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Cien líneas

Dignidad

Tal día como hoy de 1808 los carbayones dijeron basta. En la calle Cimadevilla, donde hay dos placas que recuerdan aquella gesta, unos serviles proclamaban un bando de la Audiencia con amenazas de muerte para quienes no colaborasen con los franceses invasores. Una semana antes se había armado bien gorda en Madrid por lo mismo.

De pronto y frente a tanta vergüenza y humillación María Andallón gritó: "¡Abajo el imprimido!". Joaquina Bobela la secundó exclamando: "¡Que no se publique!". El canónigo Llano Ponte insistió en el rechazo radical. El conde de Peñalba y el doctor Reconco clamaban: "¡A las armas!". Méndez Vigo insistía en lo mismo. Los serviles magistrados se refugiaron en la Audiencia a la carrera. No pudieron publicar el bando. Todas las clases sociales estaban unidas y activas frente a los gabachos.

Aquella gente, cuatro años después y en las peores condiciones posibles, proclamó una de las primeras constituciones del mundo. Con mil problemas, desde la ruina de la escuadra, la invasión napoleónica, la pérdida del Imperio y las sucesivas guerras civiles, la España del XIX era una gran nación. Sin embargo, la leyenda negra sigue pintando a los españoles como una manada de inútiles, dogmáticos, atrasados y sanguinarios. Empezaron con el Quijote y no han parado con hitos como la maldita Generación del 98 o el negro zapaterismo que está de regreso.

Mentiras sobre mentiras, calumnias sobre calumnias, engaños sobre engaños.

En todo caso, en contraste con aquellos héroes del 9 de mayo ahora se estilan los siervos sumisos ante la terrible corrupción que nos azota. ¿Acabará siendo cierta la leyenda negra?

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