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El gran Jorge

Un corresponsal insustituible

Con la muerte de Jorge Jardón el periodismo pierde un gran corresponsal, esa figura que para un periódico es tan imprescindible como insustituible y, a la vez, tan difícil de encontrar, porque debe reunir todas las cualidades de un buen periodista más un plus excepcional de vocación, todo ello vinculado a un territorio con el que llega no ya a identificarse sino a confundirse para crear una especie de jurisdicción personal. La de Jardón, obvio es decirlo, era el occidente de Asturias, pero, si era preciso, podía llegar hasta el mismísimo Vaticano. Los lectores de LA NUEVA ESPAÑA lo saben bien. El periódico, más todavía. Mucho más.

Lo tenía todo -perfil, carácter, dimensión y leyenda- para ser un personaje. Y sin duda lo fue, aunque en la medida que quiso serlo, pues hasta ahí llegaba su capacidad de control. Pero el personaje nunca pudo ocultar del todo a la persona entrañable que vivía bajo una coraza construida con pudor y humor. Por eso la admiración por lo mucho y bueno que hizo dejó paso en los últimos tiempos a la solidaridad en el infortunio y el sufrimiento que marcaron sus últimos años. Aunque me temo que muchos habremos quedado en deuda.

La casualidad ha querido que su adiós se produjera pocos días después del de su gran amigo Álvaro Delgado ¿Casualidad? ¿No será acaso esa partida precipitada un viaje en busca de la última gran exclusiva y que dentro de poco nos llegue una crónica en la que nos cuente cómo Álvaro está descubriendo los colores del Más Allá? Del gran Jorge siempre se puede esperar todo.

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