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Con vistas al Naranco

Tomar café en Peñalba

Las relaciones cafeteras en los conflictos bélicos

Estos días hay una exposición aragonesa sobre George Orwell, autor de "1984", "Animal farm" y "Homenaje a Cataluña 1937", oportunidad para que, muerto ha tiempo el escritor, su único hijo se tomase el café al que un republicano había invitado a su padre en Huesca.

Eso del café en terraza de ciudad asediada fue común en la guerra incivil. En "Madridgrado", Fernando Castillo acaba de recordar que el general Mola había reservado mesa en la Gran Vía para cuando entrase en la capital.

Federico García Lorca murió asesinado bajo la clave radiofónica de Queipo de Llano a unos esbirros granadinos: "Al poeta café, mucho café".

Y en Asturias hubo mito de la bravata: "¡tomaremos café en Peñalba!". Incluso una novela que Ricardo Vázquez Prada me dedicó llevaba ese título. Zugazagoitia sostuvo que tomar Oviedo era pique de amor propio.

Paco Umbral, tan buen escritor, contaba anécdotas imposibles del salmantino Novelty, hoy inseparable de la efigie de Torrente Ballester. El Peñalba estuvo en J. M. Jove, de la nómina de la bien novelada, como el Astoria en el Oviedo de Juan Benet.

Con aquel Peñalba, que motivó magníficos artículos nostálgicos de Luis Arrones y Javier Neira, se produjo la paradoja de que el único mando militar republicano que era cliente habitual del delicioso cafetón, José Franco Mussió, coronel de la Fábrica de Cañones de Trubia, no era necesario el asalto: "plaza sitiada, plaza tomada", se dice desde el antiguo Egipto. Ese controvertido coronel, buen profesional, sostenía que el ataque de octubre del 36 resultaba grave error, pues debían emplearse en Cabruñana y Grado impidiendo la marcha de Ceano/Ollo/Pita/Tejeiro/Martín Alonso. El jefe artillero, cuyo errático comportamiento bélico es una de las claves de la guerra, que han estudiado Juan Carlos G. Miranda y Marcelino Laurelo, consideraba absurda la consigna cafeteril que desembocaría en fracaso pronosticado sin que los líderes del Frente Popular, empeñados en celebrar la Revolución del 34, le hiciesen caso alguno. El pensador galleguista Castelao criticaba a los izquierdistas astures por confundir torpemente gallegos con facciosos. En las columnas gallegas estuvo el gran poeta Celso Emilio Ferreiro, tan leal a solidaria amistad con la familia de José Benito Buylla, que acaba de homenajear la editorial Saltadera.

El hijo de Orwell se tomó el café oscense de su padre ochenta años después, el de Franco Mussió, que había simpatizado con Falange antes de la guerra, fue ejecutado, tras su padre, en el Gijón de noviembre 1937. Le dieron café sin tomarlo en su Peñalba.

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