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Cien líneas

Esas manos

Altivos abogados del Estado, sesudos catedráticos de Constitucional, magistrados y sus finas puñetas, notarios de mil firmas, registradores redundantes, jurisconsultos todos y, enfrente, la gente. Los supracitados constituyen la vanguardia española ante los separatas de barretina -en la retaguardia, claro, Rajoy- y evidentemente no han leído a Lenin.

No saben que, como dice Vladímir Ilich Uliánov, la política se hace con las masas en la calle. Los de la CUP sí se recitan de memoria "El Estado y la revolución" -escrito entre agosto y septiembre de 1917: menudas fechas- así que aún con imputaciones de rebeldes y, a tres días de las urnas, algunas detenciones para ganar el 20-D, quizá estemos en vísperas de una reedición de aquellos sucesos de la cairota espacio de Tahrir, en este caso pintada de plaza de Cataluña, en Barcelona. Toma primavera árabe.

Las columnas de la libertad, dicho sea en sus términos, llegarán por la Rambla arriba, desde un lado y otro de la gran vía de las Cortes, paseo de Gracia tumba abajo... no habrá quien meta mano a la acampada resultado de tales ríos humanos y si alguien lo intenta, cuidado, que el fantasma de Durruti aún vaga por la zona.

¿No habíamos quedado en que África empieza en los Pirineos? Pues venga hermanos musulmanes convertidos en cuñados catalanes y a un kilómetro de Caixabank que, ay, es lo único que cuenta. Y con un nuevo arzobispo que se apellida Omella.

La historia no está escrita. Pero es fácil adivinar los males sobre todo si la salvación está en manos de endémicos jurisconsultos.

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