Lejos de nosotros la manía de ser aguafiestas, Dios nos libre, pero hay cifras que aparecen cuando aparecen, posiblemente cuando les toca y que merecen la atención aunque no sean favorables y estemos en plena Semana Grande. La afiliación a la Seguridad Social vuelve a los niveles de 2012, que no pueden ser los mejores, y cuenta con 73.158.
La cantidad de afiliados es muy baja y significa que doscientos mil gijoneses no están dentro del sistema laboral. Cerca de cien mil parados y casi otros tantos jubilados, más la población infantil, redondean el total de los pobladores de este Gijón festivo.
Habrá que compararse con ciudades de España de parecido fuste al gijonés para sacar las primeras impresiones, pero, sobre todo, habrá que empezar a hacer las comparaciones, ésta y otras, con ciudades europeas. Estamos en un mercado único y hay que estar en él de hoz y coz. Ya que somos incapaces de lanzar productos gijoneses, con las excepciones de rigor, a la Europa sin fronteras, a ver si somos capaces de hacernos con datos de ciudades que ronden los doscientos setenta mil habitantes para hacer una comparación en profundidad, sin complejo alguno.
Es justo que las ciudades hagan un alto festivo en su marcha anual cargada de obligaciones y esfuerzos que nadie duda, pero incluso en los días de más fiesta no sobra hacer una parada y mirarse al espejo. Lo que se ve de Gijón ya es conocido: población envejecida, alto índice de paro, que va camino de convertirse en estructural, y baja tasa de ocupación. Pese a todo lo anterior parece claro que hay un Gijón emergente por el que hay que apostar sin ninguna duda porque va a ser el que meta a la ciudad en un futuro mejor. Las posibilidades de Gijón siguen intactas pese a los malos datos que la realidad ofrece. En esa apuesta habrán de centrarse los esfuerzos, incluso en los días en los que no cabe más fiesta.