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Los reposapompis de Rato

La reclamación de los cojines y la reunión con el ministro del Interior

Por fin nos enteramos los ciudadanos, y de forma casual, la prensa, ya se sabe, del contenido de la conversación que el Ministro del Interior Fernández Díaz sostuvo con el exvicepresidente Rato: los cojines de la familia. Que nadie piense que el presunto capo Rato y su tío Jorge Fernández Díaz hablaron de los asuntos tibios que la santa mafia hispana guarda en la trastienda y en la banca suiza, ni de las maniobras para huir por la puerta del servicio de las toneladas de mierda que se le vienen encima con riesgo de quedar sepultado en las mazmorras, tampoco del canguelo que le embarga por la ira ciudadana liderada por los nuevos robespierres, que dice lo miran avieso y le desean lo peor. Como siempre, la culpa es del ciudadano. Alguien debe advertir al delfín del plenipotenciario Aznar que los ciudadanos vamos civilizando, poco a poco, pero entramos por las normas de convivencia. Por las que no entran estos malandrines que nos dejan sin un euro en el bolsillo. A veces protestan los muchachos en la calle, pero no te dejan con el culo al aire y fuera de tu casa con los churumbeles llorando por falta de pelargón. Mientras tanto el Rato se da un baño desde su yate en aguas cristalinas y champán en la borda. Los ciudadanos lo que quieren es ver a los de Alibabá entre rejas por una buena temporada y que devuelvan lo que era nuestro, incluso con intereses.

Pero volvamos a lo que aquí nos trajo: los cojines del señor Rato. Leo con estupor la noticia en LNE, el exvicepresidente y presidente de Bankia Black, reclama a Consumo 380 euros a una costurera gijonesa. Una mañana la costurera se encontró en la puerta de su negocio unos cojines de procedencia desconocida. Los dejó aparcados hasta nueva orden, y como tal no llegaba, ni el dueño de los reposaculos daba la cara, con buen criterio, antes de terminar con ellos en la basura, los incorporó a una saca con ropa y destino a una ONG. Pero, hete aquí que los cojines ¡eran de la familia Rato! ¡Pobre costurera! El tesoro de la familia en un saco con destino incierto, tal vez como almohadilla para que repose la pierna medio gangrenada de un indigente tras el desahucio. Y eso sí que no. Donde pompis y cataplines nobiliarios reposaron después de sus andanzas bancarias no terminarán entre la polilla de la miseria. Reclamación en toda regla, y para ir a mayores, al Ministro si fuere preciso. Y debió serlo, de ahí la charleta secreta a voces con tío Jorge. Pero, ay, amigo, con la Junta Arbitral de Consumo hemos topado. Vista la causa de los cojines y la costurera, decidió dar la razón a esta última, por falta de pruebas (pundonor entre otras cosas). Esperemos que los jueces de la otras cosas más valiosas tomen buena nota de la dicha Junta. Que la ley se aplique con la misma contundencia para los insignificantes cojines que para los millones que se esfumaron y nos empobrecieron. Y al señor Ministro, hombre, que se vaya, si no fue capaz de arreglar lo de los cojines de Rato, pues, apaga y vamos.

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