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Archivero de la Catedral

Médico y humanista cristiano

Reflexiones a propósito de la muerte de Francisco Crego, gran persona y auténtico profesional de la medicina

Hay personas que, con su presencia en la historia dejan marcada su huella de ejemplaridad para los demás creyentes. Don Francisco Crego ha sido una de esas personas, por su trayectoria de profesional dedicado a la medicina, cuya deontología, bien fundada en los aforismos de Hipócrates y en las enseñanzas de Galeno, consistía en poner por delante de todo otro valor humano, el de la vida de sus semejantes, a la que se consideraba consagrado por razón de su profesión.

Don Francisco fue una gran persona, un auténtico profesional de la medicina, de la que hacía como una especie de sacerdocio, es decir, una dedicación y como consagración, en los momentos de su consulta o sus visitas por todo el concejo de Grado, de Salcedo, de Yernes y Tameza. No importaba que fuera de noche o de día. Para él todos los momentos de su servicio eran estar siempre en activo.

Formado en la Escuela de medicina de la Universidad de Salamanca, se empapó bien manifiestamente de los principios que han de gobernar el arte de las ciencias médicas, siendo bien consciente del valor curativo de la palabra, que tantas veces había inculcado a sus discípulos el catedrático don Pedro Laín Entralgo, ilustre maestro de generaciones de médicos.

Don Francisco fue médico de familia, que se dice ahora, pero ejercitaba más la hermosa expresión de "médico de cabecera", que era el que estaba al lado del enfermo, a la cabecera de su cama, en la mayor parte de los casos, coincidiendo, para aliviar al enfermo espiritual y corporalmente, con el sacerdote, que ayudaban, ambos a dos, cada uno en su campo específico, al enfermo a bien morir con sus viáticos de la comunión y unción de los enfermos y, en cuanto al médico, con los recursos que hoy llaman cuidados paliativos y que más bien era el efecto que ejercía una palabra con su poder tranquilizante y sanador o terapéutico.

Don Francisco, entre los centenares de pacientes que pasaron por su consulta o a cuya cabecera acudió, asistió tantas veces a mi queridísima madre. Él, con el doctor Dionisio Fernández, psiquiatra, acudieron a visitarla en el proceso más agudo de la enfermedad, llevándole siempre alivios para su dolencia y confortamiento para los que la asistíamos desde la intimidad familiar. A los dos, mi más sentido agradecimiento, que no se borrará en los hondones de mi alma.

Los ficheros que recogen los nombres de sus pacientes, abarcan mucho número de cajas: cada ficha es una pequeñas historia -la historia del dolor en una comarca, que tuvo la suerte inmensa de encontrarse, en las circunstancias de su vivir, tantas veces aliviada con la presencia o con la palabra de Don Francisco-.

El médico encuentra una trayectoria de vigencia de su presencia en la historia. El médico, que fue don Francisco, sabía estar, ante todo, en los problemas específicos de sus pacientes, de sus enfermos que, por estar necesitados de una medicina o de una palabra, tenían siempre su confianza puesta en su médico de cabecera.

Disponibilidad en cualquier momento, accesibilidad para sus pacientes, entrega a su profesión, seguridad en sus diagnósticos, servicialidad llevada al extremo, comunicabilidad con cualquier estamento de la sociedad, son cualidades que han quedado patentes en su larga trayectoria de servidor de la Medicina.

Todo Grado, toda la comarca moscona llora a "su médico". Una nube de tristeza como si hubiera descendido sobre todas estas tierras, porque todos los que le conocíamos hemos perdido algo de nuestra intimidad, de nuestra cercanía, casi como de nuestras realidades, de la médula de nuestra propia alma. El hombre que fue don Francisco, las cualidades humanas que encarnó en su vida de dedicación a la medicina, rompen todos los moldes.

Creyente y cristiano, supo hacer de su profesión una vida de servicio a la medicina y a los demás. Humano y humanista cristiano, encontró el final de sus días de la manera más inimaginable.

Aunque me cueste trabajo creerlo -a todos nos parece cual una obsesiva pesadilla, imposible de creer que puede haber sucedido en realidad- quiero, con todo, en estos momentos de dolor para sus más íntimos, sus hijos, su hermano médico también en Asturias, en Campomanes de Lena, a todos los suyos, hacer que les llegue una palabra de confortamiento de un cura, que tiene grabado muy adentro su agradecimiento, su gratitud, su afecto a un amigo, su pena y su dolor, que quiero compartir con ellos. Diciendo la misa, ayer, por el eterno descanso del amigo, a quien tanto debo por los momentos en que estuvo, a la cabecera de tantos, pero sobre todo también de mi madre del alma, sentí y noté como si un secreto confortamiento me inundara, el de la fe a que no puedo menos de echar mano por mi condición de creyente y de cristiano, de sacerdote, que busca corresponder a su obligación de gratitud al querido don Francisco.

Descanse en paz el médico de todo Grado, don Francisco Crego. A este recuerdo piadoso serán muchísimos los que, en su funeral, habrán unido sus plegarias por el eterno descanso de "su médico", que, con su trayectoria de hombre bueno, tanto bien ha derramado por la comarca gradense, que no tiene lágrimas bastantes para llorar el recuerdo de quien a tantos acompañó en su dolor. Descanse en paz.

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