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Billete de vuelta

Francisco García

En buena Compañía

Vaya en primer lugar la sincera felicitación a la Compañía de Jesús en Gijón por el reconocimiento que recibirá del Ayuntamiento, meritoria portadora el próximo mes de junio de la medalla de oro de la ciudad, la máxima distinción que se otorga en el ámbito municipal. Honor bien merecido, y en justicia, justo, por mucho que les pese a aquellos a quienes la educación en los valores cristianos causa picores de urticaria y sarpullidos.

No existe relación causa-efecto entre la concesión de la medalla y la devolución, ya prácticamente decidida, a Gijón de las joyas de la Iglesiona, depositadas en una iglesia de los jesuitas en Burgos cuando el templo del Sagrado Corazón fue entregado por la Compañía al Arzobispado de Oviedo en 1998. De manera que cabe pensar que tan buena y grata noticia como la distinción local a los jesuitas es la magnanimidad universal de esta orden religiosa, al enmendar el yerro de quienes decidieron despojar a la basílica del Sagrario de plata, joya de orfebrería que se debe a generosas donaciones de fieles gijoneses, y del Cristo de la Paz, del escultor Blay.

Se cumple así también el piadoso deseo de un grupo de animosos feligreses que recogieron firmas para reclamar la devolución a Gijón de ambas piezas. Entre los firmantes se encontraba la Alcaldesa, que en este caso ha sabido estar a las duras y a las maduras: firmando en apoyo de los devotos de la Iglesiona, sin importarle lo que pudieran pensar los jesuitas; y otorgando la medalla de oro a la Compañía, sin prestar atención a la opinión contraria del corifeo del laicismo.

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