trayectoria, "Heat", vuelve a los cines con un filme que narra la vida personal y profesional del que fuera el fundador de la Scuderia Ferrari y de una de las marcas automovilísticas más prestigiosas de todo el mundo. Si analizamos la trayectoria del cineasta americano, podemos detectar un cierto interés por reflejar personajes protagonistas masculinos con una ambición desmedida por sus trabajos, lo que les conduce a grandes infortunios, tanto personales como sentimentales.

Mann pretende dar a luz, a través de una adaptación del libro Enzo Ferrari: The Man, The Cars, The Races, The Machine del periodista deportivo Brock Yates, a una historia que cuenta, una década después de su fundación en 1947, las dificultades económicas que estaba viviendo la escudería de Maranello y el hambre de su fundador (Enzo Ferrari) por cambiar el rumbo de la marca y alcanzar la gloria. Sin embargo, sus aspiraciones profesionales convergen con una vida sentimental frustrante y desencantada, en la que arrastra la traumática pérdida de su hijo Dino Ferrari, fallecido años atrás a consecuencia de una distrofia muscular. Además, el protagonista mantiene una doble vida junto a su esposa Laura Garello y su amante Lina Lardi, con la que comparte un hijo fruto de su relación extramatrimonial.

El director busca entrelazar ambas historias con el foco centrado, principalmente, en el ámbito más íntimo y sentimental del protagonista. Los coches y las carreras adquieren un segundo plano, influenciado por un ambiente familiar decrépito y deteriorado. Sin embargo, Mann no consigue dar con la tecla en ninguna de estas dos tramas. No dispone de la fluidez narrativa necesaria para transmitir el desgarro y el dolor que el argumento requiere. Algo falla, algo se queda escaso. La historia se ve demasiado abarrotada y dispersada por tramas secundarias como los problemas con la prensa, las cuestiones técnicas y la sucesión de pilotos que se preparan para formar parte del equipo automovilístico.

Eso sí, uno de los elementos que revitalizan la película es, sin lugar a duda, la gran labor de casting. Y es que la participación de monstruos de la pantalla, como Adam Driver y Penélope Cruz, enriquecen el balance final de la obra. Adam Driver ocupa el papel protagonista de un hombre cuya mayor ambición reside en ganar la Mille Miglia y recuperar el honor de la escudería, perdido, en cierta forma, por su competencia directa con los Maserati y los problemas económicos que arrastra. Al mismo tiempo, debe lidiar con una intimidad desestructurada. El actor logra reflejar esa apatía que requiere el papel, la actitud de un hombre consumido y superado, aunque con ciertos matices cariñosos, como la secuencia final en la que acude con su hijo a visitar la tumba de Dino.

Por otro lado, Penélope Cruz, a pesar de ocupar el lugar de un personaje secundario, logra imponer su presencia y su talante. Encarna perfectamente la rabia y el rencor que demanda el papel de una mujer traicionada por su marido, herida por la muerte de su querido hijo y opacada por una sociedad patriarcal en la que su único rol es ejercer de madre.

En lo referente a la historia lo mejor es el final. Los hechos que se narran permiten añadir a la película el ingrediente trágico que un drama exige. La obra pretende ser un tributo al amor por la velocidad y la pasión por el riesgo. Cabe citar una de las frases que enuncia Enzo Ferrari en un momento de la película y que abarcan a la perfección este sentimiento: "Nosotros no corremos para vender coches (como hace Maserati), nosotros vendemos coches para correr".