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Nueces de California

El científico rebelde

Paralelismos y diferencias entre Einstein y Poincaré

"Acostumbrado a desechar los detalles y fijarse tan solo en las cumbres,

pasaba de una a otra con una rapidez sorprendente,

y los hechos que descubría

se clasificaban instantáneamente en su memoria".

(H. Poincaré)

La ciencia no puede ser otra cosa que rebeldía, a través del conocimiento, a través de la educación, escapando de dogmas de fe -o de hechos que no poseen una comprobación teórica o experimental-. La historia de la ciencia está plagada de ejemplos y contraejemplos. Quizás uno de los científicos más populares y conocidos sea Albert Einstein y su teoría de la relatividad. Sin embargo, muy poca gente conoce su vida, sus orígenes y cuáles fueron las circunstancias que hicieron que fuese el primero en enunciar dicha teoría.

Cuenta la historia que otro genio de la época mayor que Einstein, Henri Poincaré, también estuvo a punto de publicarla, pero llegó más tarde. Einstein creció en una familia de ingenieros eléctricos con gran tradición por la innovación y las invenciones. Su conocimiento práctico de la electricidad, a diferencia de otros físicos que eran más teóricos, le llevó a conseguir un oficio en la oficina suiza de patentes, donde estuvo en contacto con muchos inventos de la época. Aunaba, pues, teoría, práctica y estaba bien informado. Además, no tenía nada que perder, ni ninguna posición académica de importancia que defender. Poincaré, aunque muchos creen que fue un insigne matemático, en realidad, como el que escribe, era ingeniero de Minas. Nació en una influyente familia de Nancy, en la región de Lorena, de gran tradición minera. Estudió en l'École Polythéchnique y tras graduarse continuó su formación en la Escuela de Minas. Era lo que se llama en Francia un X-Mines, la formación de más alta gama en ingeniería. En sus años jóvenes trabajó como inspector de minas en la región de Vesoul, y son conocidos sus trabajos sobre el grisú con motivo de un accidente donde 18 mineros perdieron la vida. Su pasión por el conocimiento y el trabajo bien hecho motivó que incluso arriesgase su vida para conocer las causas de dicho accidente. Poincaré también trabajó en la comisión que intentó armonizar el sistema métrico a nivel internacional, y se defendía tanto en cuestiones teóricas como en las prácticas. Su niñez la marca la difteria, por lo que tuvo que ser educado por su madre, una mujer con mucho talento.

Ambos tenían una formación, tanto teórica como práctica; ambos estaban inmersos en aspectos técnicos relacionados con los sistemas de medida de las señales horarias; ambos estaban interesados en los aspectos filosóficos del espacio y del tiempo; y ambos llegaron a conclusiones similares sobre la teoría de la relatividad, pero la diferencia principal entre ambos fue que Poincaré era conservador y ya estaba asentado como figura de la ciencia y de la tecnología, mientras que Einstein era subversivo, no tenía nada que perder, y le daba igual ir a contracorriente -siempre y cuando sus ideas científicas fueran corroboradas por demostraciones-.

En particular, Poincaré creía en la existencia del éter, esa substancia hipotética extremadamente ligera que se suponía que ocupaba todo el espacio como un fluido y que servía para transmitir las ondas electromagnéticas. Poincaré lo creía porque Maxwell también lo hacía, y Poincaré no podía traicionar la tradición. Einstein no tenía esas ataduras y envió la idea del éter a freír espárragos, dando lugar a una teoría mucho más sencilla y elegante. Fue un revolucionario, porque para avanzar cuando uno está estancado en un valle infinito, no se puede andar con milongas, hay que replantearse las cuestiones fundamentales sin ningún tipo de atadura, y poner el turbo, caiga quien caiga.

Por esa misma razón, creo que la religión solo contamina la ciencia, imponiéndole cadenas que la ciencia nunca ha admitido, no admite, ni admitirá. Por lo mismo sé que el nuevo Gobierno del PP no es la solución, porque no tiene la cintura para replantearse la creación de una España liberal, laica, con un proyecto de país basado en la excelencia de lo público, en la educación, en el mérito y en la innovación. Por eso también sé que el PSOE está abocado a la desaparición, porque la lucha de clases del siglo XIX es como el éter, ha dejado de existir en Europa, y nuestro mayor problema es que estamos gobernados por partidos neoliberales, asentados en el tráfico de influencias y en el falso capitalismo de "amiguetes". La verdadera lucha de clases está en la educación. Por lo mismo sé que España es un país imaginario, que no tiene futuro, porque no invierte en innovación y envía a sus ciudadanos mejor formados al exilio. ¿Cómo será la España de finales del siglo XXI, sabiendo que aquí se han quedado los peores?

Un día nos levantaremos y leeremos la siguiente noticia en "Science": "Un grupo de científicos estadounidenses ha demostrado que Dios no existe, que somos polvo de estrellas, que provenimos de una bacteria hallada en el sistema extrasolar, y que básicamente somos ácidos nucleicos, agua y energía". ¡Coño!, dirá alguno, ¡por eso cuando dejas agua limpia durante un tiempo estancada, al final tienes renacuajos! También leeremos que nuestro cerebro lo teníamos infrautilizado, que no supimos durante mucho tiempo quitarle el frenillo; y que el origen del cáncer y de otras muchas enfermedades raras y neurodegenerativas son los virus y las bacterias, y la epigenética, es decir, esos cambios producidos por la alimentación y el medio ambiente, es decir, que nos están envenenando y lo aceptamos porque necesitamos el trabajo. Por eso se necesitan científicos rebeldes y hay que evitar poner puertas al campo. La ciencia es ciencia si es libre, si la información que nos atañe es pública y se puede consultar (como por ejemplo los mapas de las principales patologías en Asturias y en España) y si el hijo de un pastor que haya nacido en la braña pueda llegar a conquistar el premio Nobel, aunque su familia no tenga recursos o éstos sean limitados.

¿Saben cómo termina la historia? Poincaré y Einstein solo coincidieron una vez en un congreso y discutieron agriamente. Einstein creyó que Poincaré formaría parte del vertedero científico de la historia. Se equivocó. Lo que nunca supo Einstein es que Poincaré le recomendó para un puesto en el Instituto Federal de Tecnología de Zurich, y que admiraba su rebeldía científica. Los grandes maestros no sólo son grandes por sus teorías (y Poincaré es el padre de unas cuantas) sino también por la grandeza de sus gestos. Desgraciadamente, la universidad española está huérfana de tales figuras. Quien quiera conocer alguna que visite el cementerio de Montparnasse. Eso es lo que se pierde cuando un intelectual se ve obligado a emigrar de un país que lo desprecia y donde medran los mediocres.

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