Tuvo ayer la alcaldesa de Gijón, en el acto de entrega de distinciones de la Asociación de Antiguos Alumnos del Real Instituto Jovellanos, un notable gesto de generosidad -y también de inteligencia política-, muy aplaudido por una abarrotada sala de personajes notables de la ciudad. Cuando tocaba entregar el premio "Campanil" al Parque Científico y Tecnológico de Gijón, el Silicon Valley de Asturias, que recogió el eficiente Rubén González, Moriyón hizo subir al estrado a quienes le precedieron en el cargo, presentes en el patio de butacas: Paz Fernández Felgueroso y Vicente Álvarez Areces.
Fueron ambos quienes, inicialmente, impulsaron una iniciativa empresarial que en la actualidad supone ya el 20% del PIB de Gijón y un impacto del 6,95% sobre el PIB de Asturias. Actualmente da empleo a 4.030 personas, titulados superiores en un alto porcentaje, con una facturación anual que supera los 1.600 millones de euros. De manera que la Alcaldesa cedió protagonismo a los dos últimos alcaldes socialistas, para compartir conjuntamente el minuto de gloria.
No es cuestión baladí reconocer gestos de este tipo en un momento en que prima el "quítate tú para ponerme yo"; en que el que más y el que menos pretende acarrear para sí los laureles de la gestión política. Como lo cortés no quita lo valiente, es de justicia reconocer que Moriyón se apuntó un tanto bien ganado que fue comentario general en los corrillos del ágape posterior al evento. En el que además se premió a un gijonés enorme, un hombre justo y en el mejor sentido de la palabra bueno: Enrique Pérez.
