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Sol y sombra

La "guerra de las rosas"

Los partidarios socialistas del "no es no" dicen que "la guerra de las rosas" no ha hecho otra cosa que empezar. Visto de otro modo es la guerra entre un capullo y un partido que debería resistirse a quienes creen que la radicalización es la única manera de rentabilizar la política en estos momentos, con una izquierda dispuesta a ganar en la calle el terreno que cede en el parlamento. Entre 1455 y 1487 el conflicto que enfrentó en Inglaterra a la rosa blanca de York y la roja de Lancaster partió de una idea romántica fundada en cierta melancolía dinástica. El romanticismo y los sentimientos no hacen más que perjudicar al buen sentido político.

La idea que subyace en todo esto, ahora y aquí, en el PSOE, es una obcecación llevada a extremos para resistirse frente a un hecho inapelable, fruto de la ambición romántica del último capullo nacido de la rosa y bendecido por necesidades perentorias. Había que aupar a un tal Pedro Sánchez y eso fue lo que ocurrió. Y Sánchez salió rana. Las improvisaciones se pagan. La tesis de por qué hay que resistirse a un gobierno de la derecha condicionado desde el primer día no tiene una explicación lógica. Tampoco existe una alternativa que parezca razonable y mucho menos práctica para decirle "no" a Rajoy. Darle vueltas al asunto sólo lleva a debilitar aún más a un partido esencial en la vertebración de este país. Hay quienes dicen que al PSOE no lo votaron los españoles para permitir que gobierne Rajoy. Puede que no. Pero tampoco en su día apoyaron a Adolfo Suárez y a UCD para que legalizasen al Partido Comunista. De vez en cuando hay que utilizar luces largas.

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