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Submarinismo y vecindad

n El poblamiento rural y periurbano debería estar protegido porque es una riqueza para todos

Toda la literatura oral y escrita que habla sobre la casualidad coincide en que ésta no existe. Resulta cuando menos casual que al poco tiempo de aparecer una candidatura para presidir la Federación de Asociaciones de Vecinos de esta villa, encabezada por primera vez por una mujer que había concitado en su persona un amplio consenso, emerja una candidatura replicante, también encabezada por fémina, pero que, a diferencia de la anterior, a la que se le presumía su independencia, la sobrevenida recoge en su seno una representación de reconocidos militantes de los dos partidos que sustentan el gobierno municipal. Eso sí, repite el tesorero, que eso de las cuentas es sagrado. Para frenar suspicacias, los aspirantes enuncian que de ser elegidos no cejarán en el afán fiscalizador de las obras municipales, y que no están dispuestos a enterarse de las actuaciones una vez que están decididas. Todo ello coincide con la inhibición de la Corporación acerca del tema del ex arquitecto municipal metido a próspero hombre de negocios. Nada más turbio y sin embargo más claro. Cuando no podemos meternos en la cocina del poder y nos tenemos que fiar de lo que nos cuenten, es muy posible que nos den la versión más cercana a sus intereses. Lo que siempre estará a nuestro alcance, aunque no poseamos los datos para la evaluación ética de una determinada práctica política y podamos ser manipulados o caer en la demagogia, es perfilar un juicio estético sobre cada una de las actuaciones. La conclusión es que lo feo siempre suele ser malo y todo el affaire de Cabueñes, aunque lo vistan de tafetán, no puede ser más feo. Lugares tan hermosos como Somió no pueden dividirse infinitamente para contentar a nuevos propietarios ansiosos por disfrutar de su calidad. El poblamiento rural y periurbano debería estar protegido porque es una riqueza de todos y no sólo de sus legítimos propietarios. De igual manera los movimientos sociales han de servir de acicate y contrapeso de la práctica política que, en el mejor de los casos, actúa gracias a la presión de los vecinos más concienciados. De otra forma sólo conseguiremos que todo esté bien, pero que nadie esté contento.

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