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El cormorán

Javier Morán

Horrendas élites políticas

Sobre el reclutamiento de indocumentados, iletrados o quinquis en los partidos

Un asturiano catedrático de Economía en la Universidad de Pennsylvania, Jesús Fernández-Villaverde, dictó hace unos días una conferencia en Madrid -según ha recogido este periódico- y entre otras evaluaciones de la maltrecha España afirmó que el «el proceso de selección de las élites políticas y sociales es horrendo». Como corolario de tal afirmación agregó que los partidos políticos españoles son estructuras «muy cerradas» cuyo elemento de mayor peso «es la lealtad a los jefes» y una visión de «regate en corto».

Regate en corto que suponemos atribuible al propio instinto de supervivencia del individuo político dentro de la maquinaria del partido y en su acceso y resistencia en los puestos públicos. Nos hubiera gustado saber más de la exposición de Villaverde sobre esta materia, pero la mera observación de nuestras formaciones políticas nos ofrece suficientes muestras de dicha perversión. Los partidos abundan en indocumentados, iletrados, ineficaces y hasta en quinquis, que son los que o bien en sus comparecencias públicas o institucionales hacen «el payaso, el tenor y el jabalí» -como decía Ortega-, o bien acaban descubriendo el cajón del pan. La corrupción española gracias a tantos quinquis de la política se cifra en incontables casos en los últimos años, y el quinqui como personaje marrullero en el quehacer cotidiano también registra numerosos ejemplos, en Asturias sin ir más lejos.

Total, que a lo largo de años reclutando ineptos, lo que pesa en el partido es un historial de larga permanencia y lealtad a la familia dominante. Y una permanencia que se remonta en tantos casos a esos chavaletes que sin haber hecho nada de relieve en la vida, ni haber desempeñado tarea profesional alguna, o acaso habiendo abandonado los estudios, se han encamado en la política y ahí permanecen lamiendo traserillos para no tener que retornar a la cruda realidad, en la que nunca habitaron (hay excepciones). Sería quimérico pensar que los partidos se autorreformasen en este punto, pero mientras no lo hagan su desprestigio seguirá siendo creciente.

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