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Tres puentes, tres siglos

Una gran obra de ingeniería en Edimburgo construida por una empresa española

"¡Ay, maldita sea! Me gustaría estar muerta, absolutamente no existente, ausente de aquí, de todas partes.

Pero, ¿cómo lo haría?

Siempre hay puentes ? El puente de Brooklyn. Pero, pero, me encanta este puente. No. Todo se ve tan hermoso desde su altura y el aire es tan limpio. Al caminar parece tranquilo a pesar de tantísimos coches que van como locos por la parte de abajo. Así que tendrá que ser algún otro puente. Uno feo y sin vistas. Salvo que ? Me gustan especialmente, en especial, todos los puentes. Tienen algo y, además, nunca he visto un puente feo."

Marilyn Monroe, actriz

(Se suicidó con una sobredosis de barbitúricos)

Hace poco recibí a través de Linkedin la imagen que ilustra este artículo. Y he de decir que me emocioné. Cada profesión genera una sensibilidad distinta, o quizá al revés, cada sensibilidad te lleva a una profesión. Igual que un ambientalista siente algo especial al ver el hábitat inalterado del oso pardo o un lingüista lo hace con un soneto perfectamente encadenado, para cualquier ingeniero que se dedique al mundo estructural, o que simplemente le guste ese campo, esta fotografía es realmente espectacular.

Yo había visto esta imagen en infografía, en realidad virtual, cuando se presentó la oferta para el concurso internacional para la construcción del tercer puente. Y ahora, pocos años después, es una realidad tangible. ¡Qué maravilla!

El emplazamiento ya es realmente singular. Estamos en Edimburgo, una de las ciudades más bellas y con mayor actividad cultural de Europa. Al norte de la cuidad se encuentra el río Forth, que en esa zona toma la forma de fiordo, el Firth of Forth, una inmensa masa de agua de más de dos kilómetros de anchura, una barrera infranqueable durante siglos que lastraba las comunicaciones, y por tanto el desarrollo económico, del Norte de Escocia. En el siglo XIX, en pleno auge industrial de Gran Bretaña, se tomó la decisión de salvar el Firth of Forth mediante una estructura permanente, un puente que fuese una alternativa estable al cruce mediante barcazas. Y ese puente sería para ferrocarril, que era el modo de transporte más potente en ese siglo. Estamos hablando de construir un puente para doble vía ferroviaria, de 2,5 kilómetros, en un río tremendamente caudaloso y en una zona con unas condiciones climatológicas muy complicadas. Pero la técnica de la estructura metálica estaba ya muy avanzada en la siderúrgica Gran Bretaña y en 1890 se inauguró el puente ferroviario del Firth of Forth, el Forth Bridge, un verdadero coloso, un hito en la ingeniería, ya no sólo de la época, sino de la historia de la técnica. El puente metálico por excelencia, que, con sus vigas en ménsula y su característico color rojizo, es patrimonio de la humanidad. En esta foto aérea y lejana no se perciben bien las enormes dimensiones de esta estructura diseñada por Sir John Fowler y Sir Benjamin Baker: sus 2,5 kilómetros de longitud total, los 520 metros de cada uno de sus vanos centrales, los 104 metros de altura en coronación, su tablero a 46 metros de altura para permitir el paso de embarcaciones o sus imponente estructura metálica tubular. De hecho, sigue siendo el puente más largo del mundo de su tipología, por él discurren 200 trenes diarios y es, sin duda, uno de los grandes símbolos de Escocia.

Tuvieron que pasar más de 70 años hasta que se abrió el primer puente carretero que permitía cruzar el Forth a los vehículos privados. Fue en 1964 cuando se inauguró el Forth Road, situado a un kilómetro al oeste del gigante ferroviario. Y se construyó un puente colgante, la tipología insignia del siglo XX, pasando a ser el mayor puente colgante de Europa en su época y el vano más largo del Reino Unido durante más de 30 años, superando al que ostentaba el récord hasta entonces, su vecino Forth Bridge.

El Forth Road ha sido tremendamente importante en las comunicaciones en el Reino Unido, reemplazando a los ferries que transportaban anualmente más de un millón y medio de personas. Sin embargo, esta estructura ha tenido problemas de durabilidad y, mientras el coloso decimonónico resistía los embates del viento y la corrosión, el joven puente colgante, sobrecargado de tráfico, necesitaba una alternativa. De hecho, desde diciembre de 2015 no tiene permitido el paso a vehículos pesados.

Así, ya en el siglo XXI, se inició la construcción del tercer puente, al oeste de los anteriores, y se escogió, nuevamente, la tipología puntera de su siglo: el puente atirantado. Y ahí lo ven en la foto, el Queensferry Crossing, prácticamente terminado.

Definitivamente, ayer miércoles, 30 de agosto, estaba prevista la apertura al público de sus 2,7 kilómetros de longitud, siendo la inauguración oficial el próximo lunes 4 de septiembre a cargo de la Reina de Inglaterra, haciéndolo coincidir, precisamente, con la fecha de 1964 en que ella misma inauguró el .

Y debemos sentirnos orgullosos de que ese emblema del siglo XXI, que ha vuelto a batir récords, haya sido construido por una empresa española, Dragados, signo inequívoco del altísimo nivel mundial al que ha llegado la ingeniería, con mayúsculas, de este país.

Así que, dentro de nada, todos podremos disfrutar en una distancia de apenas dos kilómetros, y sin ningún obstáculo, de una imagen irrepetible de la evolución de la técnica. Tres siglos, tres puentes, tres tipologías. Es como si en una plaza tuviésemos enfrentados, y en perfecto diálogo, un templo romano, una catedral gótica y una basílica renacentista.

Si tienen la posibilidad de visitar Edimburgo, o la inmensa fortuna de acudir a su magnífico Festival, una de las mayores manifestaciones culturales de Europa, no duden en acercarse al Firth of Forth. Paseen por el puente colgante y miren entre sus péndolas. A su derecha, la majestuosidad del coloso rojo que se impone sobre el agua. A su izquierda, la sencillez y elegancia de las líneas del tablero atirantado.

Disfruten, pero, por favor, abríguense.

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